Llega George A. Romero a la Mostra y revive el muerto
En un Festival de cine de autor serio, como este de Venecia, no podía faltar una película cochambrosa de zombis firmada, además, por el gran maestro de las películas de zombis, George A. Romero, que lleva vista ya más carne colgando que un ... carnicero de Mercadona. «Survival of the dead», que opta al León de Oro (el latiguillo del jurado si ganara podría ser: «porque el director pone en su cine toda la carne en el asador»), podría pasar por un subproducto sin interés de no ser porque en la esencia de su historia lleva inscrita una gran metáfora: ¿no son, acaso, todos esos muertos que se levantan polvorientos y que te persiguen para devorarte como nuestros propios políticos y sus medidas para terminar con la crisis?... George A. Romero nos lo dice muy claro: no se mueven, parecen muertos, pero no lo están y ahora vienen detras de ti para darse un atracón.
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El argumento de «Survival of the dead» es que unos cuantos le disparan durante hora y media a la cabeza de otros cuantos que ya tienen muy mala pinta; las interpretaciones son todas excelentes, en especial la de los zombis , y del capítulo «efectos» podría decirse que lo mejor es entrar a ella, a la película, bajo los del alcohol, o algo así.
Sueños de juventud
Pero la película del día en la competición era la de Michele Placido, «Il grande sogno», un melodramático entramado en el que el otrora actor revela todos aquellos sueños de juventud (confiesa que es, en cierto modo, algo autobiográfica) contenidos en el espíritu «mayo del 68», y narra la historia de unos cuantos personajes a lo «Cuéntame» en la Universidad de
aquellos años de protesta por Vietnam, de adoración al Che y a Mao y de broncas familiares y sexo canutero
Y así como a Michele Placido se le ve la impostura a la legua, y todo su embadurnado de época y clima político es más falso que las caretas sanguinolentas de los zombis, uno no puede tomar la misma postura con la coproducción germano francesa «Mujeres sin hombres» , de la videoartista iraní Shirin Neshat (abandonó su país a los 17 años), aunque tenga el mismo fondillo y aspiración. Cuenta la historia de cuatro mujeres a principios de los años cincuenta, cuando el golpe de Estado que restauraba el poder del Sha y que con los años traería como consecuencia la revolución islámica. Neshat, que debuta como directora de cine, intenta que el espectador se impregne de la causa de esas mujeres mediante un tono especialmente poético y con imágenes que en ocasiones consiguen el efecto contrario: «¿le importaría no ponerse cursilón y estupendo con un asunto tan serio?», debería de decirle alguien cercano. Hay, no obstante, escenas tremendas, como la purificación en unos baños públicos de una de las protagonistas, que interpreta la actriz anoréxica Orsi Toth.
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