Restaurantes de lujo en Sevilla: los 7 más elegantes y exclusivos

En Sevilla también se puede comer con manteles largos. Aunque durante años la alta cocina parecía reservada a otras capitales, la ciudad lleva tiempo reivindicando su sitio en el mapa gastronómico con propuestas que combinan técnica, sensibilidad y una mirada contemporánea. En esta guía nos centramos en los restaurantes de lujo en Sevilla, aquellos donde la experiencia trasciende el plato y el nivel de detalle marca la diferencia.

Frente al tópico de que aquí solo se viene a tapear, cada vez son más los chefs de la capital andaluza que apuestan por una cocina de autor con sello propio, reivindicando el producto andaluz desde nuevas narrativas. Hay casas con estrella Michelin, proyectos independientes con ambición y espacios donde el lujo se mide más en coherencia y cuidado que en artificio. Sea como sea, os proponemos restaurantes elegantes para una experiencia exclusiva en Sevilla.

La oferta es variada y en constante evolución. Algunos restaurantes proponen menús degustación largos y meticulosos; otros prefieren una carta breve, directa, donde el protagonismo recae en la mirada de quien la cocine. Los hay con un enfoque más clásico y también quienes se apoyan en técnicas de vanguardia para abrir nuevos caminos sin perder el hilo conductor de la tierra.

En cualquier caso, todos comparten una misma intención: ofrecer una experiencia cuidada, con identidad y con vocación de permanencia.

Esta selección —guiada por la brújula gastronómica de nuestro editor y crítico Álvaro Salinero— recorre algunos de los mejores restaurantes de alta gama de la ciudad.

En Cañabota se cocina con el mar en la cabeza y el cuchillo bien afilado. Desde que en 2021 ganara su estrella Michelin, el restaurante dirigido por Juanlu Fernández y Marcos Nieto ha consolidado una propuesta centrada en el pescado y con el producto como única bandera. Ellos lo definen como «una pescadería de lujo», pero también como «un bar venido a más», sea como sea, se trata de un restaurante donde disfrutar de una experiencia exclusiva.

La carta se escribe en tiempo real y no hay fórmulas cerradas, todo depende de lo que llegue de la lonja. Por eso el comensal puede elegir entre el Menú Cañabota —con aperitivos, platos de cocina, fritura, brasa, prepostre y postres— o dejarse llevar por el Menú Omakase, una experiencia a medida según la suerte de la pesca del día.

Sin excesos escénicos ni fuegos artificiales, Cañabota pone el foco donde debe: en el corte exacto, en la temperatura justa y en esa elegancia difícil que solo tiene lo sencillo cuando está muy bien hecho. Una experiencia donde cada bocado habla del mar y de todo lo que se puede hacer con él cuando se domina el lenguaje.

Pocos restaurantes en Sevilla pueden presumir de tener al frente a una pareja formada en El Celler de Can Roca. En Sobretablas, Camila Ferraro y Robert Tetas aplican esa escuela con personalidad propia: ella desde la cocina, él desde la sala y la bodega. El resultado es un proyecto sólido, con un Sol Repsol y un Bib Gourmand de Michelin que reconoce su cocina elegante, de raíz andaluza, mirada actual y alma reposada.

La carta alterna opciones para compartir con platos más elaborados, y se complementa con el menú degustación Sobretablas Deluxe, donde el equilibrio entre técnica y sabor se mide al milímetro. Productos como el alistado o la vaca retinta aparecen trabajados con paciencia y con fondos que cuentan más de lo que muestran.

Ubicado en una casa señorial del Porvenir, el restaurante toma su nombre de un término vinícola del Marco de Jerez —la fase que precede al destino final del vino—, una metáfora que encaja con su propuesta: una cocina que observa la tradición, pero decide su propio camino. Con terraza y salones privados, Sobretablas invita a una experiencia serena, siendo uno de los restaurantes de lujo de Sevilla donde disfrutar de un almuerzo o cena elegante.

En Triana y al margen de las modas, Jaylu ha construido su propio ecosistema: el del producto sin atajos. Desde hace décadas, es uno de esos nombres que se dicen cuando alguien pregunta dónde ir a comer buen marisco en Sevilla.

La materia prima llega a diario de los puertos de Cádiz y Huelva, pescados y mariscos que no necesitan presentación, cocinados con técnica para respetar su sabor al milímetro. Langostinos, almejas, cigalas, bogavantes, lubinas o meros protagonizan una carta donde el fuego y el tiempo justo hacen el resto.

