La mano de ETA mueve los hilos de los mediadores

El papel que desempeñan los «verificadores» y «mediadores» responden a la vieja estrategia de ETA de «internacionalizar el conflicto vasco» para meter presión al Gobierno y acceda así a una negociación. Actúan, pues, como asesores de la banda, a la que además dan cobertura para que sus pistoleros puedan desenvolverse con total impunidad en determinados países, como Noruega y Suiza.

La banda ha ido tejiendo un entramado de lobbies y aliados internacionales cuyo epicentro ahora son la Comisión Internacional de Verificación (CIV) y el Grupo Internacional de Contacto (GIC), ambos manejados de cerca por Brian Currin y, a distancia, por «Josu Ternera». Pero hay otras piezas en este engranaje. El grupo de eurodiputados amigos de Sortu y, como satélite en el País Vasco, Lokarri, el movimiento de Paul Ríos que preparó la logística de la Conferencia de Ayete.

«Verificadores» y «mediadores», subvencionadoscon cifras millonarias por una fundación de inspiración cuáquera, son altavoces para que las reivindicaciones de ETA tengan alcance internacional. Varios de sus integrantes han llegado a considerar desaconsejable la disolución de la banda, con el peregrino, si no perverso, argumento de que entonces los presos no tendrían detrás una organización que gestionara su excarcelación.

Exigen al Gobierno lo mismo que ha venido reclamando desde hace muchos años la banda de «Josu Ternera». Así, por ejemplo, en la Declaración de Ayete pedían a ETA que anunciara un «cese definitivo de su actividad armada», lo que hizo tres días después, y a España y Francia que aceptaran «iniciar conversaciones para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto». Pero en el punto siguiente, de tapadillo, colocaban: «Sugerimos que los actores no violentos y representantes políticos se reúnan y discutan cuestiones políticas así como otras relacionadas al respecto, con consulta a la ciudadanía, lo cual podría contribuir a una nueva era sin conflicto.