Dónde tomar vermut en Málaga: bares con encanto para el aperitivo

Se elige el vino aromatizado, sí, pero también la compañía, el sol, la gilda que abre el apetito, la conserva bien fría, la aceituna que pide otra ronda. Es la antesala del almuerzo y, a la vez, una pequeña comida: ligera, compartida, hedonista sin grandilocuencias.

El auge no es casual. El vermut encaja con el ritmo malagueño: días luminosos, terrazas llenas y esa forma de entender el fin de semana como un continuo entre la mañana y la sobremesa. Hay tinto, blanco y rojo; con sifón o sin él; clásicos de grifo y etiquetas que apuestan por hierbas locales, cítricos o crianzas que recuerdan a las botas de los generosos. Pero, sobre todo, hay maneras: del taburete a pie de mercado al tabanco urbano; de la barra de barrio con tapa de siempre a la carta de encurtidos, salazones y latas que se han vuelto imprescindibles.

En Gurmé Málaga defendemos ese aperitivo amplio y, como siempre, seguimos la brújula gastro de Carlos Mateos, nuestro editor: criterio, producto y lugares que apetece recomendar porque funcionan, sin más ruido.

A partir de aquí, una selección para todos los antojos: vermuts de grifo con solera, referencias artesanas, barras con encurtidos de altura y terrazas donde el reloj se queda en pausa. Porque el aperitivo es un momento, no solo una bebida.

En pleno centro, junto a la Catedral, Matiz es el restaurante del Hotel Molina Lario y uno de los sitios donde el aperitivo se convierte en plan. Su cocina se mueve entre lo tradicional y lo creativo, siempre con producto malagueño en primer plano: caviar de Riofrío, ibéricos de Dehesa de los Monteros, pescados de La Caleta de Vélez o verduras de la Axarquía.

Para acompañar el vermut, destacan tapas como la porra de zanahoria morada con berberechos, el salchichón de chivo con lima, unos boquerones victorianos encurtidos o la ensalada de tomates de temporada. Un lugar elegante y céntrico para empezar el mediodía con calma.

Junto a la Catedral, La Bocaná recupera el espíritu de los colmados malagueños con un aire renovado. Su propuesta se centra en el producto directo: quesos, embutidos, salazones y ostras francesas, siempre acompañados de una bodega con mucho acento local. Aquí el vermut tiene peso propio, con referencias de León, Málaga, Asturias o Cádiz, perfectas para abrir el apetito junto a una tapa.

La carta incluye desde opciones sencillas de picoteo hasta elaboraciones más actuales como la tosta de pastrami con chucrut, kimchi y mostaza de cerveza. En la barra se apuesta por la coctelería clásica, con guiños a combinados históricos como el Lumumba, el Chispazo o el Florestel, además de spritz, negronis y vermut tónic.

Un lugar con encanto malagueño-asturiano donde el aperitivo se convierte en plan: vermut, algo de chacina y una copa de vino malagueño o un cava bien frío.

En pleno centro de Málaga, La Clásica recupera la cocina de siempre y la convierte en aliada del vermut. Su propuesta está pensada como un viaje a la «cocina de la abuela»: platos de cuchara en invierno —lentejas, puchero, cazuela de patatas o fideos— y sopas frías en verano, como porra antequerana o ajoblanco.

La carta para el aperitivo es amplia y variada: croquetas caseras, gildas, matrimonios de anchoa y boquerón, tortilla, bravas, berenjenas con miel, chacinas ibéricas y una ensaladilla rusa con ventresca y langostinos que es ya marca de la casa. Tampoco falta un repertorio de pescados y carnes con sabor castizo: jurelitos en escabeche, chivo al ajillo, higaditos al Moscatel o cachopo asturiano.

La barra ofrece un buen surtido de vermuts a precios populares —de grifo, Yzaguirre, Ventura 27, La Copa, Monte Faco o Ataman, entre otros—, servidos al estilo clásico, acompañados de tapas que invitan a alargar el aperitivo hasta convertirse en comida.

Fundada en 1840, es la taberna más antigua de Málaga y un viaje directo al pasado. Situada en plena Alameda Principal, mantiene costumbres que sorprenden a quienes la visitan por primera vez: las cuentas se siguen anotando con tiza sobre la barra y los vinos se sirven en vaso de cristal, directamente de los toneles que presiden el local.

La bodega elabora en su finca de Olías vinos con DO Málaga, entre ellos clásicos como el Pajarete 1908, el Moscatel Guardia, el Verdiales Conarte o sus dos vermús propios. La propuesta gastronómica es sencilla y muy de barra: banderillas, mejillones cocidos, navajas, embutidos y quesos malagueños, todo en un ambiente animado que mezcla locales y visitantes.

Más que un bar, es un símbolo de la ciudad. Parada obligada para vermutear en Málaga y entender cómo la tradición puede resistir modas y décadas sin perder autenticidad.

¿Qué decir de Bodegas El Pimpi? Un clásico malagueño desde 1971, ubicado en un caserón del siglo XVIII junto al Teatro Romano y convertido en icono tanto para locales como para visitantes. Sus patios, salas y murales cargados de historia hacen de este lugar una parada obligada para quien quiera vivir la esencia de Málaga.

En la mesa manda el tapeo tradicional: boquerones fritos, berenjenas con miel, chacinas y vinos de la tierra. Y a la hora del aperitivo, la carta de vermuts suma opciones para todos los gustos: desde el Martini, Petroni, Yzaguirre o Cinzano (incluido el especial Cinzano 1757), hasta su versión más local, el vermut aliñao, preparado en casa con Larios 12 y soda.

Con aires de taberna mediterránea y una decoración inspirada en la película Mamma Mia! —obra del estudio malagueño Hache Interioristas—, el local combina ambiente animado y cocina de raíces populares firmada por el chef Diego René (Beluga, Kraken, Cambara, Salao, Pez Wanda).

Su carta es variada y muy aplaudida: destacan el flamenquín de lomo con rebozado fino, las croquetas de queso payoyo y jamón, las arepas de carrillera con salsa de frutos rojos y clásicos malagueños como la porra antequerana o el ajoblanco. También sorprenden con espetos en pleno centro, sin necesidad de acercarse al paseo marítimo.

Un sitio que ha conquistado tanto a locales como a turistas —con una valoración sobresaliente en reseñas—, perfecto para disfrutar del aperitivo en un ambiente fresco y mediterráneo.

En la calle Carretería, muy cerca de La Tranca, Colmado 93 mezcla el alma de los antiguos ultramarinos con el ambiente de una taberna de barrio. Su barra es pequeña pero bulliciosa, tanto que a menudo la clientela se extiende hasta la puerta, copa en mano.

La propuesta es sencilla y perfecta para el vermuteo: chacinas, quesos, salazones, ahumados, conservas y encurtidos, servidos en tablas, pinchos o pulguitas. Entre los imprescindibles, la croqueta de puchero, el pincho de tortilla o la pulguita de carne mechada, junto a tablas de embutidos y quesos que hacen honor a su nombre.

Además de ser lugar de tapeo, funciona también como tienda, con venta directa de vinos, vermuts y productos gourmet. Un espacio que recupera la tradición de los colmados y la adapta al ritmo actual del centro de Málaga, ideal para un vermut acompañado de buen producto.