La espada, calvario de Oliva Soto
Lo que va de cortar una oreja a simplemente ser ovacionado. Eso le ocurrió a Alfonso Oliva Soto en el tercero de la tarde. Y todo por culpa de la espada, su auténtico calvario. Un torero con tanta clase como mala puntería. Porque de nuevo, ante los del Conde de la Maza, sobre todo en su primero, dejó momentos realmente buenos, especialmente una serie al natural con el empaque propio de quien es torero capaz de hazañas mayores. Empero, esa constancia con capote y muleta la echa por tierra cuando monta la espada y se va detrás de ella. En sus manos tuvo, como el pasado año, el triunfo. Pero de nuevo se le esfumó.
La corrida del Conde de la Maza, muy bien presentada —todos muy astifinos— salvo el feo quinto, fue mala. La excepción estuvo en el tercero. Quien destacó sobremanera fue el camero Oliva Soto. A ese tercero, primero de su lote, lo veroniqueó animoso. Fue muy protestado en los tercios de varas y banderillas, pero todo cambió cuando, con suavidad, lo pasó por alto en los primeros compases y se echó la muleta a la derecha. Una primera serie templada y larga, tirando del condeso, dio paso a otra que iba por el mismo camino pero que se interrumpió al ser tropezado el torero y perder la verticalidad. Voltereta sin consecuencias. Pareció cambiar el toro, por lo que optó por el toreo a zurdas. Y ahí, entonces, surgió un ramillete de naturales excelsos, largos y parsimoniosos, barrocos, primorosos. Le faltaba un punto de humillación al astado, pero Oliva Soto lo suplía con esa torería innata que posee. Otra serie más de la misma guisa rematada con un cambio de manos prodigioso. Y colofón con otra sobre la derecha iniciada con un trincherazo, dos redondos y otro cambio de manos para enmarcar. Faena medida —quizá alguna serie más...— e intensa. Pero llegó la hora de matar y todo se diluyó. Una pena, torero.
El sexto, un precioso castaño bien armado, se emplazó de salida y recortó en el capote. Allí comenzó a cundir el pánico, por lo que le picaron mal y fuerte, algo que luego acusó. Comienzo muy torero de Oliva Soto, doblándose con su enemigo para plantarle cara sobre la diestra. Hubo pasajes de alto nivel. Y la espada fue su calvario.
Luis Vilches toreó francamente bien a la verónica a sus dos toros. Su primero se orientó enseguida, algo que acusó más al no cruzarse en demasía el utrerano. Faena larga en la que hubo bastantes amagos y coladas. No se conjuntaron ni el toro ni el torero. El cuarto, que brindó al público, tuvo las fuerzas justas. Aquí anduvo mejor Vilches.
Iván Fandiño pasó de puntillas. Su primero tuvo peligro en las embestidas, quedándose corto y debajo de las taleguillas. Demasiados gañafones. En favor de Fandiño, su disposición. Tres cuartos de lo mismo ante el quinto, otro toro que amagó sus embestidas, que produjeron algunos enganchones. Nada destacable en una labor que nunca despegó.
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