EL «HOMO ZEROLO»
Del «Vogue» al «Zero» pasando por el BOE: he aquí la sociedad de la información que tenemos en Madrid, capital del «homo zerolo», es decir, el «hombre nuevo» por todas las revoluciones prometido. Hablamos, pues, de un arquetipo. El «homo zerolo» es lo que en psicología de Internet se llama un Tirano de la Trona: esa criatura caprichosa que llora, que patalea y que tira el yogur de tropezones y la cuchara de plata al suelo para mantener permanentemente ocupada la atención de cuantos la rodean. Y no rasquen ustedes más. No hallarán en el «homo zerolo» a un frecuentador de los clásicos hablando de cómo Solón prohibió para los esclavos el erotismo homosexual por juzgarlo demasiado elevado para ellos. Tampoco lo sorprenderán explicando cómo Platón sostiene en «El banquete» que las parejas de amantes homosexuales serían los mejores soldados. El «homo zerolo» pasa por ser el «hombre nuevo» de la sociedad de la información, pero toda la información que maneja es la portada de «Rebelión», sobre la cual mariposea con la intención de encontrar alguna frase de camiseta con que asustar a las viejas. En los artículos de fondo de esa publicación humorística, el «homo zerolo» no entra. En la historia de las ideas políticas, el «homo zerolo» sería aquel judío recalcitrante que aparecía en «La vida de Brian» reclamando su derecho a tener niños sin útero, sólo que el judío recalcitrante gastaba un sentido del humor que, desde luego, no gasta el «homo zerolo», siempre inclinado al vinagre. Esto se nota en la forma de despreciar que el «homo zerolo» emplea contra quienes no asimilan la sociedad de la información vigente: del «Vogue» al «Zero» pasando por el BOE. Todo grupo despreciado es visto como una amenaza por aquellos que lo desprecian, y éste, precisamente, es el prejuicio que se abate contra ese colectivo feo, católico y heterosexual al que el «homo zerolo» tiene declarada la guerra. «Oiga, oiga -protestará aquí el "homo zerolo"-. ¡Querrá decir usted la paz!» No, señor: Sila, Ricardo Corazón de León y el Gran Condé, por citar a lo que entonces se decía tres invertidos tremendos, fueron guerreros, no «hippies» pancarteros.{Texto}
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