Rubalcaba, razones para un adiós
Se marcha tras un rosario de fracasos electorales, empujado por candidatos más jóvenes y por una dura experiencia personal. Su Grupo ha dejado de respetar su liderazgo con cruel velocidad
s.e.
Las razones de la marcha de Alfredo Pérez Rubalcaba hay que buscarlas en el encadenamiento de fracasos electorales, en la pujanza imparable de candidatos mucho más jóvenes –mención especial al vasco Eduardo Madina, que amaga hace meses-- y, en lo personal, en la dura experiencia ... de ver de cerca los estragos de una grave enfermedad en un familiar.
Rubalcaba anunció su renuncia al poder orgánico del partido después del desastre del PSOE en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. El mal resultado de la candidatura de Elena Valenciano ponía colofón a un rosario de derrotas, empezando por la suya propia en las geneales de 2011, de la que se sólo se salvó por la aritmética parlamentaria el PSOE-A en Andalucía, que perdió, pero terminó gobernando en coalición con IU.
Los comicios al Parlamento revelaron mucho más. Que el PSOE se desangra por la izquierda, ya no de lo que ofrece IU, sino de opciones mucho más extremas como «Podemos». Ante ellas, al socialismo se le plantea la tentación de la radicalización, muy poco apetecible para un político con sentido de Estado y formas más clásicas como Rubalcaba.
Con todo, anunciada su renuncia al liderazgo orgánico del PSOE ; muchas han sido las quinielas que han planteado las diferentes ecuaciones en las que, --yéndose, pero a la vez quedándose-- podía estar Rubalcaba diseñando su futuro. Él mismo tuvo que aclarar horas después que no iba a concurrir a ningunas primarias, a las que por otro lado tiene alergia, para intentar ser de nuevo candidato a La Moncloa. Se habló de si pretendería tutelar el ascenso de Madina para hacerse con la Presidencia de Honor del Partido, luego de si haría lo propio con Susana Díaz... cuando muy probablemente ya estaba madurando la marcha definitiva que comunicó públicamente ayer.
Quizás si no reveló ambas cosas a la vez, el adiós a su cargo orgánico y a los representantivos, fue en espera de la abdicación del Rey, que conocía con antelación, y de la aprobación de la ley que la hizo efectiva en el Congreso. En ese lance ya pudo comprobar el vertiginoso y cruel declive de su ascendente sobre su propio Grupo Parlamentario, que no dudó en desafiarle con un imponente pulso republicano que acabó con la ruptura de la disciplina de voto de tres diputados.
En pocas semanas, Madina o el diputado madrileño Pedro Sánchez le habrán sustituido al mando de Ferraz y en septiembre, uno de los dos ocupará físicamente el que ha sido el escaño de Rubalcaba como jefe de la oposición, relegándole en el hemiciclo y en el socialismo parlamentario o no se sabe dónde. Llegó el momento de irse.
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