Noches de riesgo en el kilómetro cero
Broncas, peleas o intentos de robo salpican las madrugadas en el campamento de Sol
TATIANA G. RIVAS
Son las 5.45 horas. La tranquilidad que impera en el campamento se rompe. Una ambulancia del Samur situada en la calle del Carmen asiste a uno de los individuos que ha protagonizado una pelea con otra persona. El motivo de la contienda se desconoce, ... pero minutos antes, un saharaui y un sirio se han ensañado a golpes con cinturones. Un patrulla de la Policía Nacional acude al lugar y zanja el asunto, según cuentan los acampados que observan la escena, por la fuerza. «Al que están atendiendo es porque el agente le ha golpeado», señala una joven «indignada», que se apresura a advertir: «Pero ninguno es del campamento».
No es la primera vez que ocurre un altercado y, según predicen algunos de los que conforman el movimiento, tampoco será el último. «Todos los días pasa algo por gente ajena al movimiento», apunta un joven al frente de un puesto de alimentación. Este aspecto es uno de los motivos que han repetido hasta la saciedad diferentes miembros de comisiones para levantar toda la infraestructura. «No podemos controlar a toda la gente que está aquí. Algún día va a ocurrir algo y va a manchar la imagen del 15-M».
Un ladrón sorprendido
En la madrugada anterior, la del pasado miércoles, a las 5.30, cuando todavía una decena de acampados discutían entre sí de asuntos políticos, un marroquí aprovechaba el despiste de los mismos para robarle a uno la cartera. La víctima se percató y se dirigió hacia el ladrón abroncándole por la jugada. El aludido se encaró con el mismo y el resto de acompañantes acudieron al rescate. «¿Miedo? Estamos más de cien personas aquí por la noche. Si pasa algo, estamos unidos», opinaba una joven cobijada en su tienda. «Nada de miedo, aquí lo que pasamos son risas», reflejaba un responsable de la comisión de legal.
El mayor altercado producido ocurrió el viernes 27, cuando presenciaron una reyerta con arma blanca entre dos personas. No hubo heridos, pero el suceso fue comentado en la asamblea general del domingo 29 como una de las causas a tener en cuenta para que Sol recuperara su estado habitual.
Cuando todas las reuniones de grupo terminan; cuando se ha dado fin a la asamblea del día; cuando la noche cae sobre la Puerta del Sol, aún continúa el debate. No hay minuto de la madrugada en el que alguna persona no permanezca ojo avizor, generalmente, en compañía. Hablan del día, de asuntos personales, de la lucha que les une, del sistema político, otros leen, navegan por la red o terminan una partida de ajedrez… Mientras, el aire fresco de la noche metamorfosea, mueve e impregna bajo las jaimas aromas de café, comida rápida, chocolate caliente, cerveza, sudor, gasolina, marihuana, hachís y orín. Los aseos móviles están cerca y no todos se aproximan hasta ellos.
Tampoco hay silencio en este emblemático punto turístico de la capital. El murmullo de los que aún opinan se entremezcla con alguna sirena, los motores de los taxis, los generadores. «What’s it?», se pregunta un extranjero que se adentra en el pintoresco poblado revolucionario cubierto con lonas multicolor mientras sujeta una cerveza adquirida a los vendedores ambulantes.
Vigilancia policial
El tiempo es un aliado a la hora de extender las noches de conversación fuera de sus ilegales instalaciones. La indecisión del día continúa por la noche. Así pasan las horas sin sol desde su fortaleza los «desencantados» con el sistema. No están solos. Mientras ellos siguen con su lucha dormidos o en vela, desde los tres vehículos de la Unidad de Intervención Policial apostados en la Real Casa de Correos se les observa. Y más cerca, al calor de su abrigo, se encuentran los que han abandonado los cajeros y la Gran Vía, aquellos que perdieron el techo y que buscan alimento gratuito, seguridad y compañía.
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