Christoph Waltz: «La desesperación es la fuente de la que bebe el humor»
El actor de moda en Hollywood protagoniza la comedia «Cómo acabar sin tu jefe 2»
MARÍA ESTÉVEZ
Christoph Waltz debe a Quentin Tarantino sus dos Oscar, el primero por «Malditos bastardos» y el segundo por «Django desencadenado», que le brindaron la oportunidad de convertirse en el actor europeo más deseado en Hollywood . En el año más prolífico de su carrera, este ... actor austriaco nos regala para empezar 2015 la comedia «Cómo acabar sin tu jefe 2», donde se convierte en un inversor que acaba con los planes de independencia de los tres protagonistas de la cinta.
-La comedia necesita desesperación.
-Absolutamente. Mi cómico favorito es Buster Keaton y él siempre está desesperado. Incluso en esta comedia hay espacio para la desesperación ,porque los tres protagonistas han perdido toda esperanza en sus vidas. La desesperación es la fuente de la que bebe el humor.
-Usted se ha convertido, desde Billy Wilder, en el austriaco más respetado en Hollywood.
-No puedo compararme, lo único en común entre los dos es que somos austriacos. Wilder fue un icono de su época.
-Con sus dos Oscar y el éxito que ha cosechado va camino de convertirse también en un icono.
–Me gustaría poder llevar la antorcha de Billy Wilder. Cuando alguien me pregunta, como una fantasía, si tuviera la oportunidad de trabajar con cualquier director de la historia digo Billy Wilder. «El apartamento» es para mí su mejor filme, hablando de desesperación. Wilder era humano en su carrera hay películas fabulosas y otras que no fueron tan buenas.
-¿Esperaba consagrarse en Hollywood como lo ha hecho?
-No. No esperaba absolutamente nada. Si acaso lo único que esperaba eran tiempos difíciles en mi futuro. Porque hace siete años el porvenir no era tan rosa como ahora. En aquel entonces, habiendo cumplido los 55, trataba de tener un plan para que mis últimos años fueran, al menos, significativos. Antes de conocer a Tarantino era difícil trabajar conmigo.
-¿Cómo se interioriza el éxito después de tanta inestabilidad profesional y tanto miedo al futuro?
-Me he visto obligado a hacer varios ajustes personales. Conozco mi profesión, llevo treinta años ejerciéndola y soy muy consciente de que todo puede desaparecer en un instante. Mi perspectiva no ha cambiado, sigo trabajando con la misma disciplina, con la misma ética, con el mismo sentimiento de cuando empecé con veinte años. No cambiaria mi camino por nada. Estoy contento de poder decir que en mi vida hay un tiempo entre el fracaso y el éxito, y ese es el tiempo realmente importante.
-Ya que hablamos de jefes en este filme, ¿es usted un buen jefe cuando dirige una ópera?
–Sí, creo que lo soy. A veces soy demasiado bueno como jefe y debería ser más estricto. Todo depende de a quién le preguntes. Porque el trabajo del director consiste en sacar lo mejor de los intérpretes y siendo un jefe horrible no consigues nada.
-Es amigo de Plácido Domingo, director creativo de la Ópera de Los Ángeles.
-Sí. Es muy amigo mío. He hablado con él de la posibilidad de dirigir una ópera en Los Ángeles. Hay que reconocer que Plácido está haciendo un trabajo sensacional. Mi admiración por él no tiene límites, no sólo como cantante, como artista, sino también como persona. En todo lo que hace, en todo lo que toca, hace un trabajo fantástico.
-Usted es el héroe de las películas de Tarantino.
-Él me ha convertido en un héroe. Pero no me considero un héroe.
-Ahora vive en Los Ángeles. ¿Se ha adaptado?
-La belleza de la interpretación está en las diferencias de los actores . Advierto dos escuelas distintas entre América e Inglaterra. Los actores británicos se enfrentan de otra forma a su trabajo.
-¿Cual es la diferencia entre rodar en Viena y rodar en Hollywood?
-El tiempo.
-Viene de una familia de psicoanalistas y actores. ¿Se veía destinado a una de esas dos áreas profesionales?
-Todos hemos jugado a ser alguien distinto, como cuando éramos niños. La progresión natural de un niño significa desprenderse de esa faceta y buscar otros horizontes. A mí, el deseo de ser otro nunca me dejó, se convirtió en una obsesión. Necesitaría muchos años de psicoanálisis para entender mi pasión por actuar. Después de tantos años, ya no me cuestiono mi trabajo.
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