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Fiestas

Los controladores de los Patios de Córdoba: un elemento reciente y ya indispensable

Llevan más de una década, desde 2013, aportando una organización a los accesos a los recintos

Fotos: Los controladores de los Patios de Córdoba

Un controlador de los Patios da instrucciones este domingo a unos visitantes Rafael CArmona

Alfredo Martín-Górriz

Córdoba

Los Patios de Córdoba quedaban declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad el 6 de diciembre de 2012, tras la reunión del comité a tal efecto que forma parte de la Unesco. Pocos meses después, en mayo de 2013, previendo el impulso que tal consideración iba a imprimir al festival, el Ayuntamiento de Córdoba puso en marcha, mediante la contratación de la ya desaparecida empresa Intelify, un sistema de reserva con pases vía web que, a modo de entradas, servía para organizar el flujo de visitantes, que además tenían restringidos sus movimientos según zonas. A los controladores de esta empresa se sumaban 150 voluntarios organizados entonces por la empresa FIR, que igualmente estaban pendientes de los accesos y de dar información a los visitantes. Surgía entonces esta figura que ha ido evolucionando con la experiencia de los distintos años, y que ni siquiera se perdió la edición de la pandemia, el 2020, cuando se abrieron una serie de patios en el mes de octubre y hubo que hacerles test rápidos a los participantes.

Los controladores se encuentran así en su décimo segundo mayo festivo, tras superar debates sobre su figura, el sueldo que cobran e incluso algún amago de huelga al respecto, que concluyó con la subida de su salario en el 2016, y el paso de la consideración de voluntarios a trabajadores temporales. En este año 2024, han cambiado además el cálculo de asistentes con el clásico contador manual de clicks por la subida al móvil del número de personas que van entrando.

En una atestada calle Judíos, donde la riada de personas impide seguir con el paso cada pocos metros, Virginia Cid repite por tercer año consecutivo en el nº 6. «A la gente de los patios le suele gustar que vuelva la misma persona de nuevo, porque ya saben cómo trabajamos». Esto sucede en los lugares extremadamente concurridos, en los que también se producen lo que podemos llamar ascensos. Por ejemplo, si un controlador tiene ya experiencia en lugares más tranquilos, en un momento determinado se le destina a la Judería o San Basilio. Ya está curtido en la batalla. Cid es bióloga, y su interés por la botánica influyó en su decisión de presentarse a controladora.

Anécdotas

En la mayor parte de los controladores cabe destacar tanto su formación como la predisposición a participar en el festival, no por motivos económicos, sino por considerarse parte de una tradición. Es el caso de Juan Montes, que a pesar de que trabaja fuera de Córdoba ha pedido vacaciones para estar por tercer año consecutivo al pie del cañón. Y en este caso la palabra cañón define perfectamente el punto caliente de San Basilio 44, repleto de gente un día más. «A pesar de tanta asistencia, está todo muy organizado y fluye de manera natural», ha afirmado. Muy cerca, en el patio de San Basilio 40, Fernando Alcalá se enfrenta también a su tercer año. Igualmente trabaja fuera, en Málaga, oposita para bombero y ha venido para ser controlador estos días. «Es un trabajo que luce, y quien mejor que un cordobés para estar de controlador». Su primer año fue ya duro, el del Covid en octubre, y el año pasado ejerció en la casa de Julio Romero de Torres.

A partir de ahí, los siguientes patios de San Basilio, números 22, 20, 17 y 15, cuentan con controladores enfrentados al fragor de la batalla, con enormes colas en un barrio rebosante de gente. Pilar Mingorance, en plena pandemia estaba estudiando turismo y buscando trabajo, y decidió presentarse a controladora. «Hay que tener mucha paciencia y soportar tantas horas de pie», ha explicado la ahora también estudiante de márketing. Silvia Suárez, historiadora del arte y opositora, lleva tres años de controladora. «Me llamó mucho la atención ser parte de una fiesta declarada patrimonio por la Unesco».

Julia González hace su segundo año. En la edición anterior le tocó muy cerca de su casa, en San Pedro, donde se estrenó de controladora ante sus convecinos. «Me motivó mucho el poder estar en los patios, conocer de cerca a quien los lleva, saber cómo trabajan, además de que me encanta estar de cara al público». González es diseñadora de moda digital en 3D, y reconoce que el ambiente de esta fiesta y los propios patios se han convertido en inspiración para algunos de sus diseños, que comercializa a través de su cuenta de Instagram. A Auxi Figueroa, traductora de inglés y francés, el trabajo de cara al público también le resulta muy satisfactorio. El año anterior estuvo de controladora en el patio de la calle Escañuela nº 3. «Esta zona de San Basilio está mucho más entretenida».

En la calle Martín de Roa nº 9, controla la entrada el venezolano y también cordobés, pues así se considera, Andrés Fernández. En este patio termina una larguísima cola que durante todo el fin de semana ha poblado la rampa de madera que empieza en la conocida como Plaza de El Langosta. «Siempre es bonito ayudar, echar una mano y conocer los patios desde dentro y vivir lo más hermoso que tiene Córdoba», ha explicado. Fernández, que estudió empresariales y contabilidad, estuvo en otras ediciones en el Patio de la Campanas. A su lado, una de las esculturas homenaje a los cuidadores de los patios del escultor José Manuel Belmonte. ¿Habrá en el futuro una a los controladores?

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