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Una insurrecta

JULIA AMEZÚA

Una insurrecta. Así califica Mayorga a Teresa de Jesús en la presentación de su última obra, dirigida por él mismo; «una pura sangre, una salvaje», ha dicho en otra ocasión, mostrando su admiración por la fuerza de la palabra de esta escritora y mística, todo un águila en el conocimiento del ser humano, que desde hace siglos viene fascinando a muchos artistas. Mayorga realiza una selección significativa y coherente de pasajes del «Libro de la Vida», la autobiografía de la santa, para mostrar una mujer apasionante con experiencias que conectan con las preocupaciones del ser humano de todos los tiempos: su relación con sus padres y hermanos, su amor por los libros, el despertar de su imaginación, su pasión por la vida y las personas, su relación con Dios en la que no faltan experiencias místicas, el demonio, la hechicería y los pucheros.

Precisamente, de que «ios está entre los pucheros» se parte en la puesta en escena, ambientada en la cocina del convento de san José; una mesa con alimentos y dos sillas es el espacio donde se encuentran Teresa y el inquisidor, que pretende obligarla a renunciar a la fundación de conventos y conseguir que regrese al monasterio de la Encarnación. El nervio del montaje, con escenografía sencilla y el uso de la luz y de la música para subrayar momentos internos de los personajes, lo constituyen la palabra dotada de contenido y los silencios. En este sentido, es fundamental que los actores realicen un trabajo que deje ver la riqueza psicológica de los personajes.

Clara Sanchis convence como Teresa, integrando lenguaje corporal y verbal y desplegando variedad de matices para mostrar su sensibilidad, sus contrastes, sus viajes de la luz a la oscuridad, su fragilidad física (vemos a la actriz encogerse) y su fortaleza interior (vemos cómo se crece). En Pedro Miguel Martínez se echa de menos que comunique las contradicciones del inquisidor, su doblez, su orgullo (¿ busca la verdad o su propia seguridad?) y en definitiva, la perversión en su mirada, pues no solo no ve la luz en Teresa, sino que percibe como oscuro y malo, lo que es luminoso y bueno. Muchos aplausos.

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