Tras el subidón, la caricatura
La resaca de una noche mágica contra Lituania ahoga a la selección de Scariolo en la vulgaridad al no contar con Pau Gasol en la pista
PANEVEZYS (LITUANIA)
Hay gallos, desafinos y cantadas. Lo de ayer de España entra de lleno en el tercer grupo. Cum laude el traspié de quien horas antes había emocionado, extasiado al mundo de la canasta con 20 minutos de ensueño. Inverosímil resurrección de Turquía, de plañidera a grupo rearmado en cuestión de horas. Hay formas de perder. En el caso de los de Scariolo apenas sirve como excusa la ausencia de Pau Gasol, con un tobillo lastimado y la decisión de reservarlo para cuando la fiesta arranque el miércoles en Vilnius.
Era uno de esos partidos que sin brillo, a falta de pericia, la Roja acercaba a su despensa por inercia. Pero carece de explicación, es de muy compleja absolución, el bloqueo de los campeones de Europa en el cuarto final, con un parcial, 2-16.
Le vino bien a Turquía que al infiel polaco se le arrugara el alma ante Gran Bretaña. Pifiaron cuando mostraban el pasaporte para cruzar la frontera camino de la segunda fase. El triunfo británico —Archibald reclamaba vía Twitter billetes de avión gratis de la Turkish Airlines de por vida por el enorme favor— era el comodín del público que salvó la vida a Turquía. De no respirar a llegar a Vilnius con una victoria contabilizada, igual que Lituania y España.
Conocida la clasificación turca antes de que comenzase el partido, la película había cambiado sustancialmente. Tras el repaso a Lituania y en previsión de que no hubiera nada en juego ante los turcos, Scariolo anunció la apertura de la veda. Más oportunidades, con un nombre propio en la cabecera, San Emeterio. Pero resulta que la victoria ahora sí que valía un potosí y para colmo se encendió la alarma en uno de los tobillos de Pau Gasol. El italiano asumió contar con personal suficiente para no variar su planteamiento.
A medio gas, con Ibaka al amparo de Marc Gasol, España mantuvo el mando. Sin florituras, pero con sensación de solvencia.
Tiempo de estopa
Los euroasiáticos entendieron la situación. Fueron a remolque y probaron y probaron. Turkoglu no era el referente esperado ante el buen trabajo de San Emeterio y le llegó el turno a esa perla apellidada Preldzic. Firmó 11 puntos seguidos que llevaron a su marcador cántabro al banco. Rudy tomó el testigo y dejó al bosnio-esloveno-turco (las tres nacionalidades que ha tenido) convertido en una figura decorativa.
Turquía parasitaba a rebufo de España y llegó un segundo factor que le permitió seguir de tal guisa. Tiempo de estopa, no musical, sino boxística. Ese terreno lo dominan los de Orhun Ene. Más si desde el banco rival no hay señales de respuesta. Scariolo decidió que tenía bastante con tres pívots, pese a que el menor de los Gasol, Reyes e Ibaka tuvieron que reducir la marcha por las faltas. Claro exceso de confianza.
La puntería flojeó después de que Felipe Reyes colocara el 57-49 con la primera canasta del último cuarto. España no enchufó una más. Precipitaciones, dudas, nervios. Se convirtió en un equipo absolutamente previsible. 1 de 10 en canastas de dos puntos; 0 de 6 en triples; 0 de 2 en libres. Insólito. Tampoco es que Turquía tuviera a sus iconos de cara, pero al menos sumaba. Con un triple de Onan se puso al mando por primera vez (57-60) a 3.42 del final. Muerte súbita. España también tiene su caricatura.
Del paseo militar, del pase a la siguiente ronda con dos triunfos (uno en Vilnius le hubiera bastado para asegurarse un puesto de cuartofinalista) a llegar en igualdad de condiciones que sus compañeros de viaje.
La decepción es indisimulable.
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