El acoso a Ai Weiwei se vuelve contra Pekín
Como ya ocurrió con el encarcelado Nobel Liu Xiaobo, el acoso al artista despierta una corriente de solidaridad que desafía el autoritarismo de Pekín
La persecución al famoso artista y disidente Ai Weiwei amenaza con volverse en contra del autoritario régimen chino. Lo mismo ocurrió con el premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo. Este era prácticamente desconocido en todo el mundo, y por supuesto también en China, hasta que fue arrestado a finales de 2008 por liderar la “Carta 08” por la democracia. Al condenarlo en diciembre de 2009 a once años de cárcel por incitar a la “subversión contra el Estado”, Pekín lo lanzó indirectamente al estrellato internacional y, de paso, lo impulsó como el más firme candidato al Nobel.
Aunque el caso de Ai Weiwei es distinto porque ya goza de fama en todo el mundo, el acoso que sufre por parte de las autoridades está levantando una ola de solidaridad sin precedentes en China. La más clara muestra es que, para ayudarle a pagar la multa que Hacienda le pide por “impuestos”, unas 20.000 personas han reunido 8,7 millones de yuanes (1 millón de euros) en una colecta organizada a través de internet. Muchos han mandado su ayuda a través de giros bancarios o, de forma anónima para evitar represalias, en cestas entregadas en la casa del artista o incluso doblando los billetes con forma de aviones de papel y lanzándolos sobre su puerta. Pero también hay bastantes que se han identificado con sus nombres en lo que supone un claro desafío al régimen chino.
Así lo advirtió este miércoles el propio Ai Weiwei al asegurar a la agencia AFP que “podemos usar esto como una oportunidad para hacer entender al mundo el tipo de sistema con el que están trabajando”. Para el orondo autor de poblada barba, la sanción de 15 millones de yuanes (1,7 millones de euros) que le reclama el Gobierno por impuestos impagados no es importante “en comparación con el tipo de logro social que puede llegar a tener este caso porque me he dado cuenta de que no estoy solo en esta lucha”.
Luciendo una camiseta con su retrato como “desaparecido” con el rótulo “encontrado” en una esquina – en clara alusión a los casi tres meses que pasó incomunicado tras ser detenido en abril –, Ai Weiwei piensa plantar batalla . “Más o menos es como si fuera un rehén hace medio año, ahora he pagado el rescate y siento que me han robado”, señaló tras haber ingresado el martes 8,4 millones de yuanes (977.427 euros) en una cuenta bancaria del Buró de Impuestos de Pekín.
Empleando como garantía dicho dinero, que asciende a la mitad de la multa que le reclama Hacienda y ha sido recaudado a través de donaciones particulares, tiene dos meses para recurrir la kafkiana acusación por evasión fiscal que el régimen chino imputa a su compañía, Beijing Cultural Fake Development, registrada a nombre de su esposa, Lu Qing. Temiendo que no le fuera devuelta, Ai Weiwei dudó si abonar dicha fianza porque podría parecer que aceptaba su culpabilidad, pero finalmente cedió y optó por “tomar el camino legal porque, como ciudadano, la inocencia de una persona está ligada a la inocencia de una nación”. “No estamos haciendo esto por nosotros mismos, el sistema legal debe de ser justo y transparente . Sólo así habrá esperanza para este país”, aseguró el artista, quien espera probar su inocencia.
Aunque las autoridades anunciaron en su día que Ai Weiwei confesó su delito mientras estaba incomunicado y alejado de su abogado, sus allegados insisten en que no ha defraudado a Hacienda y que su persecución legal se debe a sus críticas al Gobierno. Desde que el artista, de 54 años e hijo de un poeta represaliado durante la “Revolución Cultural”, empezó a señalarse por sus críticas políticas y ácidos comentarios en Twitter, donde tiene más de 70.000 seguidores pese a la censura que bloquea esta red social junto a Facebook y Youtube, las autoridades no han parado de acosarlo. Hasta tal punto que llegó a anunciar su intención de emigrar a Alemania para continuar con su obra.
En 2009 tuvo que ser operado de urgencia después de que la Policía le golpeara en la cabeza por denunciar el derrumbe masivo de escuelas en el terremoto de Sichuan por su construcción con materiales de mala calidad debido a la corrupción reinante. Su estudio de Shanghái fue demolido en diciembre y en enero se canceló su primera gran exposición en China. A principios de abril, fue arrestado en el aeropuerto de Pekín cuando se disponía a tomar un vuelo a Hong Kong y pasó 81 días detenido y sin apenas contacto con su familia.
Alarmado por las revueltas a través de internet que han sacudido este año a los países musulmanes, el régimen de Pekín ha endurecido la represión y lanzado un serio aviso a la disidencia poniendo en la diana a figuras tan prominentes como Ai Weiwei, quien participó como asesor en el Estadio Olímpico “El Nido” y ha expuesto su obra en la Tate Gallery de Londres.
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