Joaquín de Dinamarca se divorcia

A pesar de que durante las últimas semanas han corrido toda clase de rumores sobre una posible reconciliación entre Joaquín de Dinamarca y su dulce esposa Alexandra, (uno de los más famosos rotativos del vecino Reino calificó esa presunta reconciliación como el «mejor regalo de aniversario para la Reina Margarita en su 65 aniversario»), y aunque fuentes de Palacio aseguraban que el príncipe había hecho penitencia dejando el alcohol y sus salidas nocturnas para permanecer más tiempo al lado de sus hijos, la realidad es que no hay tal reconciliación. Ayer la Casa de la Reina, por medio de su mariscal, Ove Ullerup, anunció con profunda pena y consternación que los príncipes acaban de firmar los papeles de divorcio en el Ministerio para la Familia y las Relaciones Familiares.
En el mismo comunicado oficial dan ambas partes las gracias al pueblo danés «por el incondicional apoyo que nos ha llegado de todo el reino durante este difícil periodo» y aseguran que velarán siempre por el bien de sus hijos y su adecuada educación: «Sus Altezas el Príncipe Nicolai y el Príncipe Félix siempre encontrarán cariño y protección en el seno familiar».
La princesa Alexandra pierde tras el divorcio su título de Alteza Real y desde ahora tendrá el rango de Alteza o Princesa Alexandra. Seguirá viviendo en sus aposentos del «Gule Palae» o Palacio gualda de Amalienborg, muy cerca de su augusta suegra, Margarita II, hasta que su residencia, un amplio chalé de estilo italiano situado al norte de Copenhague, esté dispuesto para la mudanza. Joaquín vivirá como hasta ahora en su finca «Schankenborg».
Termina el cuento de hadas
Así termina sin remedio ese moderno cuento de hadas que comenzó hace casi nueve años al repiqueteo de campanas en la capilla del castillo de Fredriksborg, cuando una bella burguesa, directora de una importante empresa dedicada al «Banking», llegó de Hong Kong al frío Norte para casarse con Joaquín, príncipe de Dinamarca. El 16 de septiembre se recibió sin aviso previo la primera noticia sobre la separación de la popular pareja y durante los días posteriores se publicaron unas fotos muy poco agradables que reflejaban al benjamín de la Reina totalmente ebrio en compañía de chicas demasiado jóvenes de dudosa reputación.
La prensa tomó partido por la bella oriental, quién, tras la Soberana y la Princesa Heredera Mary, es la mujer más popular del Reino, y relató sin tapujos o el menor reparo las aventuras del «real calavera», mientras la amable Alexandra, consciente de sus obligaciones y sin perder la sonrisa, pasó días muy amargos al lado de sus hijos, esas dos joyas de la Corona que, según una anticuada Ley y hasta que el Heredero Federico tenga sucesión, serán educados en la Corte y no podrán dejar Dinamarca, incluso unos días, sin el expreso permiso de la Soberana. Precisamente, cuando una reconciliación parecía tan cerca, la noticia del irremediable divorcio ha causado pena y estupor general. Hoy el cariño del pueblo se centra en la «dulce» Alex y en esos dos infantes, tercero y cuarto en la línea de sucesión al Trono.
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