Condenado a 22 años de cárcel por agredir sexualmente a cinco niñas en Pamplona
El autor deberá indemnizar con 51.000 euros a las víctimas y tendrá que cumplir una orden de alejamiento durante los seis años posteriores a su salida de prisión
El hombre que el año pasado agredió sexualmente a cinco niñas en Pamplona en apenas seis meses, Pablo Ordobás Oliván, ya conoce su castigo: 22 años de cárcel, una indemnización de 51.000 euros y una orden de alejamiento durante los seis años posteriores a su salida de prisión. Hoy estaba previsto que comenzara la celebración del juicio por estos hechos, pero las partes han alcanzado un acuerdo previo que ve sensiblemente reducida la pena respecto a la petición del fiscal, quien había solicitado 29 años de cárcel y 61.500 euros de indemnización.
El arrepentimiento mostrado por el autor de tan deleznables sucesos ha servido de atenuante. Según la defensa, en el acto de hoy el acusado ha pedido perdón “a las víctimas y a la sociedad”, ha dicho sentir “vergüenza” de sí mismo y ha señalado que las niñas habían actuado como debían al denunciarle, a pesar de que en su momento amenazó a algunas de ellas con hacerles “daño” si alertaban de lo ocurrido. Fuentes policiales han apuntado que todas las menores eran de origen latinoamericano, tal vez “porque el agresor sentía que se encontraban más indefensas y tendrían más reparo a la hora de iniciar acciones legales contra él”.
Todas las agresiones -una de ellas fue en grado de tentativa- tuvieron lugar en el barrio de la Rochapea y sus alrededores. Al parecer, el condenado abordaba a las menores, de entre 11 y 16 años, cuando éstas se encontraban en el portal de sus casas y utilizaba una navaja u otros objetos punzantes para amedrentarlas y realizarles tocamientos con “ánimo libidinoso”, según el escrito del fiscal.
El primer suceso ocurrió el 14 de febrero. La víctima, de 13 años, estaba llamando al timbre de su casa para que su madre le abriera la puerta. El presunto agresor la amenazó con un cuchillo cuando subía las escaleras y se aprovechó de ella con tocamientos que la niña también se vio obligada a cometer. La rápida intervención de la madre hizo que el procesado, al parecer, se diera a la fuga.
Poco después, el 11 de marzo, nuevamente huyó cuando trataba de hacer lo mismo con otra menor de 13 años que llegaba a su domicilio del instituto y que, gracias a sus gritos, hizo que el presunto agresor desistiera por temor a que aparecieran terceras personas.
Casi mes y medio más tarde, el 24 de abril, volvía a actuar, esta vez contra una pequeña de 11. Aunque en dicha ocasión, prefirió aguardar a su víctima dentro del portal. Estaba a la espera y cuando la niña llegó, le levantó la ropa y comenzó a tocarla en distintas partes del cuerpo, incluidos los pechos, al tiempo que le profería frases del tipo “quieres que me enfade” mientras la menor, que logró escapar, le suplicaba que la dejara marchar.
La penúltima de las agresiones sucedió el 21 de julio. Y al igual que en anteriores episodios, realizó diversos tocamientos a la víctima, de 16 años, a la que empujó contra la pared, arañó el hombro derecho y rompió la camiseta.
El 15 de agosto llegaría su última aparición. Colocó un destornillador en el cuello de una niña de 12 años y le amenazó con clavárselo si no le permitía hacer lo que quisiera. Durante cinco minutos, la manoseó y culminó la agresión asegurando que si decía algo de lo ocurrido, volvería para hacerle daño.
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