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San Ildefonso, devoción en Toledo

El santo arzobispo, visto por El Greco. Sobre estas líneas la iglesia de San Ildefonso a principios de siglo

El Arzobispado de Toledo ha organizado para hoy una serie de actos religiosos con motivo de la festividad de San Ildefonso, patrono de la ciudad. A las siete menos cuarto, en la capilla del Palacio Arzobispal comenzará una peregrinación de fieles, religiosos y sacerdotes hasta la Catedral Primada, donde a las siete y media se celebrará una misa hispano-mozárabe. El alcalde, José Manuel Molina, asistirá a los actos, al igual que otras autoridades de la capital regional. Además, en las misas que se digan en las demás diócesis españolas la celebración tiene rango de «memoria obligatoria».

UNA CAPILLA

Una capilla de la catedral de Toledo está dedicada a San Ildefonso; fue construida en el siglo XIV y alberga, entre otros sepulcros, el del cardenal Gil de Albornoz.

Una antigua ermita, hoy utilizada como museo y sala de exposiciones de la Diputación, cerca de la basílica de Santa Leocadia, está dedicada a San Ildefonso. Es titular también de la iglesia de los jesuitas y su figura aparece en el sello del cabildo catedralicio.

La aparición de la Virgen María a San Ildefonso tuvo lugar el 17 de diciembre de 666, día en el que se celebraba la festividad de Santa María Madre de Dios promulgada por el X Concilio toledano, precisamente a propuesta de San Ildefonso.

Todavía hoy, junto a la piedra del altar de la Descensión en la catedral, que se besa con toda reverencia, se ostenta la conocida inscripción:

«Cuando la Reina del cielo

puso los pies en el suelo

en esta piedra los puso.

De besarla tened uso,

para más vuestro consuelo.»

Juan Pablo II, durante su vista a España de 1982, dijo en Zaragoza que «San Ildefonso de Toledo es el más antiguo testigo de esa forma de devoción que se llama «esclavitud mariana» y que justifica nuestra actitud de esclavos de María por la singular relación que ella tiene respecto a Cristo».

San Ildefonso ha sido siempre enaltecido y venerado en muchas ciudades. Madrid le dedicó una iglesia parroquial, un colegio municipal y una calle.

En otro tiempo, la jornada del 23 de enero era festiva en toda España. Las tropas lucían gala y ondeaba la bandera nacional en los edificios oficiales porque era la onomástica del rey Alfonso XIII, trece reyes españoles se han honrado con el mismo nombre del santo arzobispo, ya que Alfonso es una contracción de Ildefonso.

San Ildefonso nació en Toledo en el año 606, y sus padres eran parientes del rey Atanagildo. Era sobrino de San Eugenio y su educador fue San Isidro. Fue monje en el desaparecido monasterio toledano «Agaliense» situado en las inmediaciones del cerro de La Bastida. Tomó posesión de la silla arzobispal de Toledo el día uno de diciembre del año 659. Su cuerpo fue trasladado a Zamora durante la Reconquista por miedo a una profanación.

En 1967 se celebró en Toledo el XIII centenario de la muerte de San Ildefonso. Su influencia en la vida visigoda y en la unidad nacional que durante su pontificado se forjaba fue decisiva. «España -escribió el doctor Díez Pardo- le es deudora de un rico tesoro de cultura todavía por explorar, la Iglesia de una de sus mejores elaboradas apologías, y Toledo, cuna, sede y tumba primera del egregio prelado, de una de las más altas razones de su primacía doctoral».

EL CABILDO

Para saldar esta deuda de siglos pensó el Cabildo Catedralicio que la declaración de San Ildefonso como doctor de la Iglesia vendría a proclamar oficialmente el magisterio del santo arzobispo aún vigente. El empeño fue favorablemente acogido por varios prelados españoles y por las Universidades Eclesiásticas de Pamplona, Comillas y Salamanca que realizaron estudios sobre la vida y la obra de San Ildefonso para apoyar la petición del Cabildo.

La personalidad científica de San Ildefonso, la valoración de su doctrina y su proyección en la Iglesia, acreditadas por los estudios de San Julián, del arzobispo Cixila y del dominico Rodrigo Manuel, están sobre todo de manifiesto en sus propias obras, seis libros, el último de los cuales, «De la perpetua virginidad de María» le acredita como doctor mariano.

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