«Tengo una pequeña sorpresa»: un joven solitario y marginado perpetra la última carnicería en EE.UU.
Al día siguiente de su 18 cumpleaños el pasado 17 de mayo, Ramos compró un fusil de asalto en una armería
El autor de la matanza estaba inmerso en una deriva de soledad, marginación social y atracción por la violencia
Matanza en Texas: ¿Qué sabemos de la masacre de 19 niños y dos adultos en un colegio de Uvalde?
Amerie, la heroína de 10 años que fue asesinada mientras llamaba a emergencias en la masacre de Texas
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Iniciar sesiónLa localidad de Uvalde (Texas) es un error. Debería ser Ugalde, por Juan de Ugalde (1729-1816), el gaditano que fue gobernador de Coahuila y comandante general en Texas, y al que los colonos eligieron -errata incluida- a mediados del siglo XIX para dar nombre ... a este cruce de caminos del lejano Oeste. Todo Uvalde amaneció con la esperanza de que el horror vivido en la víspera fuera también un error . Un mal sueño de una ciudad pequeña, tranquila, aplastada por el calor pesado del suroeste de Texas, donde lo raro es que pase algo reseñable. No fue un error. Es una pesadilla real, y donde más duele, en la vida de los más pequeños : un vecino de la localidad, de poco más de 15.000 habitantes, había asesinado el mediodía del martes a 19 niños en su escuela de primaria, además de dos adultos.
Uvalde estaba ayer en plena conmoción, con el eco todavía presente de los disparos, de los gritos, de los lloros , de las sirenas de la policía y de las ambulancias. Decenas de padres pasaron buena parte de la madrugada en el Centro Cívico Willie de León, en espera de la confirmación definitiva de que sus hijos estaban entre los fallecidos. Algunos tuvieron que hacerse pruebas de ADN y esperar una hora un desenlace que parecía inevitable.
A lo largo del día, goteaban los nombres de los muertos confirmados, como una tragedia a cámara lenta, entre una rabia y un dolor infinitos de sus familiares. Entre ellos, Xavier López , de diez años, un chico de sonrisa perenne que desgastaba las zapatillas con la cumbia y el fútbol. Pocas horas antes de morir, había recibido con orgullo un diploma por su graduación tras acabar primaria. También José Flores , al que le encantaba ir a clase, el lugar que acabaría siendo su paredón. Y Amerie Jo Garza , a quien ya no podrá abrazar su padre, Ángel. «Mi pequeño amor vuela ahora arriba con los ángeles», escribió en un mensaje en Facebook. «Por favor, no desperdiciéis ni un segundo. Abrazad a vuestra familia. Decidles que les queréis». O «el niño más dulce que conoceré nunca», como su abuelo describió a Uziyah García a la cadena local KSAT. Junto a ellos falleció también su profesora, Eva Mireles , de 44 años, una entusiasta de la educación, que se volcó con niños con dificultades, como una estudiante con síndrome de Down.
La pesadilla comenzó el martes a las once y media de la mañana (seis y media de la tarde en España). Una camioneta se incrustó en una zanja en las inmediaciones de la Escuela Elemental Robb. Al volante iba un joven de 18 años, que el gobernador de Texas, Greg Abbott, identificó poco después de la masacre como Salvador Ramos . Varias mujeres que trabajan en una funeraria justo enfrente del centro escolar fueron a ver qué sucedía. Ramos les recibió con disparos y se encaminó hacia la escuela. Las fuerzas de seguridad no tardaron en llegar, pero Ramos consiguió entrar en el edificio y se atrincheró en una de las clases. Allí perpetró su carnicería. Descargó una lluvia de balas contra niños y profesores. Todos los fallecidos perdieron la vida en esa aula.
En las otras clases, reinó el caos. Decenas de niños saltaron por las ventanas hacia su salvación. Un docente cerró la clase, apagó la luz y el aire acondicionado, con la esperanza de que el asesino no la eligiera . Otros profesores escondieron a varios niños detrás de una cortina, en silencio, con la esperanza de no ser descubiertos. Los baños fueron otro refugio.
