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«Bienvenido a Siria libre»

Un enviado especial de ABC relata la peligrosa odisea vivida antes de llegar a la zona controlada por los rebeldes

«Bienvenido a Siria libre» REUTERS

DANIEL IRIARTE

En mitad de la noche, un guía nos escolta a través de los campos que se extienden a ambos lados de la frontera entre Siria y Turquía. Hay luna llena, lo que no nos ayuda: somos demasiado visibles. «¿Tienes miedo?», pregunta el guía. Y me deja claro que debería tenerlo: si el Ejército sirio nos intercepta antes de llegar al territorio bajo control rebelde, nos dispararán sin hacer preguntas .

Ambos países comparten más de ochocientos kilómetros de frontera. El régimen sirio se esfuerza por sellarla , pero hasta ahora, los combatientes del Ejército Sirio Libre han logrado mantener varias rutas abiertas para el traslado de heridos, combatientes y dinero. Este es el camino utilizado por este enviado especial para entrar en el norte de Siria, al territorio donde los rebeldes se han hecho fuertes.

Cruzamos un pequeño río, donde nos espera un grupo de hombres. En lo alto de un montículo recortado contra la luna, un combatiente vigila armado con una escopeta de caza. Otro militante me conduce hasta una casa en mitad del campo. «Esto es seguro», afirma. Al poco, llega una docena de hombres, en pequeños grupos, por seguridad. «Te presento al Ejército Sirio Libre» , dice el guía.

A pesar del nombre, la escopeta de caza y algunas pistolas son las únicas armas de fuego con las que cuenta ese «ejército». «Tenemos cuchillos... y alguna sorpresa», dice uno de ellos, y enseña una porra eléctrica capaz de paralizar, e incluso matar, a una persona de una descarga.

Es un grupo eficaz. Sin duda. En menos de dos horas han coordinado el operativo para que continuemos camino. Me montan en un tractor, que después cambiamos por una camioneta . Al rato llegamos a una pequeña ciudad del noroeste del país, el punto más complicado de todo el viaje: aquí, la presencia del Ejército es numerosa, y abundan los controles. Uno de mis acompañantes me escolta por las callejuelas de la ciudad. «Si alguien nos para, no digas más que “Salam aleikum”. Si preguntan, diré que eres el cuñado de mi primo», me explica. Dice que me quite las gafas, me coloca un gorro, y caminamos con las manos en los bolsillos. En una esquina aguarda una moto . Subo en ella mientras mi acompañante desaparece por otro callejón. Salimos disparados. En las afueras, me espera otro coche, que me llevará hasta un piso franco en el campo. Aquí, aparentemente, estamos a salvo. Y aquí pasamos lo que queda de noche.

«Sangre árabe y española»

A la mañana siguiente, descubro que mis anfitriones tienen un plan: van a aprovechar mi aspecto moreno y barba de varios días. «Pareces sirio», dice uno de ellos. «Se nota que los españoles tenéis sangre árabe» , asegura. Me colocan unas botas de goma, me disfrazan de local. Y a lomos de nuevo de una moto, mi nuevo acompañante y yo pretendemos ser dos campesinos camino del trabajo.

Llegamos a un pueblo en la ladera de una colina. Frente a nosotros está Yebel Zawi, una zona montañosa controlada casi totalmente por los rebeldes. Pero este último tramo es el más peligroso, pues el ejército corta las carreteras de forma intermitente.

Debo esperar, porque el vehículo que me llevará hasta Yebel Zawi ha ido a Turquía a evacuar a un herido. A las pocas horas regresa, y monto delante (ya no tiene sentido continuar con mi disfraz), mientras que en la parte trasera un combatiente amartilla un kalashnikov . Estos hombres saben que si los capturan serán torturados hasta la muerte, de modo que en el caso de que traten de detenernos nos abriremos paso a tiros. Así, aguantando la respiración y con todos nuestros sentidos puestos en la carretera, iniciamos la parte final del viaje. A la entrada de cada aldea, preguntamos a los locales si hay algún control del ejército. Por fortuna, no hay ni rastro de los soldados. Menos de una hora después, nos detenemos en Ibdita, la localidad natal del coronel Riad El Asaad, el líder del Ejército Sirio Libre, y epicentro del territorio bajo control rebelde. Los hombres bajan del vehículo, y son saludados con grandes abrazos y besos por los lugareños. Todos corren a saludarnos, a observarnos. Finalmente, uno de ellos me tiende la mano y, en un rudimentario inglés, me espeta:

«Bienvenido a la Siria Libre». Hemos llegado .

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