Carla y Valèrie, guerra de damas
Ambas libran una feroz batalla política y de imagen en la campaña presidencial francesa

En el campo de batalla de la imagen, Carla Bruni y Valérie Trierweiler están enfrentadas con la misma ferocidad con que Nicolas Sarkozy y François Hollande (pareja de Trierweiler) se disputan el Elíseo, palacio presidencial que, durante siglos, ha sido escenario de campañas políticas ganadas y perdidas en lechos de plumas.
Cantante, modelo, mujer de mundo y reciente madre del último vástago de Sarkozy (una niña llamada Giulia), Carla Bruni es el icono del glamour del «sarkozysmo». Ella ya era una celebridad mucho antes de conocer al presidente y su romance modificó significativamente el arte de hacer política en Francia, introduciendo imágenes que tuvieron un alcance excepcional en la carrera del jefe del Estado.
La experiencia, al final, ha resultado muy negativa, y el presidente y su esposa han rectificado el tiro tras el nacimiento de la pequeña Giulia. Cuando Sarkozy entró en campaña para su reelección en las presidenciales (22 de abril y 6 de mayo), privarse del apoyo público de su esposa habría sido sospechoso; y embarcarla a bombo, platillo y guitarra, muy peligroso. Carla Bruni participa a diario en la campaña de su marido, ocupando un delicado papel: el de esposa que besuquea a un candidato necesitado de cariño. Así, la última Carla Bruni interpreta el papel de la madurez: lleva con elegancia los kilos posembarazo y luce con magistral estilo los «trapos» propios de una señora moderna , con el maquillaje justo, sin joyas y con una sobriedad que permite valorar la belleza que hay en seguir al hombre de su vida por el calvario de una campaña que podría conducirle al matadero político.
«La más guapa»
Valérie Trierweiler tiene algunas cosas en común con Carla Bruni, aunque su trayectoria no ha llegado más allá de su servicio al semanario «Paris Match» tras una pedregosa y oscura carrera en los suburbios parisinos del periodismo político, donde comenzó destacando por una cierta belleza de madre moderna más o menos independiente. Hace años, Dominique Strauss-Kahn le dijo a Valérie Trierweiler, en presencia de varios colegas: «Eres la periodista política más guapa de París». Sin inmutarse, ella le contestó: «Creía que ese título le correspondía a su esposa, Anne Sinclair». Por aquel entonces, Valérie (de soltera, Valérie Massoneau) estaba a punto de casarse con el padre de sus tres hijos, Denis Trierweiler, secretario de redacción de «Paris-Match».
Los Trierweiler eran amigos de la pareja formada por François Hollande y Ségolène Royal (ambos, destacados miembros del Partido Socialista francés), padres de cuatro hijos. Incluso, ambas parejas y los siete chavales pasaron algunas vacaciones juntos. Hasta que Valérie se metió en la cama de Hollande, lo que precipitó su ruptura con Ségolène precisamente cuando ella era la rival de Sarkozy en la campaña presidencial del 2007. Así, pasó a ser la «madre abandonada».
En los últimos cinco años, los dos rivales políticos han cambiado mucho. Poco después de llegar al Elíseo, Sarkozy se separó de Cecilia Ciganer y encontró el amor con Carla Bruni. Hollande, que dejó a Ségolène, se estabilizó sentimentalmente con Valérie Trierweiler, una auténtica sargenta con despacho propio en el cuartel de campaña de su compañero sentimental.
Y mientras Carla apoya a su esposo con su mera presencia simbólica y estelar, Valérie tiene en la campaña de Hollande un papel muy distinto, entre «comisaria política», consejera de comunicación y «mujer sencilla» con mano de hierro. La importancia política de la señora se constata por la nube de cortesanos que la rodea a cada instante. Ella publica twits fulminantes contra el personal radiofónico que osa entrometerse en la carrera de Hollande. Y fulmina con una mirada, un gesto o una palabra los movimientos de las marionetas que se mueven a su alrededor creyendo ver en ella a una posible futura primera dama de Francia.
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