Jaylu no busca sorprender, sino recordar por qué el producto, cuando es bueno de verdad, no necesita más discurso.

Durante años fue el único restaurante con estrella Michelin en Sevilla. Hoy, quince años después de haber recibido ese reconocimiento, Abantal sigue marcando el rumbo desde una discreta calle entre la Puerta de Carmona y San Bernardo. En su interior, una sala sobria, íntima y contenida —diez mesas bien separadas, iluminación justa— que deja todo el protagonismo a lo que llega al plato.

El chef Julio Fernández, abanderado de la cocina tradicional andaluza, propone un único menú —con opción de versión más corta— que parte de los recetarios populares para repensarlos desde una perspectiva técnica y contemporánea. Comprender su filosofía es sumergirse en las elaboraciones andaluzas de siempre, con una clara influencia árabe, llevadas al terreno de la alta cocina con pulso actual y precisión.

Sabor, creatividad, textura y presentación condensan la esencia de una propuesta en la que prima el respeto absoluto al producto, siempre con protagonismo de ingredientes de temporada. Cocina de raíz, sí, pero con mirada contemporánea.

Pocas experiencias combinan mejor cocina y contexto que la de sentarse a comer en el patio interior del Hotel Alfonso XIII. Bajo columnas, azulejos galerías de inspiración andaluza, el restaurante San Fernando ofrece una carta que reinterpreta con elegancia algunos clásicos de la cocina española.

Su propuesta es amplia, sobria y cuidada, tanto en almuerzos y cenas como en su ya célebre brunch dominical, uno de los más reconocidos de España, con bufé, selección dulce y salada, y música de piano en directo. Su propuesta se articula en torno a productos de temporada y platos reconocibles, con guiños actuales en las formas y combinaciones.

Una cocina clásica en su forma, pero viva en ejecución, pensada para acompañar al entorno majestuoso del hotel más emblemático de la ciudad.

Con dos décadas de trayectoria a sus espaldas, Tribeca es uno de los grandes clásicos contemporáneos de la gastronomía sevillana. Situado en el barrio de Nervión y con un Sol Repsol recién estrenado en 2025, este restaurante dirigido por Pedro Giménez ha sabido combinar la cocina de mercado con una propuesta de autor centrada, sobre todo, en el mejor pescado del día, aunque sus carnes también merecen una mención.

En su cocina no hay intermediarios, buena parte del género llega directamente desde su propia flota de barcos, que pesca en el Golfo de Cádiz con artes tradicionales. Esa cercanía al producto se nota en platos como el tartar de carabineros, el pargo confitado y espárragos a la brasa o la parpatana de atún rojo, ejemplos de una carta que combina técnica y respeto por el sabor original.

El restaurante ofrece menú degustación y carta, con opciones que se ajustan a la temporada y al capricho del comensal. Cocina reconocible, con un punto de sofisticación que ha convertido a Tribeca en una dirección imprescindible para los amantes del pescado bien tratado.

Leartá es la historia compartida de Manu Lachica y Rita Llanes, dos jóvenes con experiencia en casas como Culler de Pau, Mugaritz o Lasarte que decidieron, sin estridencias, armar un proyecto propio desde la raíz. El resultado es uno de los restaurantes más personales y prometedores de Sevilla, distinguido con su primer Sol Repsol en 2025 y ubicado en una pequeña sala de apenas cinco mesas donde todo —desde el pan hasta la vajilla— habla de ellos.

Aquí no hay camareros: son ellos quienes cocinan, sirven y explican. Quienes recorren Andalucía para conocer en persona a productores, queseros, apicultores, bodegueros y hasta al herrero que les forjó las lámparas. Un restaurante artesanal, sí, pero no nostálgico. Lo suyo no es la cocina de evocación, sino una mirada nueva y aguda sobre el recetario andaluz, con platos como «ovejas y girasoles», una suerte de guiso de pipas tratado como legumbre sobre fondo de oveja y espuma de mantequilla; o un tomate asoleado que juega a parecerse a una zurrapa.

La experiencia se articula en torno a un único menú degustación de 11 pases, donde despensa, técnica y sensibilidad se dan la mano. La carta de vinos es también cosecha propia, como lo es el cuidado por cada detalle de servicio.

Leartá no parece un restaurante recién abierto, pero tampoco uno al uso. Es otra cosa: una casa con oficio y alma, donde cada pase sabe a apuesta personal. Una de las aperturas más estimulantes de la ciudad.