WAD-AL-HAYARA
El Parador
Molina siempre cogió a trasmano del poder: pocos votantes y, por lo tanto, escasos réditos políticos
FERNANDO ROJO
La cosa viene de lejos. El parador es una aspiración de Molina de Aragón desde los tiempos de la Segunda República. En 1931 fue declarado su castillo monumento nacional. Todos pensaron en la impresionante fortaleza que preside la ciudad como el edificio ideal para acoger ... un establecimiento de esta naturaleza. Pero Molina siempre cogió a trasmano, sobre todo de los círculos de poder: pocos votantes y escasa influencia. Levantar un parador en el castillo requería de una apreciable inversión para los escasos réditos políticos que otorgaba. Por eso, nunca se hizo, ni nunca se hará en el castillo. Y hubiera sido lo lógico, atendiendo al inicial espíritu del Marqués de la Vega Inclán , que no era otro que el de mantener en pie parte el vasto patrimonio histórico español.
Pasaron los años y el proyecto cayó en el olvido. Hasta septiembre de 2005. Andaban soliviantados los ánimos en la provincia de Guadalajara como consecuencia de la gestión del incendio en el que habían fallecido once empleados forestales en Riba de Saelices.
Zapatero y Barreda necesitaban congraciarse con la población de la zona . Y se les ocurrieron dos ideas de impacto: una, impulsar en Corduente una planta de biomasa, que sí llegó a ser inaugurada, pero que Iberdrola ha tenido que clausurar hace unos meses por las cuantiosas pérdidas que generaba; y la otra, prometer la construcción de un parador nacional en Molina de Aragón. No en el castillo, sino en un solar municipal.
Zapatero y Barreda se dieron prisa en anunciarlo, pero luego metieron el proyecto en un cajón durante seis largos años. Hasta que, en plena campaña electoral de 2011, se hizo el paripé de colocar «la primera piedra», que dejaron como herencia —junto a un agujero en la sociedad de Paradores de 100 millones de euros— al gobierno siguiente. Luego, ya saben, ha llegado la hora de meter la tijera . Y el ejecutivo de Rajoy va dando largas a la espera de tiempos mejores.
Y a sé que el senador socialista Jesús Alique cuenta de otra manera esta historia. Tiempo tuvo su partido —seis años— para haberla cambiado. No lo hizo y ahora le entran las prisas. A buenas horas.
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