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Para el PSOE no es España, es el poder

Los errores del PP en la gestión de la corrupción no justifican apoyarse en los separatistas y dañar la economía

JAIME GARCÍA

ABC

La premura con la que el PSOE ha montado la moción de censura, menos de veinticuatro horas después de la sentencia del caso Gürtel, demuestra que los socialistas esperaban esta decisión judicial como el detonante de su iniciativa parlamentaria. Los juicios de valor que contiene la sentencia sobre el PP y sobre el testimonio de Mariano Rajoy refrendan las expectativas de la izquierda de que la Audiencia Nacional iba a ser un calvario para el presidente y su formación.

La moción de censura presentada por Pedro Sánchez es una iniciativa formalmente legal, pero de dudoso recorrido, una vez que Ciudadanos ha anunciado que no la apoya. Sánchez sabe que su propuesta necesita el respaldo de partidos antisistema, antidemocráticos y separatistas. Si realmente el interés de España fuera el motivo de esta moción, el PSOE habría valorado otras opciones que no impliquen votos sucios de formaciones que son responsables de la sedición en Cataluña, o que buscan el desmantelamiento de la democracia constitucional de 1978. El PSOE responsable que apoyó al Gobierno para mantener el 155 ha dado paso al PSOE oportunista y hambriento de poder, capaz de renunciar a escrúpulos democráticos indispensables -los que hacen falta para no aparecer junto a Bildu o los separatistas catalanes- con tal de derribar a Rajoy. La coalición de votos que precisa Sánchez para ser investido sólo se justifica por su fijación obsesiva contra el PP, pero hace inviable cualquier posible acción política para el gobierno que surgiera de la moción. La Bolsa y la prima de riesgo ya dieron ayer el primer aviso.

Los errores del PP en la gestión de la corrupción son muchos, muy graves y todavía no los ha asumido en su integridad, como reflejó ayer el hecho de que Rajoy, a preguntas de ABC, eludiera pedir perdón expresamente por el bochorno de la corrupción de la trama Gürtel. El presidente del Gobierno debe reflexionar a fondo sobre la situación y sobre el desgaste en que está sumiendo a su partido, y más cuando tiene por delante un calvario judicial que puede empeorar todavía más.

Pero el precio que asume el PSOE para intentar relanzar a Sánchez es excesivo: poner la recuperación económica en el alero, alimentar la desconfianza de los países aliados y debilitar la solidez de las instituciones frente al separatismo. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado fue para los socialistas un logro inaceptable. La previsible sentencia de dos magistrados de la Audiencia Nacional se ha presentado como la coartada necesaria para intentar recuperar el protagonismo que los ciudadanos han negado a Sánchez por dos veces en las urnas. El principal problema de España hoy es la unidad nacional y Sánchez ayer la debilitó. Lo pagará en las próximas elecciones, que podrían llegar pronto, porque el reto de Rajoy de completar la legislatura es posible, pero a estas horas harto complicado.

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