CREUS
Los buenos aficionados al «sillonbol» sabemos, porque sufrimos en nuestras propias carnes poco prietas las consecuencias, que ser comentarista deportivo de apoyo es una tarea mucho más complicada de lo que podría parecer. Amparados por un conocimiento que se les presupone tras años de éxito en los campos o en los banquillos, los expertos siempre acaban aplicando al dedillo el manual de Perogrullo o embarullándose en un dialecto para iniciados que confirma que, en la mayor parte de los casos, existe un abismo profundo entre saber y saber enseñar, entre contar y cantar de lo lindo.
Por eso no podemos dejar de frotarnos los ojos con Joan Creus. Ahora que, el cargo obliga, Pedro Barthe se ha vuelto sensato, recatado y aburrido y ya no persigue a los árbitros con aquella misma paranoia con la que un ex combatiente del Vietnam veía «charlies» en la nevera, los ajustados comentarios del legendario base se han convertido en un alivio entre tantas livianas explicaciones de lo obvio. En lugar de subrayar lo que acabas de ver, «Chichi» es capaz de revelarte el cómo y el porqué de lo que fue y de lo que pudo haber sido. Y eso sólo está al alcance de un comunicador mayúsculo, de uno de esos maestros sabios y sobrios que consiguen que no tengas ganas de quitar el ojo de la pizarra. Si Barthe recupera el tono con los chascarrillos, la jugada será completa.
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