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La hora de pagar los platos rotos

DESDE que el presidente del Gobierno anunciase meses atrás que no iba a producirse un incremento de la presión fiscal, hasta ayer, cuando el Consejo de Ministros confirmó exactamente lo contrario, cada semana han ido creciendo la confusión, la desinformación, las elucubraciones, la incertidumbre y ... la desorientación del ciudadano respecto al alcance real de una decisión que incidirá negativamente en el bolsillo de todos. Al fin, el Ejecutivo confirmó que el IVA se verá incrementado en dos puntos a partir de julio de 2010, de modo que el tipo general pasará del 16 al 18 por ciento, y el reducido, del 7 al 8; se suprimirá la deducción general de 400 euros en el IRPF, medida de la que en su día presumió Rodríguez Zapatero como un hito en la política impositiva pese a no ser necesario y a su carácter electoralista; y se modificará -al alza, por supuesto- la tributación de las rentas de capital. La pretensión del Gobierno es incrementar la recaudación en 6.500 millones el año que viene y en 10.000 millones anuales el resto de la legislatura. Sin embargo, la lectura de estos datos sólo puede ser pesimista porque son la evidencia de que la imprevisión, la ausencia de una auténtica política de austeridad y la concepción de las cuentas públicas como un saco sin fondo han castigado el déficit hasta el extremo. De hecho, el déficit previsto para 2010 será de 57.000 millones; la deuda del Estado aumentará en más de 100.000, y España volverá a tener su deuda por encima del 60 por ciento del PIB.

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