Qué hacer en Almuñécar un fin de semana: actividades y cosas que hay que ver
Bonita, monumental y agradable para pasear, ofrece mucho más que sus playas, aunque éstas son sin duda otros alicientes para visitarla
No es Menorca: así es el precioso pueblo costero andaluz con casas blancas
Estos son los tesoros escondidos de la Cueva de los Siete Palacios y el castillo de San Miguel, historia viva de Almuñécar
Las desconocidas termas romanas que se esconden en un pueblo de Granada y que están como nuevas

En muchos destinos de costa, un día amanece nublado y el visitante se ve obligado a preguntarse: ¿y hoy qué hago yo? Porque las playas de allí serán todo lo buenas que se quiera, pero, aparte de eso, nada. Ningún monumento, ningún lugar de interés, ninguna ruta interesante.
No es el caso de Almuñécar, probablemente el destino más interesante de la Costa Tropical de Granada, que además de tener playas para dar y regalar, también ofrece otras alternativas a sus visitantes. Y les permite, de camino, conocer un lugar con casi tres mil años de historia a sus espaldas, porque hay evidencias de que allí estuvieron los fenicios, que dieron en llamar al sitio Sexi. De ahí que el gentilicio de Almuñécar sea sexitano. Otra cosa es que muchos prefieran que les digan almuñequeros, pero no va de eso este artículo.
Si hay que empezar el recorrido desde lo más alto, lo cual implica subir unas empinadas cuestas, allí está el castillo de San Miguel, razonablemente bien conservado y Bien de Interés Cultural desde 1993. Como es normal, al estar en el punto más elevado de la ciudad, las vistas que se contemplan son excelentes y sin obstáculos. Se ve el mar en todo su esplendor, pero también, por el otro lado, las primeras estribaciones de las sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, un manto protector de aspecto agreste.
La visita es entretenida. Se puede entrar en algunas almenas, bajar al foso y empaparse de historia en una sala donde, desde una pantalla, tres personajes que representan a un fenicio, un árabe y un cristiano, dan sus peculiares versiones del pasado de Almuñécar, cada cual arrimando el ascua a su sardina. Sus discursos resultan amenos e instructivos.

Antaño, el castillo estaba conectado con el Peñón del Santo. Quedan restos del puente romano que unía lo uno con lo otro. Ahora hay que bajar, llegar hasta el borde de la playa y subir tres tramos de escalones, pero tampoco es ninguna hazaña, está al alcance de todos. Desde arriba no se ve bien, pero de noche el peñón está señalizado por una enorme cruz que se ilumina y produce un efecto precioso.
En todo lo alto del peñón hay un mirador donde se observa el mar, tan cercano que casi se puede tocar, y al fondo, por un lado, la vista alcanza casi hasta Salobreña y por el otro, la Punta de la Mona, pasada la cual está el funcional y coqueto puerto deportivo de Marina del Este, el único de la provincia, y más allá la playa de La Herradura. Aunque eso es irse ya muy lejos.
Volviendo al castillo, antes de bajar al centro se puede y se debe hacer un alto en el museo arqueológico, integrado en una cueva llamada de Siete Palacios, que aunque data del siglo I, cuando en Almuñécar ya no estaban los fenicios sino los romanos, también tiene un estado de conservación más que aceptable. Y en su interior, algunos tesoros de mucho valor, de las etapas romana y fenicia.
La joya de la corona es sin duda el vaso canopo del faraón Aauserre Apofis I, una pieza del arte funerario egipcio que está considerada el documento escrito más antiguo hallado en la Península. Lo más probable es que llegara allí en la etapa de los fenicios, que han dejado más vestigios, como las necrópolis de Cerro Velilla, Puente de Noy y Laurita.
Están fuera del casco urbano, pero dentro y bien dentro hay visibles unos restos romanos de gran interés. Entre otros, la antigua fábrica de salazón junto al parque del Majuelo o las termas romanas. Allí finalizaba el acueducto, de siete kilómetros de largo, que llevaba agua a la ciudad desde el río Verde. Algunos tramos de esa construcción aún se mantienen en pie.

Cultura, como se puede observar, no falta en Almuñécar. Pero es que, además, se trata de un lugar con vida, muy agradable para pasear y con un casco histórico donde no se han cometido demasiadas barrabasadas arquitectónicas. La iglesia de la Encarnación, levantada en el siglo XVI, y la Plaza de la Constitución, donde se ubica el ayuntamiento, son dos puntos que pueden servir como referentes para, en torno a ellos, dar vueltas por un conjunto de calles estrechas donde la gente de allí hace la vida, compra y se toma unas tapas.
Para no complicarse la vida, una apuesta segura es entrar en la Bodega Francisco, que está en el centro de Almuñécar desde 1951 y nada más entrar exhibe su solera. Funciona también como restaurante y es de esos sitios que tienen decenas de jamones colgados y barriles de vinos. Muy recomendable el vermú, tanto el blanco como el tinto. Como alternativa, o también como complemento, otro clásico es Los Pajaritos, donde no hay que buscar elegancia sino buen género. Y sabor local.
Si la visita a Almuñécar se hace con niños, hay varias opciones que sin duda les van a gustar, como el ya citado parque de El Majuelo, donde por cierto se celebra todos los veranos un afamado festival de jazz. También se van a divertir en el Loro Sexi, muy cerca del Peñón del Santo, en el que hay decenas de loros, papagayos y guacamayos que recuerdan que, después de todo, aquello no se llama Costa Tropical por gusto. Una tercera oferta es el acuario, aunque en la actualidad está cerrado. Pero vamos, que los niños en el castillo también lo van a pasar muy bien.
¿Qué queda? Ah, sí, las playas. Porque aunque esto ha ido hasta ahora de qué hacer cuando está nublado, si sale el sol hay playas para todos los gustos. Entre otras, están las de Velilla, La Caletilla, El Tesorillo, San Cristóbal, y Cotobro, aunque más al oeste de esta última aún hay otra, sin los servicios básicos y de tradición nudista, llamada Playa del Muerto. Todas son muy recomendables.
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