La corrida de inauguración
Esta tarde, en Sevilla, la Borriquita atrae a chicos y grandes. En Madrid apenas se advierte la Semana Santa pero comienzan las corridas de toros. No dan buen juego las reses de Camacho y sólo sale bien librado Serafín Marín, con un mansazo sobrero.
A fines del XIX, escribe el viajero italiano Edmundo de Amicis: «La inauguración de las corridas de toros en Madrid es mucho más importante que un cambio de ministerio. Un mes antes se ha extendido el anuncio por toda España. Los padres prometen a los hijos estudiosos que los llevarán a la corrida: los amantes lo prometen a las hermosas...»Lo cuenta así el humorista Luis Taboada: «El hombre más grave se siente de pronto comunicativo y jovial. —Ya se conoce que va a haber toros —exclama la esposa—. Lo sé porque te vemos sonreir». En abril de 1926, dictamina, en ABC, Corrochano: «La corrida de inauguración tenía en Madrid su prestigio. Desde este día, la fiesta era solemne, tenía ese tono doctrinal y serio...» El pretérito indica el pesimismo del crítico.
Se ganó aquí muchas simpatías Serafín Marín cuando hizo el paseíllo con la barretina: tiene derecho a proclamarse catalán, siendo torero. Esta tarde, protagoniza casi todos los momentos lucidos y mata con decisión sus dos toros. Su primero, castaño, con muchos pitones, galopa pero flojea mucho. Lo llama Serafín desde el centro del ruedo: logra series correctas, cortas, porque el toro no admite más. Consigue aceptables derechazos y lo mata con guapeza. El quinto se derrumba y va a los corrales. El primer sobrero, jabonero, de bella lámina, se desploma y también es sustituído. El segundo sobrero, un pavo de casi setecientos kilos, huye de los capotes, sale coceando del caballo, se cuela. Un manso tan claro plantea los problemas de la lidia adecuada pero también tiene emoción. Serafín no se amilana, le va sacando derechazos con mérito; por la izquierda, no admite ni uno. Vuelve a matar con decisión y la petición de oreja es insuficiente pero la vuelta al ruedo, muy aplaudida. (Un detalle: los del Siete, tantas veces acusados de intransigencia, encabezan la petición de oreja). Cuando hay un toro serio, el mérito es evidente.
Hace un año, en su alternativa, el madrileño Javier Cortés mostró buenas maneras pero mató deficientemente. No tiene hoy suerte pero mantiene su crédito. El tercero se apaga en seguida, no vale nada. Luce el diestro su valor seco, liga muletazos pero acaba aburriendo y hace guardia, al matar. El último, muy bien hecho, sin excesos, tiene calidad. Cortés le da distancia, en el centro del ruedo, y conduce bien las embestidas, con la mano baja, pero el toro se cae varias veces. Así, no hay manera. Esta vez, consigue la estocada.
Se espera con ilusión a Víctor Puerto, que intenta una nueva etapa, después de sus éxitos americanos, pero todo le sale hoy al revés. En el primero, que mansea, se muestra correcto, maduro, con naturales de frente, pero es un desastre al matar. No logra enderezarlo en el cuarto, soso, apagado, y vuelve a matar mal. Un diestro de su veteranía debe estar mejor en la suerte suprema.
No ha habido palmas que formen temblorosos arcos de oro, por un triunfo rotundo, pero sí sacamos ramas de olivo de esperanza por la recuperación del catalán Serafín Marín.
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