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De Tokio al cielo

La mayor torre de telecomunicaciones del mundo desafía a los terremotos y es símbolo de que el siglo XXI sigue apostando por los edificios de altura

De Tokio al cielo afp

pablo m. díez

Un año después del devastador tsunami que arrasó la costa noreste y provocó el desastre nuclear de Fukushima, Japón renace de sus cenizas. Para simbolizarlo, se acaba de terminar la torre Tokyo Sky Tree , una imponente construcción que se alza a 634 metros de altura en el popular distrito de Asakusa. Y que muestra cómo —a despecho de eventuales terremotos— los arquitectos del siglo XXI siguen apostando por batir récords de altura en sus edificios.

Sobre los templos, cerca del río Sumida, se erige la que ya es la mayor antena de telecomunicaciones del mundo, por encima de los 600 metros que luce la Torre de Cantón, en China, y de los 533 de la Torre CN en Toronto. Con su tronco de cemento, este auténtico «árbol del cielo» sobresale del horizonte urbano, en el que se perfila el monte Fuji.

Majestuosa, casi dobla los 333 metros de la Torre de Tokio , que fue levantada en 1958 como una imitación en color rojo de la que Eiffel diseñó para la Exposición Universal de París en 1889, y pronto se convirtió en el icono del resurgimiento nipón tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial.

Con su pilar interno de 375 metros de alto y ocho de diámetro, se asienta sobre una base triangular que se redondea en sus partes superiores recordando la empuñadura de una espada. Cuando abra sus puertas el 22 de mayo, en su interior albergará tiendas, restaurantes y dos observatorios para contemplar Tokio: uno situado a 350 metros con capacidad para 2.000 personas y otro a 450 metros para 900 visitantes que podrán pasear entre las nubes gracias a su suelo de cristal.

A ellos se subirá mediante «ascensores bala», como los famosos trenes Shinkansen, que no tardarán más de un minuto.

Todo un desafío a las leyes de gravedad y a los límites del ser humano frente a la Naturaleza. Al asentarse sobre la confluencia de cuatro placas tectónicas, el archipiélago nipón es una zona volcánica sujeta a una peligrosa actividad sísmica. Según los expertos, hay un 70% de probabilidades de que un gran terremoto , como el que asoló la región de Kanto en 1923 y se cobró más de 140.000 vidas, sacuda Tokio en los próximos cuatro años.

Para rebatir estos miedos, la empresa constructora de la torre insiste en las medidas de seguridad tomadas y en la utilización de la última tecnología antiterremotos, como las columnas flexibles que se balancean cuando tiembla la tierra.

«La estructura es segura. Teníamos previsto concluir las obras en diciembre, pero se han retrasado dos meses por la escasez de suministros tras el tsunami», explicó una portavoz de la empresa que gestionará el edificio, que pretende recuperar el turismo tras la caída de visitantes por miedo a las fugas radiactivas de Fukushima. Con un presupuesto de 65.000 millones de yenes (600 millones de euros) y empleando a 580.000 trabajadores, las obras comenzaron en julio de 2008, pero el proyecto se remonta a 2003. A finales de ese año, cinco cadenas de televisión tokiotas y la emisora pública NHK empezaron a buscar un nuevo emplazamiento para una antena de comunicaciones.

La antigua, plantada en la Torre de Tokio, se había quedado pequeña ante la proliferación de rascacielos que dificultaban la transmisión de las ondas y la cobertura de la televisión digital terrestre.

De noche, 1.995 bombillas de LED iluminarán la torre de color azul y púrpura, sumándose así a la jungla de rascacielos con rótulos de neón que, al más puro estilo «Blade Runner», conforman Tokio, la mayor área metropolitana del mundo, con 30 millones de habitantes. Tras el tsunami que hundió la costa nororiental, Japón toca el cielo con su nuevo árbol de cemento.

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