Betis - Atlético
Un vendaval de fe llamado Betis acaba con el maleficio del Atlético (1-0)
Crónica
Extraordinario ejemplo de brega y empuje para jolgorio y triunfo de los de Pellegrini, que tuvieron dos postes como los colchoneros y duermen quintos de forma provisional
La impresionante estadística de tiros del Betis ante el Atlético en la primera mitad
El Betis celebra el gol en propia portería de Giménez ante el Atlético
Un tornado de palmas verdiblancas y juego cuando tocaba llamado Betis acaba con el mal fario de años con el Atlético de Simeone, a quien en el arranque consiguió endosar el único gol, milagros aparte, que subiría al marcador, obra de Giménez en propia ... puerta en el arranque del partidazo. Lo cierto es que los verdiblancos gozaron de una infinidad de ocasiones en el Villamarín y fueron superiores en casi todo el encuentro, con dos postes que pudieron amarrar los tres puntos mucho antes del pitido final. Pero el Atlético no se amilanó en el segundo acto y obligó a los de Pellegrini a sudar de lo lindo para poder firmar un nuevo triunfo liguero que se suma al de El Sadar. Son ya 18 los puntos que permiten al cuadro bético dormir en la quinta plaza de LaLiga EA Sports, que es valedera para la Europa League, a expensas de lo que pase en el Mallorca - Athletic de este lunes.
Cinco años de respetuosa rivalidad, con sus cuatro dolorosas derrotas y sus dos amargos empates, pueden acabarse en cuatro minutos de competición. Pueden durar un mundo pero cuatro minutos de este Betis valen un universo. O es al menos lo que pensaba, ya que en apenas esos instantes el club verdiblanco se imponía en el marcador al colchonero, siendo Giménez quien se introducía el esférico en su propia portería, después de que el primer vuelo de las aerolíneas Abde despegase desde el flanco izquierdo y forzase la cobertura de no uno, sino de los dos centrales atléticos, que en el arrastre marcan el tempranero gol a favor de los heliopolitanos. Nadie se lo olía entonces, pero el Betis no sólo había marcado gol, había ganado el duelo, porque había hecho saltar por los aires el presunto plan defensivo de Simeone. Justo contra quien tanto le había costado derrocar tiempo atrás. Era todo como en la vida: una honesta cuestión de insistencia. Lo mejor para los béticos no es que los de Pellegrini se adelantasen rápidamente, sino esa valiente forma de reaccionar ante la precoz ventaja otorgada por ese tanto propio. Dar el gigantesco paso adelante en todas las líneas, ese orgullo propio y esa verticalidad que faltó en fases de Varsovia o ante el Copenhague. Simeone pedía tranquilidad a los suyos, mareados y descolocados, ante la constante amenaza verdiblanca entre los espacios que iban naciendo de quienes están llamados a jugar y hacer jugar sin Lo Celso e Isco. Partía Fornals hacia el interior y Chimy y Vitor Roque exigían a la retaguardia rojiblanca a partes iguales. Sería Abde quien a la postre acabaría buscando el disparo raso, arrebatando otro suspiro de los labios del Villamarín. Hasta que Cardoso se autoproclamó director de orquesta de una sinfónica llamada Betis. Lo suyo es para sacarse un abono aparte. Un Johann Strauss que a golpe de la melódica Radetzky iba inspirando las palmas de quienes allí presenciaron su calidad. Lo del estadounidense es para disfrutarlo en vivo y en directo e ir al compás que él marca, porque el Betis baila con él a falta de otras voces cantantes.
