Un Alcaraz con hambre y sin presión: «He trabajado física y tenísticamente y voy a disfrutar. Estar aquí es un regalo»

«Viene un Carlos como el de principio de año, a pesar de los resultados que he tenido en los últimos torneos. La derrota en París fue bastante dolorosa y me ha hecho ver que tengo que trabajar más y más duro», confiesa el murciano ante los medios españoles desplazados a la ciudad italiana. Y se refiere a estos dos últimos meses que se le pusieron cuesta arriba. Hay algo en el otoño del curso tenístico que le cuesta todavía a Alcaraz (20 años): «He estado también con varios dolores, la segunda parte del año ha sido exigente, pero hemos ido cuidándolos al detalle, bastante bien», admite.

Es verdad que alcanzó las semifinales del US Open y perdió la final de Cincinnati contra Djokovic, pero de las semifinales el ATP 500 de Pekín se pasó a caer ante Grigor Dimitrov en octavos del Shanghái y en primera ronda contra Roman Safiullin en París-Bercy. «Fue una derrota dura, de las pocas que me han durado varios días. Tuve un par de días de no querer hacer prácticamente nada. Pero estamos en las finales, uno de los mayores torneos y solo tenía unos días para prepararme, con mi equipo ya pusimos en marcha lo que teníamos que hacer, entrenar, hacer físico, para poder estar aquí a nuestro cien por cien. Es lo que hicimos, entrenar y entrenar cada vez más fuerte», saca el lado positivo.

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La meta era atrapar la atalaya de la ATP, donde se mantiene firme un Djokovic al que no se le atisban grietas ni en lo físico ni en lo mental. Pero la tarea resulta ya titánica. Sin embargo, ambiciona Alcaraz que ese desprenderse de presión se conviertan en alas en este torneo. «El número 1 era el principal objetivo y lo tengo prácticamente perdido, así que lo tengo que tomar a mi favor. No pensar en eso, este es mi debut aquí, hacer unas buenas finales, disfrutar de este torneo con los ocho mejores. Es un regalo aunque nos lo hayamos ganado».

Se lo ganó con un inicio de curso excelente, propio de este prodigio del tenis que aprendió a manejar las alturas con la misma rapidez con la que las alcanzó. El vértigo, es verdad, lo atenazó por estas mismas fechas en 2022: una lesión abdominal lo dejó sin participar en esta Copa de Maestros y solo acudió para recoger el trofeo de número 1, y se ausentó del Abierto de Australia. Pero a partir de ahí... Conquistó Buenos Aires, llegó a la final de Río, levantó el Masters 1.000 de Indian Wells, alcanzó las semifinales de Miami, besó el trofeo en el Conde de Godó y el Mutua Madrid Open y la presión autoimpuesta lo frenó en las semifinales de Roland Garros contra Djokovic. Una cicatriz que Alcaraz (20 años) curó rápido y bien porque solo un mes después, y tras levantar el trofeo de Queen's, le ganaba al serbio el título en Wimbledon.

En Turín, edificaciones de solera en cada esquina, quiere sacar ese último aliento, esa última chispa que lo eleve por encima de sus rivales una vez más. Lleva desde el miércoles entrenándose en el Pala Alpitour, recién aterrizado de unas partidas de ajedrez para un anuncio en su Murcia natal que también le oxigenaron la cabeza. Ayer, sin ir más lejos, compartió pista con el número 1: «No me extraña la intensidad con la que entrena. Uno entrena como va a jugar y no hay secretos. Al final el entrenamiento hace la perfección y él es prácticamente perfecto», admite sobre el serbio. Pero él también exhibe ilusión y amenaza: «He tenido varios días para entrenar y venir aquí en una condición óptima. Creo que he hecho un gran trabajo, tanto físico como tenístico y me encuentro bastante bien. Mejor de lo que pensaba, la verdad».

Ya conoce este torneo, pues disputó una versión reducida de él cuando tenía 14 años. Lo invitaron a ver un partido de los adultos y coincidió que era uno de Roger Federer ("pero no recuerdo el rival", admitió). Poco más tarde, se paseó en la versión júnior, las ATP Finals Next Gen, en la que ganó a todos sus rivales con una superioridad pasmosa: Nakashima (4-3, (4), 4-1 y 4-3 (4)); Cerúndolo (4-0, 4-1, 2-4 y 4-3 (3), y Rune (4-3 (8-6), 4-2 y 4-0) en la round robin; a Sebastián Báez en semifinales (4-2, 4-1 y 4-2), y a Sebastian Korda en la final (4-3 (5), 4-2 y 4-2).

A este torneo de élite en el que debuta, no llega en su apogeo, pero todos conocen ya a Alcaraz. En este 2023: seis títulos -dos de ellos en su primer intento, además de un Grand Slam- y ha dejado un balance de 63 victorias por 10 derrotas. Además, ha aprendido a ser el reto más difícil para todo el circuito. Lo dijo el propio Djokovic tras claudicar ante él en la hierba de Londres. Y lo han sufrido todos los demás, incluidos Alexander Zverev, Daniil Medvedev y Andrey Rublev, sus primeros oponentes en esta Copa de Maestros que comienza mañana.

Con el alemán, a quien derrotó en este año de forma bastante cómoda en Madrid y US Open (6-1 y 6-2, y 6-3, 6-2 y 6-4), medirá energía e ilusión el lunes (14.30 horas). Alcaraz quiere una última sonrisa.