artes&letras castilla-la mancha
Praena, generación de fuego
El fraile dominico acaba de ganar el premio Tilfos de Poesía

El pasado diciembre el Festival Fractal dibujó un panorama cultural tan saludable como enriquecedor en la ciudad de Albacete: cuatro días de actos poéticos de diversa índole.
Ahora ve la luz la antología fruto de aquel Fractal y este año viene con el título «Una generación de fuego». La poesía manchega aparece amplia y ricamente representada por los poemas de Mercedes Díaz Villarías, Javier Lorenzo Candel, Luis Martínez Falero, Javier Temprado, Elena Román o Arturo Tendero, entre otros. Pero además, ya que la palabra poética de calidad tiende a crear relaciones más allá de los territorios, a esta antología han sido invitados otros poetas de la geografía española afines generacional o estilísticamente a la cita albaceteña. Es el caso de los poetas Basilio Sánchez o Antonio Praena.
Antonio Praena, monje dominico, acaba de ganar el Premio Tilfos de Literatura, convocado por la ONCE en su XXVI Edición de Poesía, con su libro «Yo he querido ser grúa muchas veces». El jurado ha considerado que se trata de un libro de poesía «con una mezcla exultante de postmodernidad y tendencias grecolatinas, que funciona muy bien», según el jurado, compuesto por los escritores Luis Alberto de Cuenca, Ángel García López, Ángel Luis Prieto de Paula, Jaime Alejandre y el editor Jesús García Sánchez.
EL JOVEN FRAILE
Y pensar que nadie desabrochará mi camisa
con manos de paloma,
ni hará caracoles en el vello de mi pecho
porque ya tengo un amor que es Todo y Nada...
Y saber que soy un guerrero
que reza como un almendro
(Antonio Praena. «De Humo verde». Amarú. Salamanca 2003)
Este otro poema de Antonio Praena, ( http://elatril.dominicos.org/ ) «Grúas», da título al poemario que ha sido merecedor del premio Tilfos de Poesía
GRÚAS
Me conmueven las grúas en invierno.
Parecen estar vivas y cumplir
su vértigo llenándose de grajos
que bordan en su acero un pentagrama.
La esencia de las grúas son las aves
de paso. Las cruces de este siglo,
donde todo se mueve, son las grúas:
inmóviles, calladas, imposibles.
Yo he querido ser grúa muchas veces,
recibir la nevada antes que el mundo,
los pájaros, los rayos matutinos…
y ser desmantelado cuando acabe
la obra en la que elevo humilde carga.
Las grúas son amigas de los pájaros.
Que vengan y se posen en mis hombros
mientras huyen del frío es mi deseo.
Que canten para mí, ser para ellos
el árbol más sencillo, pues apenas
un eje vertical y un brazo abierto
conforman mi estructura permanente.
(Vendrá la muerte a dar vida a este sueño
haciéndome también ave de paso).
Y, mientras, ser tan sólo un trasto útil
entre el cielo y la tierra. Algo invisible
a los ojos de todos pero nunca
al ojo diferente de los grajos.
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