Ellas también son baronesas Thyssen
Carmen Cervera no es la única que ostenta el título; dos exmujeres de «Heini» siguen utilizando ese apellido. Sus vidas serán reveladas en las explosivas memorias del barón que se publicarán este otoño

«Éxito en los negocios y fracaso en la vida privada... ese tendría que ser el lema de nuestro escudo de armas». Así solía bromear el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza de Kászon sobre su turbulento historial sentimental marcado por c uatro escandalosos divorcios y un quinto matrimonio , con Carmen Cervera, que trajo consigo una disputa legal multimillonaria en el seno de su familia.
Tal como señaló la prensa alemana tras su muerte, en abril de 2002, el barón siempre fue visto «como un rico mujeriego». Pese a haber sido uno de los empresarios más poderosos de Europa y uno de los coleccionistas de arte más importantes del mundo, «Heini» se convirtió en un mito gracias a su otra colección, la de sus mujeres. «A diferencia de ellas, mis cuadros no pueden contestar», señaló alguna vez. Seguramente sus ex tengan algo que decir cuando lean «Yo, el barón Thyssen» (Planeta), las memorias inéditas del industrial que se publicarán en otoño.
Soltero por un día
El barón se casó por primera vez en 1946 . Su esposa, la princesa Teresa zur Lippe-Weissenfeld , era miembro de una de las familias más encumbradas del extinto Imperio Alemán. Demasiado encumbrada para el nieto de un industrial con un título menor. Quienes conocieron a la pareja aseguran que Teresa le menospreciaba. Con un hijo de por medio y ocho años de matrimonio, Heinrich pidió el divorcio en 1954 alegando que su esposa era «insufrible».
Solo un mes después llegó una modelo inglesa. Su nombre, Nina Dyer . El barón le compró una isla en el Caribe, dos coches deportivos, una pantera negra, y una fortuna en joyas. A cambio, Dyer utilizaba el dinero de su marido para mantener a su amante, el actor francés Christian Marquand. El matrimonio duró dos años y en el acuerdo de divorcio ella se quedó con medio millón de libras y un castillo en Francia, para terminar suicidándose a los pocos años.
«Suena estúpido, pero odio divorciarme» , admitió el barón. «Intentaré permanecer soltero por un tiempo». Tres meses, concretamente, duró su soltería. En septiembre de 1956 se casó por tercera vez, con la escocesa Fiona Campbell-Walter , una de las modelos más cotizadas de los años 50. «Es tan joven que el maquillaje no se fija en su rostro», comentaban los estilistas que trabajan con ella. Fiona tenía 24 años; el barón, 35.
La más bella del mundo
Con la tercera baronesa Thyssen las cosas empezaron a mejorar para Heinrich. En 1958 nació Francesca, la niña de sus ojos. Para él, Fiona era su mejor obra de arte. El fotógrafo real Cecil Beaton la consideraba su musa y favorita mientras que el pintor Pietro Annigoni, retratista de la Reina Isabel II, la nombró «una de las tres mujeres más bellas del mundo». Quizá lo era demasiado.
En 1963, con el nacimiento de Lorne, el tercer hijo del barón, corrió el rumor de que el niño era fruto de un romance de Fiona con el productor de televisión estadounidense Sheldon Reynolds. Solo dos años después llegó el divorcio y la confirmación de la relación entre la exmodelo y el famoso productor.
«Heini ve a los niños más ahora que cuando estábamos casados», reveló Fiona en agosto del 66. Ella se quedó con «Chesa Alcyon», el fabuloso chalet de su ex en St. Moritz, y volvió a trabajar como modelo utilizando el apellido Thyssen. «Aunque no lo tomo como una carrera. Lo hago para viajar y hacer cosas que de otra forma no podría», comentó. «He aprendido a cocinar la trucha que pesco».
Y su siguiente pez fue uno de los grandes: Alexander Onassis, hijo del armador griego, con quien mantuvo un tortuoso noviazgo. «Ari» Onassis vetó a Fiona por ser dieciséis años mayor que su primogénito. «La baronesa Thyssen cree que no podrá alcanzar su sueño dorado: casarse con Onassis Jr.», fue el titular de un reportaje protagonizado por ella en el que decía que «jamás aceptaría vivir como Jackie Kennedy». Tras la trágica muerte de Alexander en un accidente de avión, en 1973, se descubrió que nunca se habían distanciado.
Mientras tanto, el barón Thyssen ya estaba inmerso en su cuarto matrimonio. Heinrich conoció a la brasileña Denise Shorto durante una recepción de la embajada de Holanda en París. Pero el flechazo ocurrió unos meses después, en diciembre de 1966, en la estación de esquí suiza de Gstaad. Según el hermano de Denise, el banquero Alan Shorto, «Heini» se coló en una fiesta para conquistarla.
La rubia de oro
Al industrial le gustaban las mujeres inteligentes, pero detestaba a aquellas que intentaban «entablar discusiones profundas o demasiado intelectuales». «Eso lo puedo hacer con amigos o profesores», dijo en una entrevista. Joven, rubia y atractiva, educada en Suiza, Estados Unidos y Francia, y políglota, Denise era exactamente lo que buscaba. Doce meses después de su primer encuentro, se casaron.
Rodeada del lujo de «Villa Favorita», la mansión de los Thyssen en Lugano, Denise se convirtió con 24 años en la cuarta baronesa. «Mi vida allí consiste en ser feliz, conocer gente nueva y mimar a mi marido», explicó durante una visita a Australia. Cuando le preguntaron qué sentía al estar casada con uno de los hombres más ricos del mundo, respondió: «No pienso en él de esa manera».
Lo cierto es que Shorto pensaba más en el marchante del barón que en el barón. Su amorío con el italiano Franco Repetti duró hasta que él, adicto al alcohol y la cocaína, decidió lanzarse al vacío desde un piso en Nueva York, en 1978. Los amigos de los Thyssen decían que Heinrich sabía que su mujer y Repetti le engañaban y que incluso toleraba el rumor de que el hijo de ambos, Alexander, era fruto de esa infidelidad.
Cuatro viudas y un funeral
En 1981 «Heini» conoció a Tita Cervera en Cerdeña , pero no abandonó a Denise hasta el 85. Como venganza, ella inició una feroz batalla legal en los tribunales de Londres. Durante ese proceso el barón desveló que su ex acumulaba regalos hechos por él por un valor de 10 millones de dólares de la época, incluyendo dos villas en España, otra en Cerdeña, un yate y caballos de pura sangre valorados en más de medio millón de dólares. Él la denunció por abuso de confianza y malversación de fondos; ella se declaró en quiebra; él adquirió todos los derechos de los deudores que la acosaban y finalmente llegaron a un acuerdo.
Denise continúa veraneando en la villa de Cerdeña, en la que suele recibir a sus amistades de la jet-set como el diseñador Valentino. Su antecesora, Fiona, vive actualmente en Suiza, no muy lejos de donde fue feliz con el barón. La última vez que coincidieron las dos fue en el funeral de Heinrich, en el castillo de Landsberg, en 2002. Allí también estaban la princesa Teresa, que falleció en 2008, y Cervera. Todas conservan el obsequio más preciado que les dio «Heini», el apellido Thyssen-Bornemisza.
Más información en el suplemento «GentEstilo» , los sábados con ABC
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