la nada nadea
Alguien llama a la puerta
El asedio físico a los políticos, en sus propios domicilios, se ha reeditado en España
juan carlos girauta
LOS desahuciados cuentan con mi comprensión; su plataforma de matones, no. Siguiendo el íter habitual, la prensa ha sido la primera culpable de ensalzar a un grupo revolucionario. Sí, revolucionario. Su justificación moral -los desahucios-, es simplemente la forma más oportuna y más obscena de ... atribuirse, mediante explotación sentimental, la «representación real de la sociedad real con sus problemas reales». Se trata de exprimir políticamente, llevándola primero a su máxima expresión, la vieja pulsión totalitaria de la anti política (que siempre es anti democracia).
La pulsión se realiza, se materializa, se exacerba, se impone a través de viejas técnicas de agit-prop apenas adaptadas a los esquemas mediáticos locales. La asistencia de la líder revolucionaria a su masaje público de cada sábado noche en la televisión de Berlusconi tiene más fuerza, lógicamente, que miles de pasquines. Pero estos siguen siendo imprescindibles, son parte de una estética de identificación -lamentable, por otra parte- sin la cual el hada no sería leyenda ni nadie se tragaría el cuento. El cuento revolucionario sólo tiene dos finales. Puede acabar mal o puede acabar peor. Peor es cuando los héroes de cartón ganan y sustituyen a los poderosos implantando un poder infinitamente más despótico e inhumano, amén de seguir dando el coñazo con sus doctrinas sanguinolentas. Un final malo es cuando no ganan pero se la meten unas cuantas veces al sistema democrático, lo violan, lo enculan. Eso ya ha pasado.
Los periodistas babeando y contando suicidios como homicidios ya los tenemos. Los partidos rindiéndoles pleitesía, también (qué elogios, qué profundo respeto el del PP, hasta ayer). La injuria impune en el Congreso ya nos ha avergonzado. El asedio físico a los políticos, en sus propios domicilios, se ha reeditado en España. No se veía desde el 12 de julio del 36, cuando varios socialistas fueron a buscar a uno de los jefes de la oposición a su piso de la calle Velázquez de Madrid. Seguid alimentando a la bestia y veréis lo que es bueno. Cobardes ignorantes.
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