Zaragoza - Sevilla: El doscerismo también nos gusta

Para colmo el Sevilla batía un nuevo récord en su historial de lesiones. Rekik, que iba a ser de la partida, dejaba su lugar a Diego Carlos antes del comienzo del partido. Lesionarse antes de empezar a jugar. Vaya temporadita. No sé cómo no nos patrocina la camiseta Clínicas Quirón.

Empezaba muy igualado este innecesario Zaragoza-Sevilla. Sin ocasiones claras, pero tratando uno y otro equipo de llevar la iniciativa. Era un Diogo-Luis Fabiano, donde ambos equipos se intentan dar, pero no llegan, y donde los espectadores somos Adriano Correia, que pasamos por ahí y nos llevamos la guantá .

Iván Romero corría detrás del balón como galgo tras liebre. Rakitic y Papu jugaban de la manita para tratar de darle algo de sentido al centro del campo. A Augustinsson se le ponía cara de currela , echándose esa banda izquierda en lo alto. Y Koundé… Koundé cuando se aburre aparece por las zonas de ataque. Y así llegó el primer gol del encuentro. El central francés, más pelocho que nunca, se dejo ver por el balcón del área grande zaragocista para recoger un balón suelto, elevar el balón con la punterita y ponerla en el fondo de las mallas de volea cruzada. Gol y cobra taka-taka en la celebración.

En la última jugada de la primera parte el Zaragoza colgó un balón parado al área, quemando todas sus naves, subiendo al área casi todo el equipo. El lanzador del conjunto maño se quedó cortito y el balón fue a parar a los pies del Papu, que podía haber dado comiezo a un peligroso contragolpe si no llega a ser porque el colegiado decretó el final de la primera mitad. Final anticipado. Coito interruptus. Un cortarrollo.

Se reanudaba el encuentro con la sustitución de Iván Romero por Rafa Gomir , que yo creo que pa peinarse mete la cabesa en alquitrán. La primera ocasión de este segundo envite iba a ser para el Zaragoza. Petrovic, que parece Chiellini a dieta, remató de cabeza demasiado cruzado.

Conforme pasaban los minutos al partido se iba poniendo a temperatura de papa guisá, caliente, caliente. A Óscar lo estampaban contra la valla publicitaria. Diego Carlos veía una amarilla por sacar el pechopalomo en la tangana. Y el juego se volvía en un correcalles.

Saltaban al terreno de juego Acuña y Óliver, jugadores que pueden darle la posesión que el Sevilla necesitaba, porque el Zaragoza vivía sus mejores momentos. En una contra, Ocampos se vistió de Melchor y le regaló un pase a Rafa Gomir que lo dejó solo delante del portero zaragocista. El chulapo cartagenero definió con tranquilidad poniendo el 0 a 2 en el marcador. En la celebración se encaró con media grada de La Romareda y se señaló su nombre en la camiseta, como diciéndoles «podéis seguirme en Instagram».

Ahora eran los aficionados sevillones los que coreaban los pases de su equipo con «olés» y el partido estaba en un punto en el que daba la impresión de que el Zaragoza no iba a remontar aunque sacara al Kily González y a los hermanos Milito.

Le dio tiempo a Óliver Torres a hacer una pisadita mágica para salir de una presión zaragocista y no levantar ni un óle en la grada, pero sí en los sofales de los hogares sevillones. También tuvo oportunidad de hacer el 0 a 3 Rafa Gomir , pero estuvo egoistón, como niño que estrena balón en día de Reyes Magos y no se lo pasa a nadie porque se lo estropean.

Final de un partido muy serio del Sevilla en el que Lopetegui puso a sus mejores jugadores sobre el verde, demostrando que no permite que aquí no se relaje ni Locco, la mascota del centenario.