Guía para ver los toros en la Maestranza de Sevilla
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¿Cuándo empieza una corrida de toros?
Ésa es la gran pregunta que debemos hacernos para comenzar este episodio. ¿Consideramos el toque de clarín como el pitido inicial de una corrida o es preferible arrancar con una mirada retrospectiva sobre esa secuencia cronológica que desemboca en el festejo? El primer toro, en ... el caso de la Maestranza, salta al ruedo cuando pasan unos minutos de las seis y media de la tarde.
Aunque horas antes ese burel se ha enchiquerado, sorteado, enlotado, reconocido, desembarcado, embarcado, apartado, preparado y criado.
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Los aficionados acuden a la plaza
La previa en los alrededores de la plaza de toros es un momento señero del festejo. En Sevilla, bares como el Taquilla, el Ventura, la Bodeguita Romero o el Serranito son frecuentados por los aficionados. Bien para un café, bien para un refresco, bien para una bebida espirituosa.
Las puertas de la plaza de toros se abren al aficionado una hora antes del festejo. En el caso de la Maestranza, los porteros abren los accesos al coso a las 17.30 horas. Hay aficionados que procuran llegar pronto para comprobar cómo se va organizando el puzzle: los areneros que riegan y pintan las rayas del tercio, los espectadores que toman asiento, los mozos de espadas que deambulan por el callejón colocando los capotes y utensilios de los toreros, la banda de música que calienta pulmones… Todo ello conforma el time lapse de los toros, una película en la que se transforma un edificio vació en un hervidero de aficionados en cuestión de minutos.
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Llegada de los toreros
Los toreros deben llegar reglamentariamente antes de los veinte minutos previos a la celebración del espectáculo. Se suelen alojar en hoteles clásicos de la ciudad, muy especialmente en el Hotel Colón, conocido popularmente como el 'hotel de los toreros'.
A la plaza acceden por la calle Iris, que es un tramo pequeño que une la calle Antonia Díaz con el coso del Baratillo. Ese callejón rebosa de aficionados que aguardan para ver la entrada de los toreros y desearles «suerte», desde la moderación y prudencia que merece un momento tan comprometido como ése para quien va a poner en juego su vida. Los matadores entran por el conocido como 'patio de cuadrillas', un espacio en el que los picadores calientan sobre los caballos y en el que hay una pequeña capilla para que los diestros se encomienden y aíslen.
Mientras tanto, los aficionados ya sí deben estar tomando asiento para que cuando salte el toro al ruedo nadie quede por acomodar.
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Las partes de la plaza
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ContinuarLa plaza se divide por sectores: sol y sombra; tendidos y gradas. La zona de sol es el frente opuesto a donde generalmente se desarrollan las lidias, un espacio más asequible de precio por su lógica 'incomodidad'. Por su parte, la zona de sombra es la preferente, donde más cerca se desarrolla el grueso de la lidia.
Los tendidos son los asientos más bajos de la plaza de toros y las gradas son los espacios altos, cubiertos entre arcos. Esta última zona adquirió notoriedad desde que la institución maestrante la remodeló hace más de una década, tanto por su comodidad como por la protección que proporciona ante las inclemencias meteorológicas.
Además, entre los asientos del tendido y el ruedo hay un pequeño espacio conocido como callejón, en el que se refugian toreros, cuadrillas, apoderados y autoridades del festejo.
Quienes no visten el traje de luces ni realizan una función indispensable, deberán estar protegidos en alguno de los burladeros que hay en su interior, puesto que no es descabellada la posibilidad de que el toro salte las tablas.
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Arranca la corrida: el paseíllo
A las 18.30 horas el presidente del festejo, que suele ser un cargo de confianza de la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía, asoma el pañuelo desde su balcón. Es la señal que avisa al portero del patio de cuadrilla para que éste dé el clásico 'cerrojazo' de ese portón con el que arranca a su vez la banda de música del Maestro Tejera, interpretando el pasodoble 'Plaza de la Maestranza'.
