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EL CONTRAPUNTO

«TXUSITO» EGUIGUREN EL MALTRADOR

ISABEL SAN SEBASTIÁN

El caso de Eguiguren es la demostración de que el PSOE aplica esa máxima antipedagogía: «Haz lo que yo digo, no lo que yo hago»

POCOS ejercicios de cinismo político igualan al que exhibe el PSOE, con Alfredo Pérez Rubalcaba a la cabeza, en lo que atañe a la violencia machista. Se llena la boca ese partido condenando sin paliativos esa lacra execrable. Presume de ser el único que realmente ha abrazado la causa de la mujer, incluso cuando es sorprendido en flagrante renuncio. El sábado, su secretario general reconocía en una entrevista televisiva que había cometido un grave error al permitir que su compañero de filas en el Ayuntamiento de Ponferrada, Samuel Folgueral, se valiese del apoyo del acosador Ismael Álvarez para arrebatar la Alcaldía al vencedor de las elecciones, el popular López Riesco, y que le obligaría a renunciar al bastón de mando o romper el carnet del puño y la rosa, que es lo que va a hacer el nuevo alcalde. Nada dijo sin embargo Rubalcaba de Jesús Eguiguren, «Txusito», presidente de los socialistas vascos, amigo de asesinos etarras y maltratador sentenciado en firme por propinar una paliza a su esposa.

El caso de Eguiguren es la demostración palmaria de que el PSOE aplica a rajatabla esa máxima de la anti-pedagogía que reza: «Haz lo que yo digo, no lo que yo hago». Este dirigente guipuzcoano de trayectoria oscura, embajador personal de Zapatero ante la banda terrorista en la negociación secreta y negada que precedió a la oficial, fue condenado en 1992 a diecisiete días de arresto domiciliario por golpear a su esposa con las manos, un paraguas y un zapato, en el transcurso de una discusión conyugal. Poco castigo parece el citado para tan grave conducta, cuando los socialistas llevaban ya una década gobernando España y podían haber endurecido las penas por semejantes delitos. No lo hicieron, a pesar de todas sus proclamas, como tampoco expulsaron de sus filas al maltratador, cuya mujer, al igual que hacen tantas víctimas de esta violencia destructora de la autoestima femenina, retiró la denuncia formulada contra él y obligó a la Fiscalía a actuar de oficio con el fin de evitar la impunidad del agresor.

Han pasado más de dos décadas desde esos sucesos y ahí sigue «Txusito», elevado a la Presidencia del Partido Socialista de Euskadi, cargo para el que resultó reelegido hace menos de un mes y desde el cual afirma su deseo de construir una gran Euskal Herría siguiendo los designios de Sabino Arana y Arnaldo Otegi. ¿A nadie se le cae la cara de vergüenza? ¿Qué opina Elena Valenciano del asunto? ¿Cómo lo justifica Rubalcaba?

Tengo para mí que el hecho de que Eguiguren la emprendiera a paraguazos con su señora pesa menos en el ánimo socialista que los servicios prestados por este sujeto en el transcurso del largo historial de contactos, «tomas de temperatura», negociaciones, acuerdos bajo manga y chanchullos de todo tipo protagonizado por el PSOE y ETA. No en vano él mismo, «Txuisito», se ha declarado en alguna ocasión «colega» de Josu Ternera y ha confesado haberse tomado más de un café con él para charlar tranquilamente de lo divino y lo humano, prescindiendo de «minucias» como que Urrutikoetxea Bengoetxea, «Ternera», sea un etarra huido de la justicia, autor, entre otras salvajadas, de la peor matanza de niños perpetrada por la banda en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. ¿Qué es una bofetada o un zapatazo a una esposa indefensa frente a un atentado como el mencionado? ¿Por qué iba a vacilar un tipo como Eguiguren ante una mujer, si no le tiembla el pulso ni se le altera la conciencia en presencia de un asesino múltiple con quien prefiere degustar un cafelito que denunciarle a la Guardia Civil?

Ése, señor Rubalcaba, es el presidente de su partido en el País Vasco. ¿A qué espera para expulsarle?

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