Barcelona busca la nariz con mejor olfato para el vino

Chatas, aguileñas, griegas, romanas. En total, 60 narices de sumilleres (58 de Cataluña, una navarra y una canaria) se han reunido durante el día de hoy en el hotel Barceló Sants para participar en las semifinales catalanas de «La nariz de oro», un encuentro anual de catadores de vino que aglutina a sumilleres de diferentes partes de España. En la cata que decidió su paso a la final, tan solo 16 participantes han sido capaces de averiguar el vino de la copa negra y superar así el examen que les llevará a la Final de La Nariz de Oro en junio en Madrid. De entre ellos ha destacado como mejor sumiller de la convocatoria y por tanto Mejor Sumiller de Cataluña Xavier Bassa i Valls, de la Vinoteca Pansa Blanca en Vilanova del Vallés (Barcelona).

No todas las narices han llegado a la primera cata, celebrada a las 8:30 de la mañana, «la mejor hora para apreciar el vino», según la responsable de catas del concurso, Vanesa Viñolo. Sólo los más madrugadores han podido apreciar los diferentes vinos que se han servido en la primera prueba, mientras el resto llegaba con cuentagotas y se unía a saborear las muestras posteriores. El jurado, durante las catas, incluso en las horas que todavía asomaban las legañas, siempre atento a la calidad y la corrección en el desarrollo de la jornada. «¿Quién tiene la botella 30?» pregunta Viñolo. «Retirad y sacar otra, tiene corcho», aclara y ordena, para poder degustar con exactitud dicha muestra. En total, cuatro rondas, algunas con conferencias previas que explicaban los vinos que se iban a testar, que preparaban para el punto álgido de la mañana: la competición que da nombre al certamen.

La prueba «La nariz de oro» reta, desde hace más de 21 años, a que los participantes consigan identificar el vino a través de su olfato. Primero, se realiza una cata a copa vista de cuatro vinos diferentes. Después, el jurado elige uno. Hasta aquí, todo normal. La complicación viene después: el vino elegido se sirve en copas negras, de forma que los sumilleres no puedan apreciar su color , una de las bases de la cata, y se les propone que no usen el gusto. A través de su nariz, los concursantes tienen que adivinar de qué vino se trata. «Para ganar tienes que tener memoria olfativa sobre todo, y estar inspirado ese día», bromea Iban Espinoza, sumiller participante, que ha visto compañeros competir y ganar unos años y otros no. Los que adivinen el vino se convertirán automáticamente en semifinalistas y viajarán a Madrid para participar en la fase final. Además, existe un premio especial que se otorga al que mejor haya reflejado las cualidades del vino.

Viñolo destaca la importancia de este concurso, puesto que ha elevado la imagen del sumiller, ya que comenzó en unos años «en los que no se apreciaba su figura, mientras ahora existen escuelas de hostelería para aprender el oficio». Cuenta, para demostrar su relevancia, la historia de David Seijas, ganador en 2006, que pasó de regentar una tienda de vinos a convertirse en el sumiller del restaurante El Bulli . Lo considera un importante trampolín para los catadores de España.

El certamen también incluye un ámbito más participativo, en una sala contigua a la de catadores profesionales, donde se sitúan más de veinte bodegas diferentes que ofrecen más de 100 variedades de vino que ofrecen sus productos a los visitantes. Además, se realizan talleres curiosos abiertos al público, como son de cata de tequila, donde los asistentes aprenden a diferenciar entre el tequila normal y el tequila elaborado con agave azul (bajo denominación de Premium), o la cata de ginebra, donde se elaboran gin-tonic, el famoso combinado, con ingredientes tan peculiares con el plancton marino.