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Esperas innecesarias

Tras haber labrado su prestigio enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción, Cifuentes era rehén de esa vitola y debió dimitir cuando su moralidad quedó en la picota con su título universitario

Luis Ventoso

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Cristina Cifuentes tenía que estar fuera de la política hace ya dos semanas, toda vez que el insostenible castillo de naipes de su máster se derrumbó y se hizo patente que su primer reflejo cuando saltó el caso había sido engañar al público al que ... representa. Rajoy nunca ha sido drástico contra la corrupción y en este triste caso, tampoco. Su receta consiste en dejar que los problemas maceren y propiciar una salida tardía y con sordina del incriminado. Con esa técnica satisface a una parte de los votantes del Partido Popular, que anteponen la ideología a la moral y creen que no se deben entregar cabezas propias al «enemigo» (lo que Cospedal llama sin sonrojo defender a los nuestros). Pero otra parte de los votantes –o ex votantes– del PP demandan más reflejos éticos. Muchos, en especial jóvenes profesionales, han volado ya de hecho a Ciudadanos, saturados de malas prácticas, hartos de que el partido con cuya ideología concuerdan nunca acabe de acometer la limpieza drástica y con lejía que pide la reiteración de casos de corrupción en sus filas.

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