Los primeros en pisar el ruedo son los alguacilillos, dos jinetes que homenajean a los originarios representantes de la autoridad que debían despejar el ruedo de aficionados que allí formaban tertulias. Esos alguacilillos piden primero permiso al presidente y posteriormente preceden a los toreros a lo largo del paseíllo, que es el camino que estos emprenden desde el citado patio de cuadrillas hasta los bajos del palco presidencial, donde deberán cumplimentar con la autoridad.
El paseíllo lo conforman, en el caso de ser una corrida de toros regular, tres matadores de toros, nueve banderilleros, seis picadores, un servicio de mulillas y un equipo de areneros. Los matadores llevan en sus respectivas cuadrillas tres banderilleros: dos lidiadores, encargados de lidiar con el capote los toros; y un tercero, responsable de atronar al toro tras su lidia. Todos ellos deberán banderillear a los bureles. Además, en la cuadrilla habrá dos picadores, uno por cada toro.
El varilarguero de turno se colocará en el tercio de sombra, a contraquerencia, para medir la bravura del toro. Esta 'contraquerencia' es el modo en el que se cita al animal en la zona opuesta a su querencia; es decir, donde menos le puede apetecer ir. Junto a la puerta de cuadrillas aguarda el segundo picador, por si tuviera que socorrer a su compañero.
Además, en la cuadrilla hay un mozo de espadas, que es el profesional que se encarga de vestir al torero y atenderlo durante el festejo, y un ayuda de mozo de espadas, que atiende al resto de la cuadrilla. Los toreros llegan al coso montados en una furgoneta, que conduce un chófer que también conforma la cuadrilla.
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Partes de la lidia
Una vez que todo eso ha pasado, empiezan a salir de un modo ordenado los seis toros de la corrida. Las faenas se dividen en tres tercios: el primer tercio o tercio de capote, en el que se incluye la suerte de picar; el segundo tercio o tercio de banderillas; y el último tercio o tercio de matar, en el que el torero trata de dominar a la fiera como preparación de la suerte suprema.
La lidia, que ha ido perfeccionándose históricamente, cambió especialmente en este último tercio, cuando los matadores de toros no eran meros 'estoqueadores' ni auxiliares de los picadores, principales protagonistas al inicio de la fiesta, sino que ya intentaban lucirse durante ese trance, lográndose desde el último siglo que éste sea el momento principal de la obra, en el que se procura la belleza y la plasticidad artística.
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¿Qué atuendos lleva el torero?
Los toreros visten lo que se conoce como traje de luces, que consta de tres piezas: taleguillas (pantalón), chalequillo y chaqueta. El proceso comienza por la colocación de unos leotardos para que las taleguillas, especialmente ajustadas a la medida del matador, resbalen hasta encajar en su sitio. Después se colocan las medias, que son de color rosa y llevan bordadas en negro unas espigas. Una vez colocadas las taleguillas, con sus respectivos tirantes, se abotona la camisa de chorreras y el corbatín. Por último, y tras cubrir el torso con chalequillo y chaqueta se colocada el añadido, o castañeta, que es un artilugio distintivo que se coloca en la nuca, y las manoletinas, o zapatillas.
El torero sale del hotel portando sobre sus manos la montera y un capote de paseo (bordado que luce durante el paseíllo), que cambiará antes de la salida del primer toro por un capote de percal, antiguamente de seda. En el último tercio se utiliza la muleta, que es de franela y color rojizo.
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El toro bravo
El origen del toro bravo es tan difuso como legendario. Un animal que ya aparecía en la Babilonia de hace 4.000 años y que a través de una selección genética, originada tras el comienzo caballeresco y popular de la tauromaquia, se consigue moldear ese animal indómito hasta lograr un 'toro bravo' que no sólo usa sus astas como medio de defensa sino que despierta en su instinto la acometida y persigue sin descanso al torero y sus engaños —artilugios con los que intenta burlar al toro, como el capote y la muleta—.
Los ganaderos de bravo han conseguido una especie animal única. Ellos se encargan de ir perfeccionando cada día sus vacadas a través de la selección genética y morfológica, así como brindándole una importancia suprema al comportamiento que estos animales muestren durante sus respectivas lidias.
