El método Almeyda cala en la plantilla del Sevilla FC
El argentino es de trato afable pero exigente, muy encima del jugador en los entrenamientos, ejerciendo de líder
Una de las grandes quejas con García Pimienta era la poca calidad del trabajo y escasa cercanía con el grupo
Almeyda hace grupo invitando a la plantilla del Sevilla FC a una cena en la ciudad deportiva
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Iniciar sesiónCada vez que un nuevo entrenador o empleado de gran calado, como podría ser también en director deportivo en un club de fútbol, aterriza en un destino para el que ha sido requerido las primeras impresiones suelen ser positivas. Es como ese necesario aire ... fresco en un lugar que lleva cerrado demasiado tiempo. Cada maestrillo acude con un libreto distinto, tratando de modificar hábitos de trabajo, moviendo ese árbol de la rutina, lo que es acogido con agrado por las personas que están bajo sus órdenes. Como si necesitasen cambiar un chip para que se les encendiese la luz del trabajo y las ganas. Esto sucede mucho en los equipos de fútbol, incluso en los que ganan con asiduidad, que terminan necesitando un discurso distinto para reactivar sus cabezas. Y esa es la tarea ahora de Matías Almeyda, entrenador del Sevilla, cuyas primeras semanas en Nervión están dejando un poso importante en el vestuario, creyendo haber encontrado ese líder que necesitaban en la figura principal de todo organigrama deportivo.
Siempre saltan las diferencias entre un método de trabajo y el siguiente, sobre todo si es diametralmente opuesto. Con Joaquín Caparrós entre García Pimienta y Matías Almeyda, aunque el utrerano no tuviese tiempo nada más que a competir semana a semana, la comparación está servida. Y es que el entrenador catalán terminó sufriendo el enfado del bando más veterano de la caseta. Jugadores como Suso o Saúl, que encima eran capitanes designados por el club, alertaron de que la calidad y cantidad del trabajo diario no era el idóneo. Además, acusaban a su técnico de ser distante en el trabajo, colocando por delante a parte de su equipo de trabajo, incluyendo a ese coach que había traído de sus anteriores aventuras y que terminó chocando con algunos jugadores porque lo consideraban un elemento extraño en el vestuario.
Almeyda, por su parte, no para quieto en los entrenamientos. No son las horas que pasa trabajando en la ciudad deportiva, que también, sino la involucración que se le ve durante el trabajo diario de los jugadores. Su equipo de trabajo se centra en la parcela física y en la específica de cada área, llevando el azuleño la voz cantante en cuando a los ejercicios con balón. En cada serie o en los propios partidillos le gusta parar en mitad de una jugada y corregir lo que interpreta que no se está haciendo como es debido. Un hombre muy exigente y a la misma vez cercano, tratando de hacer comprender al jugador el porqué de sus decisiones, queriendo que abra su mente a la hora de ejecutar cada ejercicio, que no sea algo monótono, sino cada vez una nueva experiencia con la que enriquecer su propio catálogo personal.
Trabajo diario
Y el grupo siempre va primero. Por eso mismo le gusta sentarse con los jugadores a la finalización del arduo trabajo, ya que les está dando un ritmo frenético en el apartado físico, y sentirse uno más de ellos en la hierba, como si siguiese formando parte del vestuario pero como futbolista. Esa esencia del jugador que un día fue acompaña al Almeyda entrenador, conociendo a su vez las inquietudes que pueden mover al profesional. También busca esos momentos íntimos en los que hablar individualmente con sus pupilos. De lo futbolístico y lo personal, conociendo cada caso particular y tratando de ayudar en lo que puede. Y esa intención de hacer un grupo férreo y unido la ha llevado consigo en sus anteriores destinos, desde que comenzase dirigiendo a River Plate en la Segunda argentina, una experiencia que provocó que no le asustase ningún reto que pueda aparecer en su carrera.
Para impulsar esa familia con la que pretende convivir, al menos, los próximos tres años, el contrato que ha firmado con el Sevilla, el mismo lunes invitó a cenar a toda la plantilla, cuerpo técnico, dirección deportiva e incluso presidente. La plantilla le recibió con una ovación, en parte porque fue el último en llegar a la cita tras el entrenamiento vespertino, un gesto que denota el buen ambiente que se respira. Todo hasta que comience a rodar la pelota y sean los resultados los que dictaminen si la calidad del trabajo o el supuesto ambiente de camaradería sirven para que el Sevilla levante el vuelo o siga peleando en las catacumbas de Primera división.
Cuenta con la cantera
Aparte de estar muy encima de qué comen los suyos y esperando que la mayoría de las comidas las hagan sus jugadores en las propias instalaciones sevillistas, ya que el nuevo edificio del primer equipo de la ciudad deportiva cuenta con ese servicio, fuera de ese control estricto Almeyda también impulsa que aparezcan cuantos más canteranos mejor en el trabajo diario de sus hombres. No sólo quiere ver a las nuevas generaciones para seguirlas de cerca en su evolución, sino que cree que es positivo contagiar a la primera plantilla del espíritu competitivo y el deseo por llegar que desprenden esos canteranos que aún ven lejísimo la posibilidad de llegar un día a ese nivel.
Sus años en argentina y el haber estado criado en una escuela como la de River le aconsejan que no pierda de vista los posibles talentos que quedan ocultos cuando nadie les deja florecer con esas pequeñas oportunidades diarias que va ofreciendo el argentino. Tiene a los equipos de cantera y a los propios entrenadores del fútbol base ilusionados con su implicación en el trabajo que se realiza en el Sevilla en el proceso evolutivo.
Un estilo muy Mendilibar
En cuanto al estilo de juego, las palizas físicas a las que somete el preparador físico del Sevilla a sus hombres tienen un sentido real y demostrable sobre la hierba. Matías Almeyda busca un conjunto que no deje ni respirar a su rival. Que sea intenso en todo el campo, incluso con marcajes individuales en zonas adelantadas del campo, con esa posibilidad de robar y salir. Sin dejar un solo respiro ni tiempo de reorganizarse a quien ha perdido la posesión. Porque no es un hombre al que le guste tener la pelota por tenerla. Más bien el término sería darle utilidad a esos porcentajes de balón en cada partido. Y eso sólo se consigue cuando se avanza siempre. Romper líneas. Cambiar el balón de banda y que los laterales suban de forma constante. Un fútbol que también implica unos riesgos defensivos. Y de ahí vienen sus primeras peticiones o exigencias
Como informaba ABC de Sevilla días atrás, el entrenador ha pedido comenzar la casa por los cimientos reforzando la última línea del equipo. O la primera, según se mire la pizarra. Ha solicitado el esfuerzo necesario en mejorar la defensa, más si se concretase el adiós de Badé, habiéndose hecho ya la idea a que Juanlu lo tiene perdido, un lateral que sí hubiese jugado con él. A Carmona no lo ve titular y necesitará un jefe que ayude a Kike Salas. También sabe que no tiene un rematador de área, mientras que el uno contra uno de sus extremos le permitirá ese vértigo que tanto persigue. Matías Almeyda ha llenado con un aire fresco el vestuario del Sevilla. Sus métodos están calando en la plantilla y con refuerzos reales se piensa en hacer una mejor temporada. Castillos en el aire hasta que la pelota comience a rodar.
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