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La entrevista en el yate Azor

Título: Don Juan. La defensa de la legitimidadAutor: Luis SuárezEditorial: ArielColección: Ariel BiografíasPáginas: 450Precio: 26 eurosFecha de publicación: 17-04-2007Luis Suárez compone una sólida y

Luis Suárez Historiador Las perspectivas de una Restauración monárquica aumentaron tras aquel encuentro. En la imagen, Don Juan conversa con Franco. A la izquierda, el Infante Don Jaime

Título: Don Juan. La defensa de la legitimidad

Autor: Luis Suárez

Editorial: Ariel

Colección: Ariel Biografías

Páginas: 450

Precio: 26 euros

Fecha de publicación: 17-04-2007

Luis Suárez compone una sólida y brillante biografía de quien heredó la legitimidad monárquica y la traspasó a su hijo. «Don Juan. La defensa de la legitimidad» aporta documentación inédita para trazar un retrato íntegro de una figura fascinante. Ofrecemos a continuación algunas de las páginas dedicadas a la histórica entrevista celebrada en 1948 entre Don Juan y Franco en el «Azor»

PREPUBLICACIÓN

El 15 de agosto de 1948 la señora de Galíndez telefoneó a Don Juan para decirle que todo estaba dispuesto y que el Azor se hallaría en aguas de San Sebastián. (...) Hasta el día 21 no pudo Danvila establecer contacto con Franco. «Excelencia: conforme a lo hablado en la última parte de la audiencia que tuvo la bondad de concederme, he esperado la llegada a Burgos para ponerme a sus órdenes. Como durante este tiempo y hasta la salida del Conde de Barcelona de Inglaterra no he querido enterarle del asunto, me he limitado a saber las fechas del viaje y procurar retrasarlo lo posible a pretexto de que yo deseaba verle en un puerto francés. Por fin me citó ayer 20 en Belle-Île y como V.E. aún no había llegado, me fui a San Sebastián, de donde he regresado hace una hora, para rogarle que, hasta que yo vaya, se detenga en Arcachon. Así me ha comunicado que lo hará y por ello yo ruego a S.E. que en cuanto tenga diez minutos libres me reciba para poder ir yo a la cita sin perder momento, puesto que desde el día 17 tengo pendientes de mi visita y detenidos a Don Juan y a su hermano Don Jaime, que le acompaña. Sólo debo decir a V.E. que Dios sigue prestando su ayuda en el asunto tan trascendente que tenemos entre manos y las impresiones que tengo y le transmitiré no sólo confirman cuanto dije sino que lo superan y mejoran. Estimo, por tanto, que el momento siga siendo el mejor y que si todo termina en bien como espero, cooperará grandemente a la reafirmación de la España que todos deseamos.»

Era una inversión completa de los términos en que desde 1943 se venía planteando la cuestión (...) El Generalísimo y el Conde de Barcelona aceptaron reunirse en el Azor el día 25 de agosto estando el barco cinco leguas mar adentro contadas desde el monte Igueldo. El día 22 el duque de Sotomayor, acompañado por Padilla y Danvila, llegaron a Arcachon con los últimos detalles. Un dragaminas, Tambre, salió al encuentro del Saltillo para servirle de escolta y proporcionar una pequeña lancha de vapor en la que Don Juan hizo el traslado. Al pisar la escalerilla sonaron los silbidos de ordenanza que se reservan a los almirantes. Franco saludó militarmente al Príncipe y éste le tendió la mano recordándole que no le veía desde 1930 en un cambio de guardia en el Palacio de Oriente.

Franco no hizo comentario alguno sobre los detalles de la entrevista, ni fue recogida por escrito. Ricardo de la Cierva recuerda que muchos años más tarde un pariente del Generalísimo le hizo la confidencia de que ambos se sentaron muy mal y que el Jefe del Estado soslayó cualquier referencia a la sucesión. De modo que de este encuentro, tan importante para el futuro de España y que duró tres horas, sólo sabemos algo a través de los comentarios que el propio Conde de Barcelona hizo a Gil Robles y a Sainz Rodríguez, (...) de modo que no estamos en condiciones de garantizar la exactitud de estas noticias (...)

Hemos de fijarnos, sobre todo, en algunos detalles concretos por la influencia que llegaron a ejercer sobre el proceso político restaurador. En pocos minutos llegaron al acuerdo sobre el punto fundamental que a Franco preocupaba: los dos Infantes, Juan Carlos y Alfonso, cursarían sus estudios en España fijando en ella su residencia (...). Parece seguro, también, que Franco explicó a Don Juan que la Ley de Sucesión no estaba pensada contra él, sino a la inversa, ya que su nombre había sido considerado siempre como el de «mejor derecho». Pero nada más sobre esta importante cuestión, de modo que Don Juan tuvo motivos suficientes para pensar que se estaba promocionando la persona de su hijo por encima de la suya propia. Él iba a tener, sin embargo, la oportunidad de sostener que la iniciativa de que el heredero fuese formado en España había sido suya.

(...) En el almuerzo estuvieron presentes el Infante Don Jaime, que estaba entonces en buenas relaciones con su hermano, el general Martín Alonso, Pedro Galíndez, Sotomayor y además Pedro Nieto Antúnez, comandante del Azor, Danvila, Eduardo Real de la Riva y Jesús Corcho. En medio de la conversación surgió un tema espinoso. Franco aludió a cómo había recomendado a Don Juan que no cruzara la frontera suiza con Italia, por ser gesto inoportuno a lo que Don Juan replicó recordando el discurso en que aquél hablara de un millón de hombres si el camino de Berlín fuera abierto. Este detalle que corrobora Pérez Mateos debe considerarse exacto ya que el 11 de octubre de 1948 Franco se sintió en la necesidad de hacer una aclaración en el discurso que pronunció en Sevilla: él no pensaba en otra cosa que en el porvenir de Europa, amenazada, como ahora se veía, por el avance comunista del que debía ser defendida.

