TORRES MÁS ALTAS CAYERON
Decía un antiguo director de periódico que donde estuviera un buen incendio se quitara cualquier otra noticia. Incendio en plan coloso en llamas tuvimos y el suceso quedó convertido en parque temático para la gente fotografiándose ante la estructura chamuscada y retorcida del Windsor. Y si esto era poco, surgieron grabaciones donde se veían a presuntos ciudadanos deambulando en una de las plantas del edificio siniestrado. Todo el mundo se puso a especular entre las cenizas y la sospecha, ejerciendo de detectives y cazafantasmas aficionados.
Humanos y fantasmas no son incompatibles porque la ciudad no está plagada de fantasmillas sin sábanas. Lo de los espíritus, aunque fuesen burlones, era otra historia. Poco futuro tienen arrastrando cadenas y pretendiendo dar sustos. Con los ruidos que atronan calles y pisos escaso éxito iban a tener, y en cuanto a asustar, aquí estamos ya curados de espanto.
¿Quienes serían los de la excursión a la Torre Windsor? ¿Tal vez los tocapelotas de Carod e Ibarreche buscando el sentido común y las vergüenzas que perdieron hace tiempo? ¿Invitados a un botellón flameado sin hielo para las bebidas? O puede que la torre herida sea el símbolo de la culturamix madrileña, capaz de imitar una falla real a lo bestia. El poder hipnótico de las llamas convirtió la candidatura olímpica en una gigantesca antorcha. Si es por chulería, a Londres y París sólo les queda incendiar el Big Ben y la Torre Eiffel, respectivamente, para suscitar el interés de la opinión pública.
Algunas voces perversas achacan el incnedio a una maniobra del Ayuntamiento con la cual distraer al vecindario de tantas zanjas y subidas de impuestos. A Gallardón le ha tocado ir de apagafuegos verbal mientras los vehículos de los bomberos continúan repletos de pintadas atroces, reivindicando antiguas demandas salariales y tachando al alcalde de fascista. Que en el lenguaje de progreso es el que se niega a dar la razón y decir sí a quienes más chillan.
La cosa está que arde y se calienta tanto la boca hablando que en cualquier momento Madrid puede arder por los cuatro costados.
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