EL TERCER TIEMPO
El trabajo y los días
La inspiración pilló al Sevilla trabajando. A costa de terquedad, logró vencer su patológica falta de gol
Sevilla
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Iniciar sesiónTienen las jornadas intersemanales, especialmente cuando tu equipo juega en los primeros días de la semana y el partido es tempranero, un inevitable tufo laboral. De hecho, muchos llegan tarde al estadio, casi sin tiempo de quitarse el mono o la corbata. Apenas tienen tiempo ... de cambiar el chip de la oficina por el de la animación y los abucheos a la directiva en el estadio. En cierto modo, ser sevillista es un trabajo, y cuando vienen, como es el caso, mal dadas, es un trabajazo. Los trabajos siempre deben ser remunerados, pero si eres socio te toca pagar por trabajar. Como hay gente para todo, como dijo aquel, a lo largo de mi vida me he topado con más de un yonqui del trabajo -workaholic, los llaman- que me aseguraba con total convicción que sería capaz de pagar por ejercer su propia profesión, de tanto que les gusta. Sevillaholics conozco a unos cuantos, inasequibles al desaliento de los malos resultados, sufridores profesionales, incondicionales de la fatiguita y del disgusto que, religiosamente, acuden a cada cita en Nervión sabiendo que van a sufrir, quizá silbando viejas canciones de esclavos camino de la mina. Por ejemplo, Working in the coal mine, aquel clásico de Lee Dorsey de los 60, donde incluso se escuchaban las piochas chocando contra el mineral.
Trabajar cansa, como tituló Cesare Pavese uno de sus más célebres poemarios. Viendo el papelón que está haciendo el Sevilla en esta temporada, el aficionado acude al estadio con el cansancio ya puesto. Nada que ver con el añorado tiempo en que el trabajo de los partidos de media semana consistía en ver al Sevilla compitiendo en la Europa League. Aquello sí que era verdadero amor al trabajo: qué importaba sufrir si, a cambio, el equipo iba superando rondas clasificatorias. Se trabajaba por puro amor al arte sevillista. Ayer, el Sevilla se la jugaba contra un equipo que ha arrancado la Liga casi tan mal como nosotros. Iba a ser un trabajo feo, esforzado, de estiba y brega.
«Por sus trabajos son los hombres ricos en rebaños y opulentos, y trabajando serás mucho más querido por los Inmortales y de los mortales: pues mucho aborrecen a los inactivos». La cita pertenece a Los trabajos y los días, poema didáctico escrito por Hesíodo de Ascra allá por el 700 antes de Cristo. Un verdadero manual de defensa del esfuerzo, pensado sobre todo para incentivar el duro trabajo en el campo. Frente al Alavés, los de García Pimienta parecieron desoír aquel consejo: ofrecieron la versión más zángana, lenta, torpe y abúlica del Sevilla en esta temporada. Pero ayer, el juego desplegado por algunos jugadores, y modificaciones en la alineación, permitieron atisbar cierta esperanza en un cambio de tendencia. El Sevilla, con jugadores muy enchufados como Peque, Lukebakio, Ejuke o Saúl Ñíguez -esperemos que su lesión sea menos grave de lo que dejaban entender sus lágrimas-, trabajaron con denuedo para intentar revertir la tendencia.
Es cierto que la fortuna no acompañaba: el Valladolid en defensa se mostró tan blando como el Sevilla, con numerosos errores que, sin embargo, los de Nervión no llegaban a aprovechar. El gol en el último minuto de la primera parte de Peque fue trabajoso, caótico, confuso, resultado de un bucle de remates, rechazos y recortes: puro camarote balompédico de los Hermanos Marx. En el segundo tiempo, con bastante fortuna, el Valladolid igualó el encuentro. Pero, al contrario que otros partidos anteriores de esta temporada, el Sevilla no bajó los brazos. Trabajó, insistiendo una y otra vez, enfrentándose con terquedad a su propia falta de gol. La inspiración, dijo Picasso, existe, pero ha de pillarte trabajando. Ese trabajo es el que finalmente generó el inspirado gol de Ejuke, con bonitas piruetas celebratorias de postre. Nos quedaba, todavía, que sufrir, y de qué modo, tras la expulsión de Marcao, porque el Sevilla no sabe ganar sin hacerlo. Pero al final hubo recompensa para tanta inversión de trabajo. Fue, en fin, uno de esos días.
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