Brutal

Había ya dictado mi artículo, en el que me refería a los dos grandes problemas institucionales que hoy tiene planteados España: el intento de secesión del País Vasco, azuzado por un grupo de falsarios, según expresión feliz del diputado navarro Jaime Ignacio del Burgo, y la cuestión de la sucesión a la Corona, que dependerá del futuro matrimonio del Príncipe de Asturias. Escribía que nuestra Constitución estaba determinada por la estabilidad de ese matrimonio y que cualquier conjetura sobre el mismo era prematura y, en muchas ocasiones, de pésimo gusto. Pero un nuevo asesinato del que me entero a las ocho de la tarde modifica todos los planes periodísticos.

Nuestra Constitución se ve constantemente vapuleada y brutalmente maltratada por aquellos que han convertido la vida en una moneda de cambio para el comercio de sus objetivos políticos. Por ello cambio radicalmente el sentido de mi comentario semanal ante el asesinato de Manuel Giménez Abad, presidente del Partido Popular de Aragón, a manos de ETA y con el apoyo ideológico y logístico de EH, un partido político legal que se presenta a las elecciones autonómicas vascas y que se van a celebrar el próximo día 13.

¿Qué va a decir ahora Ibarretxe? ¿Qué va a recomendar mañana a su partido Felipe González? ¿Cómo se puede ser ambiguo con partidos que han firmado acuerdos con los criminales y que en plena campaña electoral siembran el terror para advertir del futuro que espera a la sociedad, sea cual sea su voto, si no doblega su rodilla ante las reivindicaciones independentistas?

El futuro de las libertades, garantizadas por la Constitución de 1978, depende, en gran medida y de forma inmediata, de lo que ocurra el día 13 en el País Vasco. De ese resultado no puede quedar indiferente el resto de España. Y la unión entre socialistas y populares es, por ello, hoy más necesaria que nunca si queremos acabar con la brutalidad que ayer volvió a dejar desolada a otra familia.