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Polémicas para un cadáver

El éxito de la operación en su conjunto es indudable, pero algunos «flecos» han sembrado al menos la duda

Polémicas para un cadáver AP

ANNA GRAU

El apoyo de la población estadounidense a la acción de su gobierno para eliminar a Osama Bin Laden es abrumador, con rápidos repuntes en la valoración del presidente Barack Obama y de su capacidad de lidiar con la amenaza terrorista. Un sondeo realizado a medias por The Washington Post y el Pew Research Center indicaba una subida de 9 puntos para Obama, situándole en un 56 por ciento de aprobación, el más alto desde 2009, cuando era del 61 por ciento. Semejante espaldarazo animó al presidente a reivindicar para sí el espíritu de mágica unidad americana que siguió a la tragedia del 11-S. Pero no deja de haber cabos sueltos con la Operación Gerónimo. Emergen frentes de polémica, asuntos con los que no todo el mundo tiene claro si está de acuerdo. Algunos de estos frentes son cuestiones de detalle, otros no tanto. Por ejemplo:

LA FOTO

¿Había o no había que mostrar al mundo la foto de Bin Laden muerto?

Sobre esta cuestión ha habido muchas dudas y discusiones en el núcleo duro de la Casa Blanca. Por un lado se temía atizar las llamas de la polémica y del fanatismo dando a la luz las imágenes disponibles, algunas muy gráficas, del líder de Al Qaida después de que le entrara una bala en la cabeza por debajo del ojo izquierdo y otra en el pecho. Elegir una imagen menos truculenta podía echar a rodar un icono falsamente benévolo, como la cara del Che Guevara repetida a lo largo de los años en millones de camisetas.

Por último no hacer nada podía dar alas a los que desde el primer momento han pedido pruebas de la muerte de Bin Laden con tanta saña como otros piden el certificado de nacimiento en Estados Unidos de Barack Obama. Donde unos veían prudencia otros denunciaban falta de transparencia, descontentos con las promesas de que familiares directos del líder de Al Qaida habían identificado su cuerpo y de que su ADN coincidía con una muestra del de una hermana suya fallecida en Boston. Ciertamente, el gobierno y la CIA pueden mentir en muchas cosas pero no en un tema de esta magnitud, no en la sociedad hipermediática e instan-tuitera de nuestros días. Además, si el líder del Al Qaida estuviera vivo, ¿por qué no iba a salir y decirlo? ¿Por qué iba a colaborar con el enemigo quedándose escondido y callado?

VIVO O MUERTO

¿Se intentó coger vivo a Bin Laden o todo el operativo buscaba su ejecución sumaria?

Este debate, más vivo en Europa que en América, probablemente tiene un punto ocioso: es bastante inverosímil que alguien como Bin Laden se dejara detener sin oponer resistencia. La decisión del presidente Barack Obama de autorizar la acción selectiva (y muy arriesgada) de comandos de la CIA y de los SEAL, en lugar de simple y llanamente bombardear desde el aire, puede sugerir que la Casa Blanca no estaba al cien por cien segura de la presencia de Bin Laden en la fortaleza de Abbottabad… o que realmente quisieron darse una oportunidad de cogerle vivo.

La vox populi tiende a dar por hecho que el objetivo era «encontrar y matar a Bin Laden» —así lo prometía Obama en plena campaña electoral, por cierto—, pero el gobierno no lo ha admitido así y la CIA ha llegado a decir que habría preferido cogerle vivo y en disposición de confesar. Esto tiene su lógica si se piensa en términos de obtención de Inteligencia. El sentido común dice que esos términos chocan con otras consideraciones políticas e incluso de seguridad. Mantener a Bin Laden prisionero y no digamos llevarle a juicio sería un suplicio para los jefes de la lucha antiterrorista de cualquier país donde esto sucediese.

EL CADÁVER

¿Fue ético y respetuoso con el islam desembarazarse del cadáver arrojándolo al agua?

Probablemente no, y probablemente las invocaciones de la Sharía sean una mera excusa, que no faltará quien interprete incluso como una burla del islam por parte de personas que está claro que no lo practican. Pero desde un punto de vista estrictamente secular deshacerse del cadáver de Bin Laden era lo más inteligente para evitar volverse a Estados Unidos con una reliquia incomodísima y harto peligrosa. La elección del océano como lugar de «reposo» para Osama bin Laden conjura la amenaza de que cualquier lugar donde se le enterrara se convirtiera en la meca de la yihad. Menos se insiste en que también se conjura la amenaza de que alguien pida una autopsia y cuestione si la muerte fue tan rápida y tan limpia como se dice.

EL MÉRITO

¿Encontró la CIA a Bin Laden porque logró un merecido éxito o porque tuvo mucha suerte?

Este gran triunfo de la central de Inteligencia norteamericana resulta tan sorprendente, tan intrigante después de una larga serie de traspiés y de fracasos de la CIA en su lucha contra el terrorismo islamista internacional, que la tentación de cuestionar la versión oficial es fuerte.

¿Y si la pista hacia la mansión-fortaleza de Abbottabad hubiera sido un chivatazo desde dentro de la red Al Qaida —o de los servicios secretos paquistaníes— y no, como se afirma, años de ardua investigación de los servicios secretos norteamericanos, tantos que habría que remontarse a la presidencia de George W. Bush?

Los expertos norteamericanos en Inteligencia descartan el simple chivatazo pero también creen que se está embelleciendo un poco lo que ha ocurrido. Scott Stewart, vicepresidente de Inteligencia Táctica de Stratfor, opina que «se produjo una cadena de hechos en los que finalmente tuvo un papel fundamental la suerte». Es decir, o que siguiendo una pieza menor cobraron por chiripa una mayor, o que incluso contando con la mayor, no existió la seguridad absoluta hasta el final. Obama se la jugó moviendo ficha y ha ganado.

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