Y era mejor el Betis en todas las líneas porque leyó mejor todos los planteamientos posibles a la hora de irse hacia arriba, tanto que apenas necesitó defender en el primer acto. Lo entendió a la perfección un Cardoso que cristalizó el peligro con un servicio sensacional al que llegaría con toda la ventaja del mundo Abde. Le dio tiempo a ver levantarse a cámara lenta a la hinchada para ver cómo iba a rematar el marroquí, que a la hora de chutar ante Oblak, viró demasiado su tiro y erró el que a todas luces se cantaba ya como 2-0. La ruptura de Abde fue tan sensacional como desajustado su lanzamiento en un lance que hubiese puesto muchas cosas de cara a tan poco de empezar el encuentro. Aquello era una mera cuestión de empuje, porque el Atlético no sólo no era capaz de llegar a los dominios de Rui Silva, es que directamente estaba encerrado y asediado en su propia meta al no ser capaz de superar la presión local y la velocidad en la asociación de la zona de tres cuartos. Eran aviones F14 contra barquillas en el puente del río Betis. Por eso Abde volvía a acariciar la segunda diana merced a un larguero que detuvo el gol verdiblanco. Cedió con maestría y tacón un Vitor Roque que fue testigo de excepción de una nueva tentativa que engrosaría la nómina de los heliopolitanos.
El Villamarín se volcaba con los suyos, en parte sorprendidos por el sobresaliente dominio, que se dilataba en el tiempo, en parte por la cantidad de juego que era capaz de generar el equipo de Pellegrini en los metros finales. Hasta Altimira se atrevió con un disparo, poco antes de que Witsel tratase de desquitarse de los males defensivos con una clara ocasión para los colchoneros. Europa seguía lastrando más a Simeone que a Pellegrini y quedaba constancia de ello en otro robo en zona alta por parte del Betis que finaliza Vitor Roque. Es Cardoso quien le roba la cartera a Gallagher, y lo de robar es sólo un decir, porque el inglés nunca la tuvo en su bolsillo, para dejarle la pelota franca a su compañero, cuyo remate sale extraviado. En este punto el Betis es mitad trituradora, mitad mecedora, porque el esférico va y viene sin control alguno por parte de los visitantes, que ven de nuevo partidas sus esperanzas por un zarpazo de Vitor Roque. Dientes, dientes. Salieron ovacionados al descanso los jugadores, a quienes sólo se le podía achacar que la renta fuera tan exigua contra tanta posibilidad de encarrilar el triunfo.
Simeone introducía a Javi Galán y Sorloth, pero ni el triplete más letal de la tierra podía con las ganas de ganar del Betis. Seguía percutiendo por banda un astuto Cardoso y Abde tenía la enésima tentativa, en esta ocasión de media volea, para levantar otro ole verdiblanco. Griezmann no la olía por Cardoso, hasta que el Atlético hilvanó una buena acción que los devolvía al partido. Julián Álvarez también inquietaba con un tiro la meta bética sin premio. Pero seguía incisivo el Betis por el carril zurdo de Abde, a quien se le hacía pequeño el marco defendido por Oblak. Se lanzaba al césped Cardoso, vencido por el peso de tanta calidad, y cuando iba a entrar en su lugar el joven Mateo, el Villamarín pedía que volviera: «Johnny, Johnny». Se quedaba. Y tanto que se quedaba, cinco robos del medio estadounidense en la medular, cuéntenlos, cinco. Para prolongar para Abde, y le cayera para anotar clarísima a Fornals, que arma el disparo, congela a la defensa rojiblanca y ve cómo su chut se estrella en el palo. Pintaba a golazo.
Entonces llega el lance de la polémica, cuando Gil Manzano primero señala penalti de Javi Galán sobre la cabeza de Fornals, y tras revisarlo en el VAR, considera que la pena máxima no existe pese a que el contacto es flagrante y él mismo así lo indicaba en primera instancia. A la cabeza se llevaban la mano los más de 52.000 béticos allí congregados, que no podían entender la decisión del colegiado. Tampoco la de parar el partido por incomodar a un futbolista, algo que indignaba al Villamarín. Entraba Assane por un Chimy que se llevaba el mejor aplauso desde que llegó a Sevilla. Y no se lo pensaba el canterano que en la primera que tuvo al borde de la frontal le pegó a la bola con el alma. Fuera. E inmediatamente, Julián Álvarez se topaba con el poste. Y luego Correa, el puñetero Correa. Y el gol final anulado a Vitor Roque. Era turno para respirar quien aún pudiese y aguantar hasta el final, el merecido final, en volandas de una afición que nunca cesó de animar a un equipo que se pone a dos puntos de quien derrotó esta misma noche y obliga a Mallorca y Athletic a ganar este lunes, durmiendo en una quinta plaza que sabe a gloria. A pura gloria.
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