Preguntas intempestivas
A los medios televisivos de Estados Unidos:
¿Cómo es posible que el comandante en jefe de las fuerzas armadas de un país -George W. Bush-, en un discurso a la nación, ofrezca una visión más mesurada y más matizada de la crisis que la que servís machaconamente en vuestra cobertura diaria?
¿Cómo puede ser que vosotros, con los presupuestos y la capacidad investigativa que tenéis -que nos descubrís hasta la última felación adúltera recibida por el político lascivo de turno- no nos avisasteis de la enorme red de terror que, según nos contáis hoy (con música ominosa al fondo) nos rodea y nos acecha?
A la derecha fundamentalista estadounidense:
¿Os habéis dado cuenta de que habéis entregado al mundo clarísimas muestras de coincidir plenamente con el fanatismo y con la fatalidad de los autores de los crímenes en Nueva York y Washington? «Hay hombres que son como el brazo de Dios; Dios no es neutral en las peleas entre el Bien y el Mal».
A cierta inmaculada progresía académica estadounidense:
¿Reconocéis que vuestra prisa por convertir a los autores de los crímenes en representantes legítimos de todas las víctimas habidas y por haber del «terror americano» -o sea, de la política exterior de Estados Unidos- os ha desautorizado aún más como posibles participantes en el debate público de este país?
Al pueblo estadounidense:
¿Nos daremos cuenta, ahora, de que la política exterior tiene consecuencias en los asuntos domésticos? ¿Votaremos? Si hemos aprendido en los años setenta que «lo personal es político», aprenderemos ahora que, en una sociedad abierta, «la política exterior es política doméstica»?
¿Nos daremos cuenta de que nuestros insaciables apetitos por productos que van desde el petróleo hasta la cocaína -y los esfuerzos legales e ilegales, morales e inmorales, que se invierten en satisfacer esos apetitos- afectan de manera directa y muchas veces nefasta a millones de vidas más allá de nuestras fronteras?
A nuestros hijos:
Jamás hay que convertir a terroristas en maestros que dan lecciones; sería como darles la razón. Pero si no somos capaces de convertir esta terrible crisis en una oportunidad de construir un mundo más justo, ¿nos perdonaréis?
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