Sevilla - Valladolid: una hora en el limbo
Tras un arranque imperativo en el que se adelantó con un gol de Ocampos de penalti, el Sevilla dimitió del partido hasta recibir el castigo del empate al final
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Iniciar sesiónGenera mayor contrariedad entre el sevillismo porque se trata de una película ya manida. Al lobo se le ve venir desde el confín más remoto. No es la primera vez que a este fabuloso Sevilla de Julen Lopetegui se le queda la faz estupefacta ante ... un adversario de inferior nivel al que apabulla primero, lo golpea a través del gol y, sin razonamiento aparente, le pone después todo lo que haga falta en bandeja para que se levante, reaccione y te dé una merecida bofetada de cruda realidad. La realidad del fútbol, que por otra parte está más que inventada.
Una de estas máximas del deporte rey habla de la elevada factura que acaba pagando el que perdona. Y el Sevilla incurrió anoche en todo el catálogo de pecados posibles, la mayoría auspiciados por su entrenador, para no ganar el partido contra el Valladolid. Dilapidó un sinfín de ocasiones durante los primeros treinta minutos en los que se mostró tremendamente superior. Sólo encontró el gol de penalti. Y partir de ahí, el conjunto de Julen Lopetegui dimitió del partido. Le puso la alfombra roja a su rival durante la hora restante de choque y se marchó al limbo. Una hora en la nada, viéndolas venir, hasta que se consumó el justísimo castigo del empate, en el minuto 87, por medio de un zambombazo imparable del lateral Raúl Carnero. Especular no le queda nada bien a este Sevilla. Duele, sobre todo, porque el desenlace se veía venir a leguas.
Para el antepenúltimo partido del año, Lopetegui tiró de su alineación de gala. Y lo hacía con mucha frescura en la mayoría de sus efectivos, toda vez que sobre el tapete nervionense solamente repitieron dos futbolistas de los que habían sido titulares en la Copa del Rey frente al Ciudad de Lucena, el portero Bono y el mediocentro Fernando. La mejor noticia fue la vuelta al equipo del capitán Jesús Navas, que reapareció después de la lesión con el ímpetu de siempre, si bien terminó acusando la falta de ritmo en el tramo postrero del duelo. El Valladolid firmó una puesta en escena valiente, ejerciendo presión alta, con muy poquitos complejos. La ambiciosa idea de Sergio González, sin embargo, se descosió pronto por la primigenia determinación de los locales, personificada en la figura y el empuje de Lucas Ocampos. El extremo argentino fue el mejor del Sevilla con diferencia. No anda en los formidables parámetros goleadores del curso pasado, pero Nervión sigue teniendo en él una inagotable mina de fútbol y potencia. Ayer le tocó percutir desde la izquierda, con Suso en el otro costado. Cuando arranca en la diagonal hacia adentro, los rivales se empequeñecen. Parecen de otra categoría. En un bello pase de ruptura de Rakitic, Ocampos estuvo a punto de abrir el marcador. Se marchó en velocidad y superó a Masip de vaselina pero el balón acabó estrellándose en el larguero. En-Nesyri no pudo remachar después de cabeza.
La etiqueta de la superioridad lucía claramente para un Sevilla que empezaba a encadenar llegadas y a dibujar la descomposición de su adversario. La balanza se desequilibró antes de la media hora. En-Nesyri cabeceó un balón dentro del área y el exsevillista Fede San Emeterio cortó el balón con la mano de forma pueril… haciendo la pantalla con los brazos extendidos. Pese a las quejas del Valladolid, no hizo falta ni que Mateu Lahoz interviniera desde el VAR. Su colega Gil Manzano lo vio claro en el césped desde el primer momento y decretó el penalti. El líder Ocampos ejecutó con suficiencia engañando a Masip para colocar el 1-0. A partir de ahí, lo mejor es olvidar y resetear. Una hora para no recordar, impropia de un equipo campeón. El Sevilla se aculó atrás y le regaló el traje de grande al modesto. Liderados por Orellana, los pucelanos se fueron subiendo poco a poco a las barbas de un Sevilla ramplón y conformista, desconocido y temeroso. Marcos André envió como serio aviso un taconazo al poste. Y en el 87 se consumó el drama con el espectacular gol de Raúl Carnero que certificaba el justo empate.
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