Ramos, sin embargo, no fue más allá de esa clase . Fue abatido por un agente de la policía de fronteras, que opera en esta región cercana a México. Al menos un miembro de las fuerzas de seguridad resultó herido en el tiroteo contra el autor de la matanza.
Su ataque violento había empezado un poco antes y muy cerca de allí. Fue en el número 500 de la calle Díaz, a solo dos manzanas de la escuela. Es la residencia de la abuela de Ramos , donde él había vivido los últimos meses. El joven tiroteó a la mujer, que se encontraba en estado grave después de haber sido evacuada en helicóptero -como otros heridos en la matanza- a hospitales de San Antonio, la ciudad más cercana a Uvalde, a unas dos horas en coche. El gobernador Abbott detalló ayer que Ramos compartió en Facebook que había disparado a su abuela. E, inmediatamente después: «Voy a tirotear una escuela de primaria».
Acoso escolar
Pese a que su nieto le disparó en la cara, la mujer fue capaz de llamar a la policía . Esa fue la razón por la que los agentes llegaron tan pronto a la escuela, casi a la vez que Ramos.
La recuperación de la abuela puede ser una de las claves para entender la matanza. Las autoridades no tienen de momento una idea clara de la motivación de Ramos . Pero los testimonios de amigos y vecinos empiezan a formar el rompecabezas de un joven en una deriva de soledad, marginación social y atracción por la violencia.
De pequeño se metían con él porque tartamudeaba y ceceaba. En la adolescencia, eso se transformó en ‘bullying’. Ocurría en persona y, como es habitual ahora, en redes sociales. « Era el chico más majo posible, también el más tímido », ha asegurado a ‘The Washington Post’ Stephen Garcia, que describió a Ramos como su mejor amigo hasta llegar al instituto. Con el paso de los años, el ‘bullying’ creció. Le llamaban ‘maricón’ por poner una foto con lápiz de ojos. Se reían también de su pobreza, de su entorno familiar (su madre, con quien peleó mucho, estaba enganchada a las drogas). García se mudó con su familia a otra parte de Texas y Ramos «empeoró y empeoró».
Su comportamiento se volvió cada vez más extraño, huraño y agresivo , como aseguró al mismo medio Santos Valdez, una de las pocas personas con las que mantenía contacto. Ambos solían jugar a videojuegos violentos, como ‘Call of Duty', y se metían en problemas con los vecinos: disparaban bolines con pistolas de juguete, lanzaban huevos a sus coches.
De pequeño se metían con él porque tartamudeaba y ceceaba. En la adolescencia, eso se transformó en ‘bullying’. Ocurría en persona y, como es habitual ahora, en redes sociales
Pero Ramos también hacía cosas inexplicables . Un día se plantó en un parque donde solían jugar a baloncesto con la cara llena de cortes. Primero dijo que se lo había hecho un gato. Después reconoció que se autolesionó con un cuchillo, «para divertirse».
En los últimos tiempos dejó de ir a clase. Estaba en el último año de instituto y no iba a conseguir graduarse . Sus compañeros celebraron la ceremonia de graduación en la víspera de la matanza. Él se contentaba con trabajar en un Wendy’s, un restaurante de comida rápida, donde su actitud era cada vez más agresiva.
Es imposible saber si esas frustraciones le empujaron a cometer la matanza. Lo que es indudable es que lo tuvo fácil : al día siguiente de su 18 cumpleaños el pasado 17 de mayo, compró un fusil de asalto en una armería. Y munición y otra arma los siguientes días. Todo de forma legal.
Colgó en redes sociales sus adquisiciones. No llamó demasiado la atención, porque es casi habitual en ciertos sectores de un país adicto a las armas que los jóvenes lo hagan. Pocas horas antes de apretar el gatillo contra niños, conversó en Instagram con una chica de California a la que no conocía en persona. «Tengo una pequeña sorpresa», le dijo. Solo después se supo de qué horror se trataba.
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