punto de fuga
Nosaltres, S.L.
josé garcía dominguez
Un cierto aggiornamento en las formas, el afán por recobrar una mínima pulcritud siquiera ornamental, algo que ayudase a olvidar aquella tosca, primaria rudeza que caracterizó los modales identitarios del Tripartito. Acaso no andaran demasiado lejos de la verdad cuantos quisieron adivinar ese ... propósito estético tras el inopinado nombramiento de Ferran Mascarell como nuevo conseller de Cultura. Sin duda de ahí el giro de 360 grados del llamado Consejo Nacional de Cultura y de las Artes a propósito de los autores catalanes que publican en castellano. Gentes díscolas a las que “debería ser posible” contentar con el alpiste del Premio Nacional de Cultura. Sobre todo, considerando la atenuante de que “no es un premio de literatura catalana”, tal como se ha apresurado a aclarar Carles Duarte, su presidente, en un alarde de lógica cantinflesca. Persiste más vigente que nunca, pues, el edicto que proclamara Josep Bargalló al poco de ocupar el sillón del Gran Inquisidor Gramático. Magnánimo, concedió entonces que los prosistas aborígenes que se prodigan en la lengua impropia son escritores y catalanes, pero no escritores catalanes.
Aunque lo de exigir certificados de pureza de sangre morfosintáctica para poder decirse narrador catalán ya venía de mucho antes. Sin ir más lejos, de los tiempos en que Nosaltres S.L. hizo pública su famosa encuesta-progromo en las páginas de Taula de Canvi . Recuérdese la más memorable pregunta de aquel premonitorio aviso a navegantes: "¿A los catalanes (de origen o radicación) que se expresen literariamente en castellano hay que considerarlos como un fenómeno de conjunto que hay que liquidar a medida que Cataluña asuma sus propios órganos de gestión política y cultural?". Y la entusiasta respuesta de los ilustres liquidadores consultados. Como la de Joaquim Molas, firme partidario de la solución final: “Si las soluciones son las que deberían ser, los que utilizan la lengua castellana tenderían a desaparecer”. Y pensar que todavía habrían de pasar treinta años hasta que Lampedusa cambiara de acera en la Plaza de Sant Jaume.
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