Mario Monti impone su severo estilo en una Europa en crisis de identidad
El rigor de nuevo «premier» sorprende dentro y fuera de Italia
Solo han pasado tres semanas desde que Italia tiene nuevo gobierno, y parece que han sido años. La fábula, el mundo de sueños que contaba Silvio Berlusconi (incluso una semana antes de dimitir decía que Italia era feliz porque no había crisis y los restaurantes estaban llenos) han sido ya archivados, aparecen muy lejanos. En su lugar ha aparecido un nuevo estilo: la europea severidad de Monti, combinada con un toque de ilustración.
Monti ha llamado a su plan de austeridad «Decreto Salva-Italia» . Y a él mismo se le describe como un nuevo salvador de emergencia de la patria, el nuevo Cavour, «el moderno Cincinnato», según lo han llamado en un editorial el periódico «Il Corriere della Sera», en referencia al emperador romano Cincinato (519-438 a.C.): «Como el dictador romano, también Monti, acabado su cometido se retirará a la vida privada. Pero a diferencia de Cincinnato, no tiene plenos poderes: la democracia no está suspendida y el Parlamento tendrá que aprobar cualquier iniciativa. Y esto hace que su tarea sea más difícil»
Consciente de sus dificultades, Monti no se aparta ni un milímetro del camino, aunque pueda dar la imagen de frío , distante o incluso algo robot. Así pudieron comprobarlo los italianos el pasado domingo en la rueda de prensa en la que junto a cinco ministros explicó su plan de austeridad. Cuando la ministra de Trabajo, Elsa Fornero, no pudo contener las lágrimas al hablar de sacrificios, Monti, sin inmutarse, tomó la palabra y siguió con la explicación, pero advirtiendo a su ministra: «Puede conmoverse, pero corríjame».
En la Scala
Los italianos tienen oportunidad de comprobar el cambio de estilo a diario. Anoche, el Teatro de la Scala de Milán abrió su temporada 2011-2012 con «Don Giovanni» de Mozart, dirigido por Daniel Barenboim. En lugar de frecuentar ese templo sagrado de la música, Silvio Berlusconi, que apenas lo ha pisado, prefería una noche de «bunga bunga». En cambio, Mario Monti, es un habitual del teatro la Scala, en especial de la apertura de temporada, acompañado siempre de su mujer.
Frente a una clase política italiana sorda para las notas musicales, anoche llamó la atención ver a los Monti en el palco real de la Scala, junto al presidente de la República, Giorgio Napolitano, llamado por muchos «Rey Giorgio» por su papel clave en la solución de la crisis italiana.
«También en política es el tono el que hace la música», titulaba ayer en un lúcido artículo el escritor Claudio Magris, premio Príncipe de Asturias de las Letras. En efecto, hoy el estilo que ha impuesto el primer ministro italiano, Mario Monti, en la política italiana está a años luz del de Berlusconi. Ese tono hace una música diferente: Se ha superado la etapa de las actrices, de las presentadoras de televisión, bailarinas, de las prostitutas que en algún caso hizo pasar por sobrinas de Mubarak, de las modelos que llenaban las residencias de «Il Cavaliere» y que incluso se sentaban en su Consejo de ministros. Y se ha llegado a un escenario en el que se cuenta la verdad, con sobriedad y sinceridad, aunque sea dramática. Al escenario impuesto por Europa que Monti acepta con convicción. Y acomete sin aspavientos.
Lo pudieron comprobar los italianos en la noche del lunes, cuando Monti fue entrevistado en el popular programa «Porta a Porta» de RAI1. Fue el estudio televisivo ideal de Silvio Berlusconi, quien lo utilizaba a su antojo para hacerse propaganda. «Il Cavaliere» hablaba al corazón de los italianos, sin importarle contar mentiras. En cambio, Monti se dirigió a la cabeza de los italianos para que reflexionaran, hablándoles con sencillez: «Estábamos al borde de la bancarrota. De no haber actuado con rapidez, no hubiéramos podido pagar los salarios de funcionarios y pensionistas, y en tres meses habríamos caído como Grecia».
De igual a igual
El primer ministro italiano se ganó el sobrenombre de «Super Mario» por su gran labor, competencia y defensa de los intereses europeos como comisario europeo en Bruselas, donde permaneció diez años.De ello puede dar fe General Electric, coloso al que se opuso Monti para evitar que comprase Honeywell. En sus memorias, Jack Well, jefe histórico de General Electric, cuenta que le bastaron pocos minutos para entender que aquel comisario europeo «no se habría movido ni un milímetro de su posición».
No es de extrañar, por tanto, que Mario Monti les hable de igual a igual a la canciller Merkel y a Nikolas Sarkozy, e incluso se atreva a cantarles las cuarenta. De hecho, en el encuentro que mantuvo con ambos hace un par de semanas en Estrasburgo fue capaz de echarles en cara que Alemania y Francia fueron los primeros países en superar el límite del el límite del 3% de déficit sobre PIB que se fijó en Maastricht.
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