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análisis

«Wolfenstein: The New Order»: matando nazis

La nueva versión de este juego de disparos en primera persona, condenadamente adictivo, mezcla elementos de la vieja escuela con aspectos modernos

«Wolfenstein: The New Order»: matando nazis

J.M.SÁNCHEZ

Hace poco más de veinte años apareció uno de esos juegos que marcan tendencia. Se desarrollaba desde una perspectiva subjetiva, en primera persona, y se cambiaban así las tornas de una forma de consumir videojuegos que hoy busca su renovación gracias a los modos cooperativos y a la cada vez presente multijugador «online». Precisamente, de esto último es de lo que se olvida « Wolfenstein: The New Order », que sale a la venta este martes , y se centra en una apuesta por los aspectos clásicos centrado en el modo historia para un solo jugador.

Esta nueva y remodelada entrega de la saga, desarrollada por el estudio Machine Games , se deleita en los excesos. Está repleta de robots, armas futuristas, drones capaces de hacer explotar tus sesos, combates directos al grano, sin demasiadas complicaciones y que deja un regusto propio de las aventuras de los años noventa. El objetivo es deshacerse de soldados pertenecientes al régimen totalitario. Para ello, el jugador se pone en la piel de William «BJ» Blazkowicz, soldado estadounidense cuyo esfuerzo se encamina hacia la liberación de miembros de la resistencia.

Este asesino de nazis, rudo, es la única esperanza de la Humanidad para salvarse y, para ello, se enfrasca en una misión que arranca tras un prólogo aburrido y alejado de todo interés, corregido a lo largo de los 16 capítulos que componen la historia, ya que se producen interesantes monólogos cargados de filosofía aunque mezclados con nimios comentarios acerca de la muerte.

El argumento, ficticio claro, se centra en la década de los sesenta. Los primeros minutos del juego se suceden durante la Segunda Guerra Mundial. Las tropas alemanas se han hecho con el poder, han conquistado el mundo gracias a su avanzada tecnología y ahora lo dirige con puño de hierro. Tras pasar catorce años en un psiquiátrico, nuestro personaje se recupera y decide seguir con su misión de rescatar a los «defensores del bien» del férreo control de Calavera, líder nazi.

Nada más iniciar el juego, resulta curioso el menú de dificultad que aparece al principio, mismo que el de hace veinte años. Hay hasta cinco distintos, cada uno ilustrado con un simpático avatar. Por ejemplo, uno al que han llamado «¿Puedo jugar papá?» que ofrece un ajuste de dificultad fácil «para el jugador más suave». Está también «No me hagas daño» está más enfocado para el «jugador esporádico». A partir del siguiente, llamado «Atrévete» está destinado al jugador promedio mientras que «Soy muerte y destrucción» y «Uber» está pensado para una dificultad difícil.

Aunque la mecánica principal sean los disparos, hay momentos para interpretar al personaje en modo sigilo , ya sea de forma obligada porque te enfrentas al destino armado con un cuchillo o necesario, porque de esta manera podrás penetrar en las zonas vigiladas con una pistola con silenciador. Es recomendable recoger todo tipo de armamento que nos encontremos a nuestro paso y, sobre todo, los objetos que aumentan el blindaje porque se pueden producir sorpresas y ser descubiertos a las primeras de cambio.

Pero mientras tanto, uno puede sacarle punta a destrozar los cuerpos de los rivales y, cómo no, de sus jefes. Verlos volar por los aires y ver cómo se vaporizan sus extremidades es, sin lugar a dudas, su mayor aliciente. Con todo, se dispone de un arsenal muy extenso y variado para evitar quedarse sin munición además de una regeneración de la salud que es rápida y efectiva.

El sistema de cobertura permite relajarse durante unos segundos y disfrutar de una pequeña tregua ante la avalancha de fuego enemigo. Y es fácil salvarse de las balas con solo estar detrás de una pared o una barricada, aunque hay que tener en cuenta que esa cobertura se irá erosionando pero puede evitar más que un dolor de cabeza durante los combates más difíciles.

Los escenarios son muy amplios. Uno se puede encontrar en un tiroteo casi sin cobertura o estar dentro de un campo de concentración nazi en campo abierto, donde en cada esquina se podrán encontrar paquetes de salud, armaduras o torretas. También el jugador recorre en ocasiones guaridas subterráneas, amplios túneles de respiración y alcantarillas para evitar, precisamente, el combate directo.

En cuanto a su potencia gráfica, el acabado de este título resulta efectivo sin llegar a ser perfecto. Este «Nuevo Orden» no tiene grandes pretensiones. Lo que pretende es revitalizar un juego clásico. Es, en resumidas cuentas, un título de la vieja escuela, pero lleno de elementos modernos. Eso sí, sin duda, una apuesta condenadamente divertida y adictiva.

En planos generales el juego luce bien, correcto si cabe, pero al detalle uno se da cuenta de que se pixelan los entornos y le falta definición. Además, sorprende la ausencia de algunas físicas y que, por ejemplo, un misil ni siquiera le haga cosquillas a los edificios. Ni la pintura salta ante una explosión, para ser más concreto, que desluce un tanto este juego en el que se produce más de un «bug».

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