Del macrobotellón al botellódromo

Si la pasada semana el debate político se centró en el «botellón», es muy posible que en ésta se reedite la del «botellódromo» o la creación de un espacio reservado en la ciudad para esta práctica juvenil. El alcalde ha anunciado que retomará el tema de inmediato, después de seis años sin que haya sido posible un acuerdo al respecto.
La experiencia de Granada, que celebró el «macrobotellón» en un recinto acotado, con servicios, música e infraestructura municipal puede ser un referente del «botellódromo». Ayer, el delegado de Gobernación del Ayuntamiento de Sevilla, Francisco Fernández, insistía en que «la búsqueda de lugares donde ese modelo de ocio sea compatible con el derecho al descanso» vuelve a estar en la agenda del equipo de gobierno, si bien Fernández aseguraba que «desde hace dos años venimos señalando la necesidad de poner en marcha «botellódromos», algo sobre lo que el PP se mostró contrario».
Hace seis años
Pero el debate del «botellódromo» en Sevilla tiene más historia de la que abarca la memoria del concejal. En el año 2000, un grupo de empresarios propuso la adecuación de la bancada de la Expo -recinto donde se proyectaba la «Fiesta de la Primavera»- para crear una «zona de ocio permanente». La entonces delegada de Juventud y hoy diputada socialista, Susana Díaz, acogió la idea y expresó el apoyo del gobierno municipal, un apoyo del que de inmediato se desdecía el entonces delegado de Urbanismo, el andalucista Rafael Carmona, al considerarlo inadecuado por su ubicación y porque se planteaba como «un nuevo centro comercial al amparo de la movida». El resto de grupos municipales asistió al rifirafe PSOE-PA ajeno al proyecto, del que se enteraron «por la Prensa». El PP, a través de su edil Luis Miguel Martín Rubio, pidió que se observaran las condiciones de seguridad, accesibilidad y compatibilidad con el parque tecnológico, al tiempo que Paula Garvín, entonces edil de IU en la oposición, se mostraba totalmente en contra de concentrar en un mismo lugar a los jóvenes y además «por decreto».
La Junta de Andalucía propietaria de los terrenos se encargó de dar la puntilla al proyecto no negociado de la ciudad del ocio, proyecto que sirvió para introducir el término «botellódromo» en el debate político hispalense.
Un debate que continuó en 2001 con el intento de ubicarlo en el muelle Delicias (Costa Delicias), con la total oposición de los vecinos, entre los que se encontraba la mismísima Presidencia de la Junta, que no se manifestó publicamente al respecto. Y más tarde en el muelle de Nueva York, donde bajo la denominación de «Ciudad del Ocio», el Ayuntamiento en colaboración con el Puerto, lanzó un proyecto igualmente constestado por alegaciones que ponían de manifiesto su impacto acústico y la ausencia de estudio técnico. Fue el propio Ayuntamiento el que alegó en contra de su idea inicial proponiendo donde antes se proyectaba un «botellódromo», un teatro. El gobierno municipal fue incapaz entonces de alcanzar acuerdos con el resto de la corporación, vecinos y empresarios.
Iniciativa del PP
La hemeroteca permite recoger en 2002 una propuesta popular para que el PGOU, entonces en revisión, señalara un lugar adecuado para la movida, que fuera consensuado por su idoneidad -algo que no había ocurido con los proyectos anteriores- y abogaba por abrir igualmente cauces de diálogo con los jóvenes para que el proyecto fuera a la postre productivo. El PGOU no atendió tal propuesta. En octubre de 2003 y marzo de 2005 el concejal Beltrán Pérez presentó y defendió mociones en el Pleno para el «traslado de las concentraciones juveniles a áreas integrales de ocio juvenil», en ambos casos fueron rechazadas.
Ayer, Pérez volvía a pedir públicamente un acuerdo para comenzar a aplicar soluciones «definitivas» a los macrobotellones, por lo que instó al grupo de Gobierno a aceptar su oferta de colaboración para establecer un diálogo «entre todas las partes afectadas» y convocar la «mesa para la convivencia» que, según el PP es el foro adecuado. Los populares abogan por «reconducir los macrobotellones no autorizados hacia un modelo de fiesta de la primavera autorizada, controlada y equipada», y citan como ejemplo Granada.
Empresarios, en contra
Para acentuar el galimatías del debate sobre el botellón, ayer los empresarios de salas de fiestas y espectáculos -fueron empresarios los primeros en proponer el «botellódromo»- se mostraban contrarios al proyecto municipal de acotar espacios para el botellón «en los que no se va a cumplir la normativa que a nosotros se nos exige y con dinero público».
El portavoz de la asociación empresarial, Alfonso Maceda, dijo que no es cierto que los jóvenes no tengan alternativas «esta juventud tiene más alternativas que ninguna en la Historia; de cine, de centros comerciales, internet, teatros, un millón de cosas», Al tiempo dijo que poner «bares baratos» es cada día más difícil debido a los requisitos que estos establecimiento tienen que reunir y que suponen altos costes. Maceda aseguró que, mientras vuelve a plantearse el «botellódromo», la iniciativa de los empresarios de construir un espacio de ocio al estilo de las «docas» lisboetas se encuentra «bastante estancada» precisamente «por un problema con el suelo».
La solución no es fácil si además de los intereses políticos y empresariales entran otros factores de tipo ético y moral. ¿Debe una administración pública fomentar el consumo de alcohol entre los jóvenes con este tipo de iniciativas? Precisamente ayer, el PSOE acusó al alcalde granadino de haber pasado de comprometerse a erradicar el botellón a hacer «apología» de él. La fiesta amparada por el Ayuntamiento puede dar dolor de cabeza al alcalde si se demuestra que dos concejales del PP son socios de uno de los bares de copas que organizó la fiesta en la Huerta del Rasillo. Los socialistas granadinos temen que este «botellódromo» funcione de forma permanente cada fin de semana y que provoque un efecto llamada.
Mientras la empresa de limpieza de Almería recogía ayer de sus calles 2.500 kilos de basuras a costa de uno de los botellones más discretos de la jornada, Javier Arenas aprovechaba la mañana para reclamar de nuevo al presidente de la Junta una Ley que permita a los alcaldes «actuar» ante los «botellones». Por su parte, el delegado del Gobierno se congratulaba de la falta de incidentes y del comportamiento del importante dispositivo desplegado por toda Andalucía a cuenta de una convocatoria amparada en el anonimato y tan fácil de realizar como teclear un ordenador o un móvil.
Miles y miles
Las megacifras del botellón determinan que éste es un problema de alta densidad. 84.000 sevillanos aseguraron ir al botellón según una encuesta de la «Mesa por la movida». El gasto de la Administración ante este fenómeno es enorme y los vecinos reivindican soluciones a los graves problemas que la masa de jóvenes bebedores provoca en su entorno, desde el ruido a la suciedad, por no contar los efectos colaterales de violencia y siniestralidad al volante de motos y coches.
Hoy, mientras los jóvenes duermen su último «botellón», el debate para enfrentarse al «fenómeno» está tan alborotado como un estómago sometido al peor de los garrafones. Quizás, entre las reflexiones más lúcidas del post-botellón esté la de la presidenta de la Confederación Española de Padres de Alumnos (CEAPA), Lola Abelló, que ayer lamentó que los jóvenes prefieran movilizarse en busca de un ocio evasivo, en lugar de protestar por motivos sociales, señaló que «la sociedad entera ha fallado a la hora de educar a los jóvenes».
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