Los criadores batallan por esquivar los problemas de consanguinidad, por lo que deben prestarle una especial atención a la filiación de sus animales e intentar abrir en la medida de lo posible las diferentes ramas familiares que existen dentro de una misma vacada, para evitar que la llamada depresión consanguínea le mengüe la eficacia biológica de la ganadería por falta de variabilidad genética. La heredabilidad de caracteres también redunda en los citados fenotipo y comportamiento del toro bravo.
Otro de los aspectos que priorizan los criadores para perfeccionar ese comportamiento del toro en la plaza es el tentadero en la ganadería, una prueba por la que pasan todas las hembras de la vacada con el fin de que únicamente las que demuestren su capacitación puedan ejercer como criadoras y consigan transmitir esos valores hereditarios a sus crías.
Históricamente ese proceso se sustentaba en el tercio de varas, un modo de 'castigar' a través del caballo de picar a la becerra para comprobar si tenía la suficiente raza como para «crecerse en el castigo», habitualmente expresado en la jerga.
Fue Joselito el Gallo, considerado 'Rey de los Toreros', el que iniciado el primer tramo del siglo XX les hizo ver a los ganaderos la importancia que debían otorgarle al tercio de muleta para aprobar no sólo la vaca que acometiera una y otra vez al caballo de picar, sino que además tuviera fondo y buenas aptitudes durante su lidia muleteril.
Por su parte, los sementales se escogen bien por haber sido indultados en la plaza o por criterios genéticos que empujan al ganadero a 'sacrificarlo' en el campo, tentándolo como a las becerras, para comprobar su condición en plenitud.
Una vez que el ganadero tiene vacas de vientre, prepara diferentes lotes de en torno a una veintena de ellas a las que se le asignan los respectivos sementales. Por lo general, estos cruces siempre van en función a la intuición del ganadero, entendiendo que a la vaca que tiene poco desarrollo de pitón le puede ir bien un toro que tiene especial longitud de astas, igual que a un toro excesivamente bravo le beneficiaría una vaca algo más enclasada que 'suavice' la embestida de la futura cría.
Con todo ello, una vez que nacen los becerros, pasan entre cuatro y cinco años hasta que se lidian en una corrida de toros en la Maestranza. Para escoger los animales que más se adecúan al carácter del coso hispalense, la empresa Pagés, gestora de sus espectáculos, tiene unos profesionales conocidos en el argot como 'veedores', quienes acuden a las fincas para escoger, por tamaño y características, el toro más acorde al gran templo del toreo.
Los toros se 'señalan' meses antes de la corrida, momento en el que son apartados del hato para que aguarden en un cercado especial. Días antes de la celebración del espectáculo llega la primera visita del equipo presidencial, que incluye varios veterinarios, para reconocer el estado de los toros y dar su aprobación antes de que se embarquen en un camión rumbo a la plaza.
Cuando el toro llega a la plaza se desembarca y vuelve a ser reconocido por el equipo veterinario, quienes comprueban que el animal no sufre ningún tipo de herida o impedimento que condicione su lidia. Aprobados en el reconocimiento, llega el turno de las cuadrillas de los respectivos matadores anunciados, quienes se encargan de 'enlotar' los seis toros y escoger, de acuerdo con la autoridad, los dos astados que quedarán como sobreros. Este proceso es el de fragmentar la corrida en tres lotes de dos toros, siempre de un modo equilibrado.
Es decir, los banderilleros estiman, grosso modo, que el toro más grande deberá ir con el más chico, así como que el más bonito irá con el más feo, resultando lo que conocen los profesionales como el lote «intermedio». Ahí se inicia el reglamentario sorteo, para que sea la fortuna la que conceda los respectivos toros a los toreros. Se suelen apuntar los números de los astados en un papel de fumar y se hacen tres bolitas que se vuelcan en un sombrero para que evitar algún tipo de trampa.
Tipos de toro según la capa
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ContinuarTodo lo que se ha citado hasta este punto corresponde al trabajo entre bastidores de los profesionales taurinos, acciones que no tiene por qué ver un espectador para alcanzar la emoción durante el espectáculo, aunque sí aporta un alto grado de información que repercute en el juicio que éste haga del festejo.
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