ATP Finals
Djokovic y el elixir de la juventud
El serbio, que debuta este domingo y ante Rune, se alimenta de retarse ante los veinteañeros
Un Alcaraz con hambre y sin presión: «Estar aquí es un regalo»

Que el tiempo pasa en el tenis lo demuestra la velocidad a la que se juega ahora, la edad media de los torneos, algunas jubilaciones y, también, que el otrora amigo de las bromas e imitaciones Novak Djokovic (36 años) sea ahora el ejemplo ... de la seriedad y la rectitud. Ante el dicharachero grupo Verde, bromas y chascarrillos entre los Alcaraz, Zverev, Rublev y Medvedev, la formalidad con la que se presentó el grupo Rojo, con el serbio de voz cantante en las respuestas, casi intimidados los demás. «Es una de mis mejores victorias. Lo respeto mucho», respondió Rune con un hilo de voz cuando se le preguntó por su triunfo sobre el serbio en Roma.
Djokovic, nueve años mayor que el segundo más mayor de esta Copa de Maestros (Medvedev, 27) y 16 que los más jóvenes (Alcaraz y Rune, 20), es la medida de todas las cosas, dentro y fuera de la pista ahora que Roger Federer no está y toca esperar a Rafael Nadal. Son 97 títulos: 24 Grand Slams, 40 Masters 1.000. En este 2023, seis trofeos (Abierto de Australia, Roland Garros, US Open, Adelaida, Cincinnati y París-Bercy), 51 triunfos y 5 derrotas e invicto desde la final de Wimbledon (18 partidos). Mientras otros acusan el cansancio a finales de año -en duda la participación de Tsitsipas por unas molestias-, Djokovic sigue impertérrito.
No se le observan fisuras en un tenis de diez, que despliega en los entrenamientos -el primer día ante Alcaraz, ayer ante un Alexander Zverev que no hallaba solución a los tiros que le llegaban- y, sobre todo, en los partidos. «El entrenamiento hace la perfección y Djokovic es casi perfecto», alababa el murciano. Y parece encontrar en rodearse de este grupo de jóvenes el elixir de su alargada juventud. «Es una motivación extra estar entre ellos porque sé que tienen muchos objetivos de futuro y me inspiran a ser mejor», se expresó después de tomarse a broma que lo sacaran de esta «generación joven» que ocupan las otras siete plazas de las ATP Finals 2023.
Va más allá, porque ni siquiera piensa en un futuro sin la raqueta aunque se empeñen en recordarle que el final no está tan lejos: «Eso de entrenar a otros me queda muy lejano. Me encanta competir, viajar por todo el circuito. Sigo teniendo las ganas y la fuerza para seguir aquí todo lo posible». Y en eso se empeña el serbio, en dejar migajas a los rivales, en aplazar sus ilusiones, en convertirse en el tenista con todos los récords a su nombre. «Mientras siga en activo, sigo queriendo ganar más y sigo queriendo jugar al más alto nivel». Un Djokovic a lo Benjamin Button.
En la deslumbrante y eléctrica pista central del Pala Alpitour, impone también su gravedad y sus decretos. Un miembro de su equipo se encarga de llevarle la toalla para secarse, recuperando una tradición que se perdió con la pandemia y que él ha añadido en su puesta a punto. La toalla por aquí, una pastilla de recuperación por allá y es una derecha que no ve Zverev y un saque directo que ni intuye.
Espera, dice, que cada partido sea una final. Hoy, la primera contra Rune (Movistar, 21.00 horas; a las 14.30, Sinner-Tsitsipas). Espera, se le observa, volver a besar la Copa de Maestros el día 19. Fue un arrojado veinteañero cuando la conquistó por primera vez (2008, 21 años). Con 36, logró en 2022 la sexta, igualado con Federer, pero dos más que todos los jóvenes que lo acompañan y lo impulsan en Turín juntos (Zverev 2, Medvedev 1, Tsitsipas 1).
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