Las reacciones de los círculos monárquicos en torno a la entrevista, fueron variadas pero, en general, desfavorables. Los ecos que la noticia despertó en la prensa extranjera fueron tan grandes y, a la vez contradictorios, que Martín Artajo propuso a Franco, el 28 de agosto, dar una nota oficial muy escueta que dejase las cosas bien claras: «Aparte de saludarse y cambiar pareceres sobre problemas generales, objeto concreto de la conversación fue la educación del Príncipe de Asturias que, por deseo de S.A.R. comenzará el próximo curso en Madrid sus estudios de bachillerato.» El contenido de la misma satisfacía dos de las demandas principales de Don Juan: el tratamiento de Príncipe de Asturias implicaba el reconocimiento de su padre como Rey, y a este último se atribuía la iniciativa en la educación española del heredero.

La policía comunicó a Franco que en Santander -círculo de los marqueses de Pelayo- y en Algorta -ambiente de los Oriol- la noticia había sido acogida con gran sorpresa. La marquesa había comentado que «la Monarquía española es muy liberal y no hay más remedio que tener una política un poco más izquierdista en estos tiempos para encontrarnos todos los españoles en el centro». Vegas, que era preceptor del Príncipe, fue informado, también en Santander, por un telegrama de Ramón Padilla. Viaja a Lisboa, acompaña luego a Don Juan Carlos a Friburgo, en donde estaba previsto que iniciase sus estudios y, el 27 de octubre, recibe el encargo directo de la Reina Victoria Eugenia que, en nombre de su hijo, le ordena acompañar a su preceptuado a España. Vegas renunció entonces a seguir colaborando en el equipo de Don Juan. Para este último era una pérdida, en cierto sentido, irreparable.

No fue menor el desconcierto en San Juan de Luz, donde Indalecio Prieto y el conde de los Andes seguían negociando el 28 de agosto tres días después de celebrada la entrevista. Lo que entonces firmaron no puede ser calificado de acuerdo sino de simple declaración de principios. La Monarquía debería contar con la izquierda si quería tener una transición pacífica. Algo que, más adelante, también Don Juan Carlos habría de tener en cuenta.

Como es lógico las reacciones, en el amplio espectro político, poco vigoroso en realidad, fueron muy variadas y permitieron a los informadores de Franco convencer a éste de que su posición, en el interior y en el exterior, era más fuerte. Para Sotomayor, Padilla y Danvila, que podían sentirse protagonistas y bien informados, la entrevista marcaba una rectificación decisiva que iba a llevar a Don Juan al trono. En la carta que el 28 de noviembre escribe Doña Victoria Eugenia a Danvila, le felicita y agradece los esfuerzos precisamente en esta línea. Todos los de este sector eran partidarios de acentuar los vínculos con el tradicionalismo, tendencia que, hasta 1960, cuando menos, también adoptará Don Juan (...)

Según informes de la policía española los colaboradores del general Aranda se sintieron traicionados y vapuleados por aquel mismo a quien pensaban ofrecer la Corona; predominaba en ellos el revanchismo contra Franco sobre los intereses dinásticos. Vicente Gay, hablando con Maseda llegó a decir que «la Monarquía ha muerto hoy» y que Don Juan «nos ha borboneado». Su interlocutor, recordando que aquel día, 29 de agosto, era la fiesta de la degollación de San Juan Bautista, completó la idea de que «es la degollación de don Juan». El propio general hizo comentarios en público diciendo que aquello sólo podía provocar el hundimiento de uno y otro. Carraceja, refiriéndose al ilustre defensor de Oviedo, dijo que «es la patada que da un amo a su criado».

Para la Ejecutiva del Partido Socialista en el exilio era indudable que Indalecio Prieto había incurrido en un imperdonable resbalón ya que había sacrificado el frente unido que las izquierdas lograran a una utópica alianza entre todos los antifranquistas. Se buscó una vía suave, aludiendo a la insuficiencia de coronarias que padecía el prestigioso líder para sustituirle por Trifón Gómez. Muchos, en la izquierda, veían en todo el episodio un éxito del Conde de Barcelona, que había sido solicitado desde los dos bandos. Alfonso de Orleans también se mostró crítico: se le había obligado a desempeñar un papel de ruptura para pasar ahora al entendimiento. Y Gil Robles calificó de «camarilla de idiotas» a todos los que habían tomado parte en la operación.

Estas reacciones han influido sobre historiadores y ensayistas alejándoles del verdadero núcleo de la cuestión: ¿por qué ambos interlocutores se mostraron satisfechos por los resultados de la entrevista? Para Franco la estancia del Príncipe de Asturias en España abría una perspectiva nueva dentro de los proyectos enmarcados en la Ley de Sucesión, ya que Don Juan Carlos podía llegar a convertirse en ese «príncipe de mejor derecho» que asegurase la continuidad. Para Don Juan el compromiso con la Monarquía se restablecía de modo que Franco pasaba a ser un auxiliar poderoso contra la República y contra el Presidencialismo que preconizaban algunos sectores influyentes del Movimiento. Habría que esperar todavía mucho tiempo pero las perspectivas de llegar a la meta de la Restauración aumentaban. Los testimonios de que disponemos permiten afirmar la voluntad de reinar que mostraba Don Juan; pero el interés dinástico está siempre por encima del de las personas.

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