La adaptación, clara; Johnny Depp, espeso
No es la primera vez, ni será la última, que se lleva al cine el fantástico cuento de Roald Dahl, prolífico inventor de historias que lleva nutriendo al cine desde hace más de medio siglo. «Charlie...» ofrece desde el primer instante todo el sabor que requiere la historia, empezando por el fantástico chaval protagonista, que ya deslumbró a Johnny Depp y al público en «Buscando Nunca Jamás», y siguiendo por la casa rota, la madre Bonham Carter, los fantásticos abuelos, el ratonil padre. Pareciera que los dibujos que han acompañado desde siempre al relato de Dahl se hubieran puesto en pie dispuestos a rodar la adaptación definitiva de la inmortal novela.
La película de Tim Burton, en efecto, empieza de fábula, pero es llegar a la fábrica y el encanto empieza a desvanecerse. Se esperaba más de la mejor factoría de chocolate del mundo y, desde luego, se esperaba otra cosa de Johnny Depp, cuya caracterización parece una parodia de Michael Jackson -incluso ha tenido que negarlo-, con unas gotas de Raphael. Su Willy Wonka es demasiado grotesco, sin la ironía del personaje original. Para justificar sus excesos, Burton le inventa además una infancia de psicoanálisis que incluso a Hitchcock le quedaban anticuadas. Podría pensarse que el actor pretende erigirse en el protagonista que no es. Que no obra de mala fe (o que no anduvo muy listo) lo prueba el hecho de que recomendara al robaplanos Freddie Highmore para el papel de Charlie Bucket. Pero Burton también persigue más gloria de la que le correspondería y aporta su inevitable, y en este caso prescindible, lado siniestro. La escena de las ardillas se le va de las pezuñas y se convierte en una pequeña pieza de terror, impropia de una película infantil.
Hay más, pero quizá el lector-espectador preferiría una crítica menos puntillosa, porque al fin y al cabo el texto es maravilloso y merece la pena degustar esta película, estupenda incluso en sus errores, pero es una pena que después de «Big Fish» Burton haya extraviado la obra maestra que tenía entre las manos.
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